domingo, 15 de abril de 2018

Cúpulas



Veía estas cúpulas desde un balcón mientras esperaba que mi mamá se muriera.
Era la tercera vez que esperaba que alguien se muriera y volvía a pensar lo mismo de siempre: que tal vez había habido un error, que se habían equivocado, que iba a suceder un milagro.
Y después me acordaba de que era la tercera vez que me pasaba, que los milagros no existían.
Pero esa vez era distinto, estaban estas cúpulas y podía pasarme la mayor parte del tiempo adivinando a qué edificios pertenecían, era una forma de entretenerme.
Cuando venían las visitas los llevaba de paseo al balcón y les mostraba la parte de arriba de todos esos edificios, de todas esas terrazas. Después les contaba que mamá estaba muy mal, que se moría.
Iban muchas visitas.
Los últimos días ya no entraba a la habitación, me la pasaba sentada afuera, mirando las cúpulas.
A Valen, a Pili y a Maite no les gustaba tanto quedarse en el balcón, ellas se quedaban adentro del cuarto, llevaban apuntes de la facultad y leían ahí o se la pasaban mirando los celulares.
Se quedaron todo el tiempo al lado de su abuela.
Solo salían cuando entraban las enfermeras.

Ahora pasó un año.
Sumo un día más a los aniversarios de mierda que cruzan mi vida.
365 días en los que no sucedieron tantas cosas.
Pili se cambió de carrera y en unos días se va a Cuba con Valen que se hizo un tatuaje en el brazo.
Octi y Estani aprendieron a escribir en cursiva, ahora están bien distintos, sobre todo por el pelo; a Estani se lo sigue cortando Luis y a Octi lo llevé a Prana. Octi va a empezar fútbol y Estani está aprendiendo a tocar el cello.
Toto sigue haciéndose el bobo, Loli está preciosa.
Sonsi está haciendo el curso de ingreso y va sola en colectivo.
Consu está igual que siempre, hace las compras, cocina, juega al fútbol, le van a dar un solo en la orquesta.
Ruli nos enloquece a todos, no quiere ir más a piano, tiene una amiga nueva.
Maite dejó el violín pero sigue super responsable.
La casa, igual de desordenada: los manteles sin planchar, los depósitos de los baños sin andar y las esterillas de las sillas todas rotas porque los chicos se arrodillan y ya nadie los reta para que no lo hagan.
Y aunque seguimos todos y todas bien juntos tengo la percepción de que en algún lugar me quedé sola.
No sé en dónde, pienso posibilidades ¿en las fotos de cuando era chica? ¿en los consejos que no puedo pedir?, ¿en lo que nadie me dice que no puedo hacer? ¿en las discusiones madre-hija que tengo con Pili a cada rato?

El viernes, volviendo del Zamorano en vez de hacer el camino normal pasé por el Once, fue sin darme cuenta. De repente, me crucé con todas estas cúpulas pero las ví de abajo.
Unas estaban rodeadas por andamios, no parecían de arreglos sino de prevención por si se caía el revoque para abajo.
Pensé que por lo menos hace un año las torres se veían lindas, cuidadas, pensé que los andamios hubieran sumado tristeza a la tristeza, pena a la pena.

Ayer, sábado, me desperté temprano, llevé a Sonsi, a Viole, a Solange y a Manu al CNBA; volví a casa y me dormí de vuelta dos o tres horas más.
Me pelée con Pili, me metí en la pileta con el agua helada, empecé a leer el libro de Bulgákov, fuimos con Luis al barrio chino a comprar atún rojo, me tomé dos cervezas de las que me regalaron para mi cumple.
En el medio jugué un partido, contra las que iban primeras, que tenían a la goleadora, que venían de ganar 10 a 0, que estaban invictas.
Para mí era obvio que íbamos a ganarles y que le iba a dedicar el triunfo a mi mamá.
Me clavaron tres goles, perdimos. Creo que ninguno fue culpa mía. 
La culpa fue que no me acordara de que los milagros no existen.

Y se acabó el día.

4 comentarios:

  1. Para un montonazo de gente el milagro sos vos. Abrazo

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  2. yo creo que vas sumando fuerzas. Te leo y leo a tu mama, en muchos casos con la polaridad opuesta, pero es la misma escencia. Un abrazo fuertisimo y gracias por escribir

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    1. Gracias por leer! Y por leer a mi mamá acá. Otro abrazo!

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