martes, 24 de enero de 2017

Cuarentena


Dos días antes de fin de año, el día de su cumpleaños a Maite le salió una ampolla. Ni muy grande, ni muy chica; en la parte de adentro del brazo. Nos la mostró a la noche, antes de que saliéramos todos a comer para festejar el cumple de ella y el de Pili. Pensé que se había quemado con algo. También le dolía la garganta. Al día siguiente tenía otra ampolla debajo del mentón y dos en la espalda.  Varicela.
Valen tuvo varicela a los cuatro años, Pili era recién nacida y se la contagió. Ya pasaron dieciocho años, nos habíamos olvidado completamente de cómo era la enfermedad. Las recordé molestas por la picazón no más de dos o tres días. Fue ahí  que conocí el talco mentolado.
Recordé también mi propia varicela, yo tenía once años. Otoño del ’82. Falté a la escuela una semana; me quedaba viendo la tele. Los programas se cortaban a cada rato para pasar  “La Junta militar informa”. Me acuerdo que una de esas tardes el comunicado militar coincidió con las campanas de San Patricio que empezaron a repicar bastante fuerte.  Y yo, que estaba sola en casa, con varicela, pensé que venían aviones a bombardear Belgrano R. Pero ningún recuerdo de la enfermedad como algo más que un poco de fiebre con algunos granitos.
Por eso no me pareció tan grave que el resto de las criaturas pudieran contagiarse. Ni siquiera cuando calculé que, si en total el virus dura alrededor de 20 días, con cinco nenas y tres varones para enfermarse; si ninguno se contagiaba simultáneamente con otro demandaban ciento sesenta días en enfermarse y curarse todos, es decir casi seis meses: de diciembre a mitad de junio.  Ni siquiera me pareció grave cuando por las fechas alguna de las nenas podía perderse el campamento de los scouts, ya pagado e incluso las vacaciones en Bahía de los Vientos. El “mejor que la tengan ahora” cegó todo otro razonamiento.
Pili previendo un contagio masivo sentó a todos sus hermanos y a todas sus hermanas a ver un episodio de Dexter en el cual se brotan y se convierten todos en pollos. Estani entendió que si se contagiaba varicela y se rascaba se transformaba en pollo. Pili concluyó que cuando era chica Dexter  le encantaba pero cada capítulo le parecía mucho más largo de lo que en realidad era. El resto no dijo nada. Maite se encerró en su cuarto con el aire prendido mañana, tarde y noche, a ver en su celular todas las temporadas de Modern Family. Y así pasaron los días.
El sábado 14 de enero, después de una semana en la que me fui a la playa con Sonsi, Consu, Ruli, Loli y Toto; dieciséis días después de esa ampolla del brazo de Maite; una semana exacta antes del campamento y cuando pensábamos que habíamos escapado a toda posibilidad de contagio a Sonsi, Consu, Ruli y Lolita se les llenó la panza de granitos. En esas ideas que a veces me pasan por la cabeza, que a veces me doy cuenta de que no las tengo que expresar en voz alta y otras no, les dije que no se preocuparan, que no era nada, que por lo que le había durado a Maite no iban a poder irse el sábado siguiente con los scouts pero que el lunes o martes ya iban a haber pasado diez días, iban a estar perfectas y como el campamento era en Tandil yo las llevaba.
Lolita la pasó bien leve. Pero para las otras tres el domingo empezó el infierno. Se brotaron y se siguieron brotando cuando parecían ya no tener más lugar físico para que les salieran ampollas. Las espaldas parecían los globitos que aparecen en los google maps de China, de India, de lugares con superpoblación. Volaron de fiebre las tres por lo menos durante cinco días. Las bañábamos y la fiebre pasaba de 39,5 a 38,8 y ya se sentían mejor.  La cara se les desfiguró, cuando no daban más de la picazón bajaban a dar vueltas por la cocina, parecían los zombies cuando todavía no se dan cuenta de que están infectados. O una escena de La Comunidad con un hombre que camina con la cabeza perforada por un caño. O unas Gregorias Samsas devaluadas. 
No sé si fue a propósito pero con Luis vimos en estos días Tren a Busan, la película coreana.
Durante una semana fuimos dos o tres veces por día a farmacity. Entre los bonus track que nos dieron en tickets de Freddo y de la Morita podemos comer durante todo 2017 empanadas y helado. Jarabes, pastillas, cremas, talco mentolado. Llegaba un momento que no aguantaban nada. Lloraban de fiebre, de que les picaba, de que se perdían el campamento, de que les daba impresión verse. Las hermanas grandes las burlaban pero las cuidaron a ellas y a los varones para que no se contagiaran: les subieron la comida, se sentaron con las cuatro a ver películas, las entretuvieron o  las mandaban a darse duchas cuando las veían muy desesperadas.
Sonsi fue la que la pasó peor. Hasta ayer a la mañana estuvo con fiebre. Hoy ya están mejor las tres. Lolita al compararse con las hermanas dice “yo no tuve vacirela”, “ellas sí”. Maite se fue a Tandil, está preciosa. Pili fue la que le dijo que contagió a las hermanas para irse tranquila al campamento y que ninguna la controle, chapes y esas cosas pienso que quiso decir, pero no ahondamos mucho.
De a poco todo pasa, todo se acomoda.
Quedan los tres varones.
Si los virus tuvieran un funcionamiento matemático avizoro la Varicela en Bahía de los Vientos.
Veremos.