jueves, 29 de mayo de 2014

Santa Fe

Germán y su amiga Chavela a quien no conocía.
Meneca en su mejor versión.
Mariano con una bolsa de plástico con los dos tomos de Fortunata y Jacinta que estoy buscando en las librerías hace más de un año.
Los mates que vino a tomar Gloria a nuestra habitación.
Eleonora, Jose, Patricia y otra vez Meneca, sus graciosos y la mesa despedida.
El ascensor que no subía sin la tarjeta y Xime que trancaba la puerta.
El viaje a  Paraná.
El pescado de río que nunca comí.
La hora y media que tardaron en traernos un sandwich de jamón crudo y rúcula que estaba buenísimo.
La lucecita de la óptica que se me quemó y que cambié yo sola, haciendo méritos para el viaje a Machu Pichu que en algún momento haremos con Vero y nuestras acompañantes.
En ese mismo sentido, el “soviética” que me adjudicó mi querido Patricio.
La pizza gigante que se comieron Patricia y Eleonora, la cantidad de cerveza que nos tomamos.
El día que madrugamos para ir a escuchar a Diego y que volvimos al hotel a desayunar.
El recuerdo incompleto de la tele, en otro viaje, por el que le tengo que pedir ayuda a Ceci.
La noche que me perdí volviendo de la cena, cinco arriba del auto, el presidente de la AIH que en un castellano cuidadísimo ponderaba mi sentido de la ubicación, Xime que estaba dormida y Meneca y Gloria que estaban despiertas.
El final de la escena sexta del acto segundo de La Dorotea que repetíamos una y otra vez muertas de risa.

Y, en medio de esta estampa bucólica, durante toda la semana me fueron llegando alentadores whatsapps de Luis como
1) “diluvio por Belgrano”
2) “no arranca la caldera”,
3) “llego a lacroze una menos cuarto. Llamo a Vale para que esperen que las llevo yo. No atiende nadie. Me tomo el bondi llego menos diez. Ya se fueron pero no Ruli a quien la abuela no quiso llevar porque no se quería poner un sweater puntual. Después de un llanto y gritos de su hermana mayor se pone el abrigo y la llevo al jardín. ¿es necesario?”
4) “se pinchó el termotanque de arriba”
Y el mejor:
5) L: “yendo a lo de Fabi” YO: “ Uy ¿Sonsi?” L:“Sí, garganta y lo lindo que está Belgrano. Angina y resfriada, mañana queda en casa, corticoides e hipersol”  YO: “Ah, todo junto. Decile a Fabi que lea La bici” L: “Sí, ahora cagando a buscar a Consu a musica. Te hago un post”

Generalmente, no esta vez, todos estos viajes coinciden con recitales del Indio. Junín, Salta, Villa María. 
Para no salir de tema creo que mi único héroe en este lío es este.

domingo, 25 de mayo de 2014

Paraná


Jueves
Nuestro hotel tiene las habitaciones con paredes curvas, unos silos. Está en el puerto.
Llueve, hace mucho frío, cruzamos la lluvia, el frío y el barro con Xime y con Gloria.
Desde las ventanas circulares del cuarto vemos un río, hay barcos.
Pero Meneca me corrige, un poco me reta de nuevo, me dice que no, que es la laguna Setúbal.
Sin embargo, tiene una corriente fuerte, como un rio,arrastra muchas plantas, no sé de dónde las trae.
El río está más adelante, es el Paraná, hay que atravesarlo para llegar a Entre Ríos, a Paraná.
Al medio día decidimos cruzar el río, irnos a Paraná, invitamos a Mechi y a Patricio.
Nos cuentan cosas de Beatriz Guido, de Saer, de Jauretche, de San Martín, de La Tablada, todo un revisionismo a tono con el lugar.

Yo ya habia estado en Paraná, hace un tiempo, unas vacaciones de invierno, la recuerdo como una ciudad verde, con barrancas, con frío.
La recuerdo con Felipe chiquito, la edad que tiene Tótal ahora, a upa del padre en una foto en un muelle casi encima del río y con Pili cortándose la mano con una copa de vidrio primero y con la ventana del hotel después.

