Dos
días antes de fin de año, el día de su cumpleaños a Maite le salió una ampolla.
Ni muy grande, ni muy chica; en la parte de adentro del brazo. Nos la mostró a
la noche, antes de que saliéramos todos a comer para festejar el cumple de ella
y el de Pili. Pensé que se había quemado con algo. También le dolía la
garganta. Al día siguiente tenía otra ampolla debajo del mentón y dos en la
espalda. Varicela.
Valen
tuvo varicela a los cuatro años, Pili era recién nacida y se la contagió. Ya
pasaron dieciocho años, nos habíamos olvidado completamente de cómo era la
enfermedad. Las recordé molestas por la picazón no más de dos o tres días. Fue
ahí que conocí el talco mentolado.
Recordé
también mi propia varicela, yo tenía once años. Otoño del ’82. Falté a la
escuela una semana; me quedaba viendo la tele. Los programas se cortaban a cada
rato para pasar “La Junta militar
informa”. Me acuerdo que una de esas tardes el comunicado militar coincidió con
las campanas de San Patricio que empezaron a repicar bastante fuerte. Y yo, que estaba sola en casa, con varicela,
pensé que venían aviones a bombardear Belgrano R. Pero ningún recuerdo de la
enfermedad como algo más que un poco de fiebre con algunos granitos.
Por eso
no me pareció tan grave que el resto de las criaturas pudieran contagiarse. Ni
siquiera cuando calculé que, si en total el virus dura alrededor de 20 días,
con cinco nenas y tres varones para enfermarse; si ninguno se contagiaba simultáneamente
con otro demandaban ciento sesenta días en enfermarse y curarse todos, es decir
casi seis meses: de diciembre a mitad de junio.
Ni siquiera me pareció grave cuando por las fechas alguna de las nenas
podía perderse el campamento de los scouts, ya pagado e incluso las vacaciones
en Bahía de los Vientos. El “mejor que la tengan ahora” cegó todo otro
razonamiento.
Pili
previendo un contagio masivo sentó a todos sus hermanos y a todas sus hermanas
a ver un episodio de Dexter en el cual se brotan y se convierten todos en
pollos. Estani entendió que si se contagiaba varicela y se rascaba se transformaba
en pollo. Pili concluyó que cuando era chica Dexter le encantaba pero cada capítulo le parecía
mucho más largo de lo que en realidad era. El resto no dijo nada. Maite se
encerró en su cuarto con el aire prendido mañana, tarde y noche, a ver en su
celular todas las temporadas de Modern
Family. Y así pasaron los días.
El
sábado 14 de enero, después de una semana en la que me fui a la playa con Sonsi,
Consu, Ruli, Loli y Toto; dieciséis días después de esa ampolla del brazo de
Maite; una semana exacta antes del campamento y cuando pensábamos que habíamos
escapado a toda posibilidad de contagio a Sonsi, Consu, Ruli y Lolita se les
llenó la panza de granitos. En esas ideas que a veces me pasan por la cabeza,
que a veces me doy cuenta de que no las tengo que expresar en voz alta y otras
no, les dije que no se preocuparan, que no era nada, que por lo que le había
durado a Maite no iban a poder irse el sábado siguiente con los scouts pero que
el lunes o martes ya iban a haber pasado diez días, iban a estar perfectas y
como el campamento era en Tandil yo las llevaba.
Lolita
la pasó bien leve. Pero para las otras tres el domingo empezó el infierno. Se
brotaron y se siguieron brotando cuando parecían ya no tener más lugar físico
para que les salieran ampollas. Las espaldas parecían los globitos que aparecen
en los google maps de China, de India, de lugares con superpoblación. Volaron
de fiebre las tres por lo menos durante cinco días. Las bañábamos y la fiebre pasaba
de 39,5 a 38,8 y ya se sentían mejor. La
cara se les desfiguró, cuando no daban más de la picazón bajaban a dar vueltas
por la cocina, parecían los zombies cuando todavía no se dan cuenta de que
están infectados. O una escena de La
Comunidad con un hombre que camina con la cabeza perforada por un caño. O unas Gregorias Samsas devaluadas.
No
sé si fue a propósito pero con Luis vimos en estos días Tren a Busan, la película coreana.
Durante
una semana fuimos dos o tres veces por día a farmacity. Entre los bonus track
que nos dieron en tickets de Freddo y de la Morita podemos comer durante todo
2017 empanadas y helado. Jarabes, pastillas, cremas, talco mentolado. Llegaba
un momento que no aguantaban nada. Lloraban de fiebre, de que les picaba, de
que se perdían el campamento, de que les daba impresión verse. Las hermanas
grandes las burlaban pero las cuidaron a ellas y a los varones para que no se
contagiaran: les subieron la comida, se sentaron con las cuatro a ver películas,
las entretuvieron o las mandaban a darse
duchas cuando las veían muy desesperadas.
Sonsi
fue la que la pasó peor. Hasta ayer a la mañana estuvo con fiebre. Hoy ya están
mejor las tres. Lolita al compararse con las hermanas dice “yo no tuve vacirela”,
“ellas sí”. Maite se fue a Tandil, está preciosa. Pili fue la que le dijo que
contagió a las hermanas para irse tranquila al campamento y que ninguna la
controle, chapes y esas cosas pienso que quiso decir, pero no ahondamos mucho.
De a
poco todo pasa, todo se acomoda.
Quedan los tres varones.
Si los virus tuvieran un funcionamiento matemático avizoro
la Varicela en Bahía de los Vientos.
Veremos.