Los ultimos días del
verano de 2007 Sonsi y Maite que eran chiquitas se la pasaban mirando
los backyardigans.
Sería como una maratón
de Discovery Kids o Nickleodeon algo porque hace once años no había demasiadas
posibilidades más allá de la tele.
No como ahora que Loli se
la pasa viendo My little pony por Netflix o por you tube y recita por
fonética los nombres de los ponys. Por eso cuando se los preguntamos
cree que nos estamos riendo de ella, pero en realidad es que no
entendemos cómo se llaman.
Igual Sonsi además de
ver los backyardigans venía todas las mañanas a pedirnos a Luis y a
mí que le preparáramos el nesquick. Era el único modo en que nos
levantábamos de la cama y empezábamos el día.
Las voces de los
backyardigans, unos híbridos entre animales, nenes y nenas, era el
sonido con el que identifico toda esa época.
Lo primero que pensaba
era que unos días antes también Felipe miraba la tele con ellas.
Tiempos espantosos,
tempestades.
Había un capítulo en
especial, el de playa Tiki, un paraíso de surfistas escondido, del
que nadie podía indicar el camino y que se le revelaba a los
verdaderos surfers casi por casualidad. Los backyardigans buscaban
allí la ola perfecta, creían que era una playa pero no, otra pero
no, hasta que se daban cuenta de que playa Tiki de algún modo estaba
dentro de ellos.
A las nenas casi que era
el capítulo que más les gustaba.
Pero yo tenía la certeza, en esas mañanas terribles, de que la playa Tiki se había vuelto
para siempre un lugar inalcanzable.
Casi nunca sueño con
Felipe pero todos los días me acuerdo de él.
No sólo me acuerdo
pienso cómo sería ahora, si saldría a la noche al pub de Quequén
con Pili, si hubiera ido a clases de surf como Consu y Ruli y ahora
casi con 18 años estaría buscando la ola perfecta, si se hubiera
quedado en Buenos Aires con Valen, si tendría una novia o un novio.
A veces gente que no lo
conoció ve fotos y me pregunta si es Toto. Y yo les digo que no, que
no es Toto.
Que Felipe está
repartido en sus tres hermanos y en sus siete hermanas.
Creo que le hubiera tenido a Estani toda la paciencia del mundo y sé que Octi hubiera sido su hermano preferido.
Creo que le hubiera tenido a Estani toda la paciencia del mundo y sé que Octi hubiera sido su hermano preferido.
Una de las pocas veces
que soñé con él estaba durmiendo, lo cuidaba Ceci que me decía
“no lo despiertes que duerme lo más tranquilo”. Después, cuando
le conté el sueño me dijo “Que Felipe sea un despertador para
nosotros”.
En ese momento no
entendí. Ahora creo que entiendo un poco más o por lo menos estoy
reflexionando en esa línea.
Hoy estoy acá sentada
mirando cómo el mar brilla porque acaba de salirle el sol encima.
Pero no brilla en
plateado, brilla en blanco por lo despejado que está el cielo.
Ayer la marea bajó de
golpe, el mar abandonó el cangrejal, los chicos encontraron
estrellas de mar y abajo de casa apareció la playa que hace como
tres años había desaparecido.
Dicen que Quequén es
así: que algunos veranos emergen playas submarinas y otros no. Como
la playa Tiki donde está la ola perfecta.
La seguimos buscando.
Once años después
cambié la certeza de la imposibilidad de alcanzarla, por la duda.
Y ya es un montón.