Y ahora me parece que pasó tanto tiempo, pero ni siquiera es otro clima, ni otro frío, ni otros filos.
Está todo terriblemente parecido.
Paseamos por las barrancas, nos sacamos fotos en un monumento a Urquiza al que le robaron la mitad de las placas, en una baranda, en un puente con una poesía, en cualquier lado.
Mechi colecciona, entre otras cosas, nombres de árboles y nos los regala todos ahí, en el parque Urquiza, mirando el río.
Acacias, ombúes, jacarandáes, son todos nuestros, casi ni hay viento.
Nos acordamos la última vez que paseamos las tres juntas, hace más de diez años, en Mar del Plata, ahí no había confusión posible con ninguna laguna, era el mar.
Y ahora Patricio, que descubre y escucha a Mechi coleccionar cosas, diseccionar manuscritos, contar historias.

Fue un lindo paseo, más tarde el día siguió con conferencias, fríos, carne cruda, pescados cocidos y estallidos de risas.
A la noche me duermo con el viento que todavía sopla entre los silos y que barrió toda la lluvia, también con unos sapos croando entre las plantas de la orilla, yo pensaba que eran grillos pero Xime descubrió que eran sapos.
Antes de dormirme toco los vidrios que están helados y veo desde la ventana muy lejos las luces de Paraná.

Y pienso que extraño a todos mucho,
que me quiero comprar un Nissan March azul eléctrico,
que ojalá hayan completado más figuritas del álbum del Mundial en estos días que no estuve,
que a la vuelta de Paraná hubiera querido especialmente abrazar a Tótal.



lunes, 19 de mayo de 2014

Diez objetos

Fin de semana de objetos.
No de juguetes tirados por cualquier lado, de medias en medio del living, de destornilladores en el play room.
De esos sí, pero también de otros objetos.

Empezó el viernes a la tarde. Lo acompañé a Luis a ver su oficina, la visitamos a la abuela en el consultorio y después nos fuimos a comprar lo que iba a ser el primer objeto del fin de semana: la pelotita chiquita del mundial, diminuta, preciosa, colorida.

Siguió a la noche, con el libro de latín, el royo.
Adolescentes divinas que en vez de estar bailando desencajadas en una fiesta estaban sentadas alrededor de la mesa de la cocina, las caras iluminadas cada vez que descubrían una adverbial,una adjetiva y que no pararon hasta que se nos cerraban los ojos sobre la voz pasiva.
Y me acordé un poco triste de esas épocas en las que lo peor que te podía pasar era una prueba de latín y me acordé en especial de esa prueba de latín difícil, dificilísima que Corina, que hacía diecisietemil temas, nos dio a Coni y a mi, que nos sentábamos juntas, el mismo tema un lunes a la mañana muy temprano, hacía bastante frío, era también por esta época, era también en tercer año.

El sábado me desperté con ganas de comer una manzanita con pochoclo, pensé que podíamos pasear a la tarde por la costanera y buscar un carrito.
Pero primero tenía que recoger a Maite que ya está jugando en primera en la liga de las pijamadas y después a Sonsi que apareció con unos rulos preciosos que le habían hecho con ruleros en la casa de la amiga. Y los rulos de Sonsi fueron el tercer objeto del fin de semana.

Maite llegó a casa y se durmió. Consu, Ro y los niños querían ir a probar la super pelotita al club. Hacía frío, estaba embarrado pero fuimos igual, llegamos al club y por primera vez en los cuarenta años que hace que voy casi ininterrumpidamente veo al lado de la cancha de fútbol, solo, vacío y rebosante de manzanitas un carrito de pochoclos.
Perdimos un partido en el barro, casi un pantano, Consu y yo contra Luis y Ro y cuando terminamos compramos manzanitas para todos. Sin averiguar demasiado el grado de realidad de ese carrito pero pensando sí, que eso hubiera sido el sueño de mi padre al que le encantaban los higos con pochoclos y le encantaba el club. Las manzanitas, el cuarto objeto.

Ya de vuelta en casa Maite se había despertado y se había bajado una partitura de internet porque nunca le habíamos comprado la fotocopia que correspondía, le compramos una que no necesitaba. Estaba con el atril, lista para practicar el minuet. El quinto objeto, el violín, talismán, serena el aire, transfigura, cuando Maite toca el violín, es otra persona.

El viernes a la mañana había visto una calzas con parches de cuero, lindas, no sé si eran adecuadas para mí que no uso calzas, había ido con Maite, le pregunté qué le parecía y muda, la ayudé un poco ¿voy a parecer una vieja loca?, insistí y sí me contestó, abandoné la idea. Pero el viernes a la tarde Xime me convenció de comprarlas, me enumeró las de ella, cuando te acostumbrás es lo mejor sentenció, pienso en Santa Fe, si hace frío, son cómodas. El sábado ya casi de noche, le pedí a Luis que me acompañara al negocio, me las probé, están bien me dijo sin mirar. Santa Fe allá vamos con nuestras calzas, sexto objeto.

Para llegar a diez: Octi y Estani con dos autitos preciosos que trajeron del paseo con Santiago y Cynthia después de ver los aviones.
La fondue de chocolate, postre de la comida del sábado en la que cenamos los doce juntos.

La camiseta de River que Kp recién se había comprado y que en el almuerzo del domingo la escondía abajo del buzo. Qué linda camiseta le dije, Luis que casi lo echa de la mesa y a mí, que no me importó porque además de haber disfrutado del fin de semana y sus diez objetos, no fui el sábado al Bajo Flores, conjuré el maleficio de mi presencia con mi ausencia y ganó Español.  

jueves, 15 de mayo de 2014

Destete


Según la mitología griega, Hera, la esposa de Zeus, el dios de dioses, dio origen a la Vía Láctea.
Su leche se derramó cuando retiró de su pecho, de forma brusca, a Heracles (Hércules), hijo bastardo de Zeus con la mortal Alcmena. Hermes, el mensajero de los dioses, le había colocado a Hércules cuando ella se encontraba dormida, para que así obtuviese la inmortalidad.
La leche derramada formó la Vía Láctea.


El martes me voy a Santa Fe.
Una vez más nos vamos a subir al auto con Xime para salir a la ruta, con mate, chupetines y aceitunas repitiendo por enésima vez un ritual increíble que hace que valgan más los viajes que los congresos de destino a los que vamos, que comenzó hace quince años en un colectivo rumbo a Córdoba, siguió en un colectivo a Bariloche para después transformarse en cantidad de viajes en auto, cada uno de ellos merecedor seguramente de dos o tres post que en algún momento escribiré.

El martes queda solo Luis por primera vez con las diez criaturas (si para Vale y Pili cabe todavía esta calificación)
Pero también quedan sin teta por cuatro días Dolores y Cristóbal
Y yo quiero que la sigan tomando hasta que tengan dos años, no porque crea en las virtudes de amamantar niños hasta esa edad, ni porque sea una fundamentalista de la lactancia sino porque estos dos chiquititos son los últimos.
Entonces, cuando ellos dejen la teta, yo dejo de hacer lo que estuve haciendo casi initerrumpidamente durante los últimos veinte años de mi vida, abandono una habilidad que fui adquiriendo de a poco y en la que me siento omnipotente, hasta para dar consejos o para recomendar pociones milagrosas.
Es que tuve de todo: algunos que la dejaron en seguida como Sonsi que no le gusta la leche, otros que tomaron hasta más de los dos años, como Vale, otros que ni bien nacieron tuvieron que tomar mamadera, por distintas razones como Consu o como Octi y Estani. Tuve de todo: mastitis, fiebres, pus, sangre, visitas a puericultoras, a guardias de hospitales, a ligas de la leche.

Por eso, hoy averigüé y me voy a alquilar el sacaleche que es como un maletín, el mismo que me alquilé cuando Octi y Estani estaban en neo y me tenía que sacar leche cuatro veces por día, a veces me sacaba en casa, a veces en neo. El lunes me lo traen y me llevo el sacaleches al congreso, en el baúl del auto como una valija más para que por lo menos pueda seguir por unos meses más y todavía la teta no se acabe.
Porque a partir de ahora muchas cosas van a ser las últimas, van a dejar los pañales, van a empezar el jardín y no va a quedar nadie sin escolarizar, en algún momento van a estar en la primaria y así de a poco van a ir creciendo como los hermanos.

Por ejemplo como Vale que está dando parciales o como Pili que mañana tiene una prueba de literatura y la tengo aquí sentada analizando una serie de sonetos de carpe diem, de tempus fugit y de collige virgo rosas, rezando para que le tomen en tanto que de rosa y azucena, acumulando recursos poéticos, morfológicos, retóricos, protestando y estudiando.

Y gracias a Pili que anda incursionando en los siglos XVI y XVII encontré la historia del origen de la vía láctea y sus representaciones renacentistas y barrocas
Ambos cuadros aparecen en páginas que apoyan, fomentan y estimulan la lactancia hasta altas edades de los niños y claro, nos hacen sentir héroes mitológicos, diosas, creadores de galaxias.

Pero, por suerte, siempre nos queda Quevedo que es más sabio.  

viernes, 9 de mayo de 2014

El Jabalí

Feria del Libro. Día de España.
Sergio del Molino presenta su libro La hora violeta
Sé de qué se trata, ya lo leí en la invitación, la que puse en Eclipse.
Igual elijo ir. Doy un poco de vueltas hasta encontrar la sala. Mucha gente conocida en el público. Muchos amigos. 
No está muy lleno, me siento al lado de Jose y de Meneca, me guardaron un lugar, compraron unos libros buenísimos, de Iberoamericana.
El acto arranca bastante puntual, la voz de la locutora anuncia al embajador, se para un señor de barba del público. Llega al micrófono, en una parte de su discurso irrumpe con un “nadie mejor que yo para compartir este dolor de perder un hijo”, adelante.
Empieza la escritora que va a dialogar con el autor, empieza avisando que va a leer algunos fragmentos.
Primero dispara el titulo de la primera reseña que leyó sobre el libro “Todos los hijos que se nos mueren son hijos únicos”, cross a la mandíbula, elegí ir pero nunca medí cuánto iba a poder.
Fragmentos del libro, una prosa increíble, increíble por lo bella y por el contenido, recuerdo algo así como “esta historia relata el tiempo que pasó entre que le diagnosticaron leucemia a mi hijo Pablo y que esparcimos sus cenizas”
Nadie paraba las piñas, una atrás de otra.
Jose empezó a moverse, a revolver la cartera, la conozco hace veinte años, la intuí inquieta, le toqué el brazo, no te preocupes le dije, yo ya sabia que se trataba de esto, Ah, menos mal me dijo casi aliviada.
Avanza la lectura del libro, algo de un jabalí, de los dientes, se me apareció el animal, fatigando los montes, peinando las selvas, desenfrenado, desbocado, con nuestros niños, Felipe y Pablo, en su colmillos. 
Entonces, era levantarme o irme a Góngora y allí fui y ví la sangre purpureando la nieve, el río y su espumoso coral, la luciente jabalina y las almenas de diamantes. 
En un flash imaginé todas las posibles escenas terribles que decidí no escribir nunca pero sí encontrar en los versos, sobre todo de las Soledades
Justo, en ese momento, escuché algo de un pino, me reconfortó pensar que tal vez Sergio del Molino también fue a las Soledades.
Y pensé también cómo puede este hombre, cómo puede narrarlo tan bien pero también cómo puede narrarlo, capaz porque es el padre y no la madre fue la posible solución que se me ocurrió en ese momento.
Siguió la conversación: que se sintió menos triste, que el libro está dedicado a su nuevo hijo, que la esposa fue la que lo alentó a escribir, que ahora es un escritor maduro, que creció de golpe.
Se acaba el acto, saludo a amigos y conocidos. Jose me dice, prefiero La bici de Felipe.
Julia a lo mejor se compra el libro, a lo mejor después le pido que me lo preste.
Cruzamos toda la Feria, así salimos por Plaza Italia. A la ida, cuando iba sola atravesando los pabellones me encontré con More y Manu, mis queridísimos amiguitos, los abracé fuerte, muy fuerte.
Llegamos a la entrada del subte siempre con Jose y con Meneca, nos despedimos, también son mis queridas amigas, también las abrazo muy fuerte.
La verdad que no me gustaría perderme la lectura de un libro tan bien escrito, pero por ahora creo que no puedo, sigo con Góngora.


martes, 6 de mayo de 2014

Zapatos

Sábado. Comunión de Martu. En la semana anterior, Lidia me pregunta en algún momento de nuestros viajes a Ezeiza si tenemos zapatos blancos para prestarle.
Y sí en casa hay zapatos blancos, bastantes pares, zapatos que fueron blancos, que ahora son grises, negros, tiza. De comuniones, de bautismos de hermanos, de quinces, de todo.
Hay dos pares casi nuevos, unos blancos 38 que usó Pili una vez y que ahora apenas le entran a Maite y otros, unos 25 o 26 que los compré a ciegas para Ro cuando ya calzaba 31 o 32, están esperando a Dolores, si llegan porque el otro día vinieron unas nenas a jugar y disfrazarse y una andaba con esos zapatos puestos. Pero claramente ninguno de esos le va a servir.
Quedo con Lidia en que le busco un par, quiero simplificarles las cosas, el lunes te los puedo llevar al zamorano, les digo a las siete, llego siete y media, los dos Lidia y Roberto, raramente puntuales, esperando en la vereda, les enchufo unos zapatos, desastrosos, medio grandes, bien mugrientos.
No importa, les ponemos algodón para achicarlos me dicen y por añadidura me dan dos regalos uno de cumple de Consu y otro del padrino para Rosario; a mí, me da vergüenza la porquería que les traigo como solución.
Día siguiente, hablo con Roberto por otra cosa, no me acuerdo por qué. Los zapatos le quedaron grandes, grandísimos, insisto con mi generosidad, tengo otros, un poco más chicos, pasen a buscarlos cuando quieran, Sonsi me los da un poco preocupada, son sus zapatos, no va a tener zapatos para la comunión de Martu porque los va a usar Martu. Nos vamos a arreglar le digo, sobre todo confiada en que esos zapatos tampoco les van a servir, no por el tamaño sino porque están veinte veces peor que los anteriores, más rotos, más mugrientos y encima tienen la suela del lado de adentro toda quebrada, la chica con eso no llega al altar.

Como sea, el sábado los zapatos no volvieron. Y no sólo Sonsi no tiene zapatos, tampoco tiene Ro que destroza todos los esfuerzos de sus madrinas y padrinos por calzarla.
Así, repaso: Maite que puede elegir entre esos blancos nuevos 38 o las botas que le regaló Ceci, Consu que desde su cumple no se saca unas botitas preciosas, también regalo de su madrina, Octi y Estani que viven en zapatillas, Tótal anda con unos náuticos nuevos, re cancheros que le pasó el hermano de Kp, que se le salen un poco, y Loli usa hasta para dormir los que le regaló su amigo Martín cuando cumplió un año.
Salgo a comprar un regalo para Martu y de paso encuentro unas chatitas flúo fucsias o amarillas de súper oferta, hay todos los números, llamo a Luis al celular, a casa no, porque nunca atiende nadie y le aviso que les compro a las dos descalzas. No, me dice, ya encontraron qué ponerse, que no jodan. 
Temo, Luis, con la vejez se está volviendo más estalinista que yo.
Llego a casa y están todas listas, yo me llevo a algunas nenas. Los más chiquitos van después, a la fiesta, en la iglesia la pueden tirar abajo, una vez casi tiran la imagen de una virgen, otra se lavaban la cara con agua bendita, mejor se quedan. Lo primero que miro son los zapatos de Sonsi, rosas, en buen estado pero con cara de que le quedan chicos, los de Ro, desastrosos, blancos ahora negros, se le salen pedazos de adentro, le quedan gigantes. Es tarde, nos vamos.
La iglesia queda por Avellaneda y Nazca, sábado a la mañana, caos. Sé que tengo que dejar el auto lejos. Pero lo dejo lejos, muy lejos. Y no consideré el tema calzado, Ro arrastró los pies durante las ocho cuadras que hicimos por Avellaneda, entre manteros, bolsos y transeúntes, Sonsi no podía más, pero se lo bancó como una reina. Terminó la ceremonia, saludamos a todos. Llega Martu, nos salvaron dice Lidia y veo los zapatos, blancos, brillantes, nuevos. No son esos pienso, los limpió Roberto sigue Lidia, les compramos plantillas, muchas gracias. Vuelvo a mirarlos y no lo puedo creer, solo era cuestión de voluntad y de tiempo.
Una vez más me siento la peor madre.
Llegamos a la fiesta, Sonsi no da más con los pies. Martu se cambia y le da esos zapatos, ahora nuevos. Sonsi respira, me muestra dos ampollas, no es nada, le digo. Se pone a bailar. Bailan todas.

Una diferencia: entre el estalinismo práctico y el teórico. Éste último, el de mi infancia, el que practicaban en casa: yo tenía zapatos buenísimos, guillerminas, chinitos, me los compraban en marafuschi, enfrente del Durán, no sé si sigue existiendo, zapatos buenísimos, dos pares por estación pero, para que valorara las cosas me llevaban a los ocho años a ver, por ejemplo, esta película. El práctico: Sonsi caminando por Avellaneda un sábado a la mañana con zapatos chicos, Ro con zapatos grandes.


Y una reflexión aparte: Capaz que este fue y es uno de nuestros secretos para sobrevivir en estos tiempos: blindarnos con todos estos súper amigos que nos cuidan, que nos regalan cosas, zapatos, telescopios, cervezas, libros; aferrarnos a toda esta gente buena que una y otra vez nos devuelve brillando y nuevo lo que nosotros les podemos dar.