Cuando nuestras hijas nacieron
decidimos no agujerearles las orejas a ninguna.
Entonces, cuando
cumplieron dieciocho lo primero que hicieron fue ir a la Bond a
ponerse aros. Valen en la nariz, Pili en la oreja.
Ahora ya van por el quinto o el sexto
en cada oreja. Tienen aritos desde el lóbulo hasta la parte de
arriba de la oreja que no sé cómo se llama.
La otra noche nos quedamos hablando
sobre los lugares donde es más peligroso hacerse agujeros y los que
duelen más.
De ahí derivamos al tema de los
tatuajes.
Ninguna de las dos se anima por ahora,
pero lo tienen como una posibilidad.
Y yo me volví a acordar de algunas
cosas
En 2008 Meneca me trajo de regalo de
Francia una F inicial del Leccionario de Montmajour, del siglo XII.
A Patricio le trajo una P.
Como hacía poco que me
había comprado el Clio se me ocurrió agrandarla, hacerle un vinilo
y pegarla en la puerta de adelante. El hombre que me lo hizo no era
muy amigable y como leyó la imagen horizontal y no vertical no la
entendió y me preguntó de bastante mal modo si eso era un trabuco o
alguna otra arma antigua. “No señor”, le contesté, “es la
inicial de mi nombre y la del nombre de mi hijo que se murió el año pasado”.
Terminó rápido su trabajo sin levantar la vista de la F que quedó
perfecta.
Y el Clío quedó bien
tuneado.
Meses después le estuve
dando vueltas a la idea de tatuarme la F en alguna parte del cuerpo,
me llevaba para siempre además de las iniciales de los nombres la
fuerza que necesitaba tanto.
Casi diez años después,
con la certeza de que ya no me tatúo, con la F tuneando ahora el
Nissan en su azul eléctrico, con el 2017 cerrado vuelvo a pensar en
la F.
En el origen vuelve a
estar Meneca, el libro que armamos con Gloria y la cantidad de
historias que nos quedaron por el camino.
También Patricio con
quien dimos un seminario en este año, que nos dejó volver un poco a
esas otras épocas en las que nos reíamos todos los días de
cualquier cosa.
La F sigue siendo la
fuerza que cruzó 2017 pero no fue mía: la fuerza de mi mamá que ya
sin poder moverse me llamó el 24 de marzo a la mañana para decirme
que por favor no me olvidara de pasar, que quería darme un abrazo el
día de mi cumple o el día ese en el sanatorio, en el que me
confundió con Maite “por lo negra y por lo linda” o cuando ya al
final me preguntó dónde era la fiesta de casamiento que teníamos y
al contestarle yo "en el Zamorano" se quedó tranquila.
La fuerza de mis tres
hijas más grandes que me sostuvieron cuando yo dejé de ser hija y
por supuesto la fuerza de Luis, de su compañía y de su calma.
Hubo otras fuerzas,
también tristes, tampoco mías: la fuerza de Milagro, cuando la
abracé llorando y me dijo en el medio del patio del penal: “Acá
no se viene a moquear”; la fuerza de la mamá de Santiago a la que
no me dio el alma para abrazar cuando la vi sentada al lado del
cajón de su hijo.
La F de fútbol. Tres,
cuatro días por semana parada abajo del arco, explotando de alegría
cuando podía volar un poco y al acariciar la pelota en el ángulo la
mandaba al corner. Sentir cada partido, pese a las heridas de guerra: dedos violetas,
cabeza rota, rodillas sangrando; como una de las mejores cosas del año
que se fue.
La familia, la de los
doce que somos y la de todas y todos que nos acompañan.
Valen y Pili paseando por
España. Maite creciendo. Sonsi creciendo. Consu cruzando el
Riachuelo con el atardecer rosa atrás. Ruli razonando como adulta.
Octi loco por Spiderman. Estani escribiendo Esti “Bruno”Luján en
su primera prueba de 1er grado porque es Batman. Loli en su burbuja
de pequeños ponies. Toto que parece un bebé.
Raquel que en 2017 vino
tres veces.
Mi hermano. Su familia en Sevilla.
Mi hermano. Su familia en Sevilla.
Todo con Vero: elijo el
sol explotándonos en la cabeza en esa marcha de mitad de marzo,
cuando Vero me abrazó tan fuerte después de que le dije que mi mamá
se iba a morir el día de mi cumple porque a veces en la vida me
pasan así las cosas .
Enru, cuando me visitó de paso para su facultad.
Enru, cuando me visitó de paso para su facultad.
Las cervezas con Coni.
Los piscos sour con María
ese mediodía de sol en La mar.
Los viajes con Xime, su
graduación como copilota experta con un excelente manejo del google
maps que permitió atravesar La Banda en menos de una hora; el día
que le convidamos hojas de coca a medio congreso, el día que nos
escapamos al Aconcagua, el día que descubrimos casi por casualidad
la bodega.
La bodega a la que volví
con Luis hace poco y en la que vamos a festejar alguna vez algo.
Claudio y Amali que el
jueves santo se llevaron a Consu y a los cuatro más chiquitos a
pasar todo el día con ellos.
La mesa de fin de año con amigos queridos. Las compañías. Las buenas noticias.
La mesa de fin de año con amigos queridos. Las compañías. Las buenas noticias.
Las fiestas, la comunión
de Consu, los cumples de todos, las pijamadas de Octi y Estani, las
pool parties de Maite llenas de adolescentes que dejaron todo
embarrado, las fiestas en Serrano sobre las que en algún momento voy
a escribir, la del aniversario del Zamorano que me perdí porque
volaba de fiebre, de gripe y de tristeza.
Fabi que nunca dudó en
encontrarse conmigo cada vez que se lo pedí. La primera vez me
aconsejó, me alivió y ya en las siguientes me contó historias
buenísimas.
La fe. No cualquiera. La
de Solange, una nena hermosa, recibiendo la confirmación y
convirtiéndome en su madrina.
La de Luis y Fran y el
padre Paco; la de las milanesas en la Isla Maciel, la de la tarde de
mayo en la inauguración de la capilla, la del mediodía de diciembre
pintando el mural y compartiendo tantas cosas.
La que nos llevó
caminando a Luján riéndonos casi todo el viaje.
La de Mariano, que me
mandó el mejor mensaje cuando empezaba el domingo de Pascua y me copió Abril en Managua en mi pen drive de música para el auto.
Y por supuesto que sigue
siendo la F de Felipe. De diez años de jabalíes y diamantes, del
rayo que no cesa y que lastima en el recuerdo, pero también en la
posibilidad del olvido.
La letra de lo que falta,
los proyectos. Historias de la arquera soviética, de las canchas de
fútbol, seguir retomando las sevillanas con Noelia; acompañar mucho a Sonsi en el esfuerzo que le toca, jugar
dos o tres campeonatos, cambiar los guantes; transitar con Loli y
Toto el último año del jardín que significa abandonar el jardín
para siempre después de 17 años; seguir acompañándonos todos,
seguir llenando de vida esta F que no vale la pena tatuarme en la piel porque la llevo tatuada en las venas.
Hace rato no te leo! Y me reencontre, como siempre, con la emoción, la nostalgia y la alegria!!! T quiero mucho!!! Gracias!!!
ResponderEliminarHermoso... Son palabras q suenan a musica.. A la armonia mas perfecta!!!
ResponderEliminarG de gracias infinitas por compartir tu fuerza
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar