martes, 6 de mayo de 2014

Zapatos

Sábado. Comunión de Martu. En la semana anterior, Lidia me pregunta en algún momento de nuestros viajes a Ezeiza si tenemos zapatos blancos para prestarle.
Y sí en casa hay zapatos blancos, bastantes pares, zapatos que fueron blancos, que ahora son grises, negros, tiza. De comuniones, de bautismos de hermanos, de quinces, de todo.
Hay dos pares casi nuevos, unos blancos 38 que usó Pili una vez y que ahora apenas le entran a Maite y otros, unos 25 o 26 que los compré a ciegas para Ro cuando ya calzaba 31 o 32, están esperando a Dolores, si llegan porque el otro día vinieron unas nenas a jugar y disfrazarse y una andaba con esos zapatos puestos. Pero claramente ninguno de esos le va a servir.
Quedo con Lidia en que le busco un par, quiero simplificarles las cosas, el lunes te los puedo llevar al zamorano, les digo a las siete, llego siete y media, los dos Lidia y Roberto, raramente puntuales, esperando en la vereda, les enchufo unos zapatos, desastrosos, medio grandes, bien mugrientos.
No importa, les ponemos algodón para achicarlos me dicen y por añadidura me dan dos regalos uno de cumple de Consu y otro del padrino para Rosario; a mí, me da vergüenza la porquería que les traigo como solución.
Día siguiente, hablo con Roberto por otra cosa, no me acuerdo por qué. Los zapatos le quedaron grandes, grandísimos, insisto con mi generosidad, tengo otros, un poco más chicos, pasen a buscarlos cuando quieran, Sonsi me los da un poco preocupada, son sus zapatos, no va a tener zapatos para la comunión de Martu porque los va a usar Martu. Nos vamos a arreglar le digo, sobre todo confiada en que esos zapatos tampoco les van a servir, no por el tamaño sino porque están veinte veces peor que los anteriores, más rotos, más mugrientos y encima tienen la suela del lado de adentro toda quebrada, la chica con eso no llega al altar.

Como sea, el sábado los zapatos no volvieron. Y no sólo Sonsi no tiene zapatos, tampoco tiene Ro que destroza todos los esfuerzos de sus madrinas y padrinos por calzarla.
Así, repaso: Maite que puede elegir entre esos blancos nuevos 38 o las botas que le regaló Ceci, Consu que desde su cumple no se saca unas botitas preciosas, también regalo de su madrina, Octi y Estani que viven en zapatillas, Tótal anda con unos náuticos nuevos, re cancheros que le pasó el hermano de Kp, que se le salen un poco, y Loli usa hasta para dormir los que le regaló su amigo Martín cuando cumplió un año.
Salgo a comprar un regalo para Martu y de paso encuentro unas chatitas flúo fucsias o amarillas de súper oferta, hay todos los números, llamo a Luis al celular, a casa no, porque nunca atiende nadie y le aviso que les compro a las dos descalzas. No, me dice, ya encontraron qué ponerse, que no jodan. 
Temo, Luis, con la vejez se está volviendo más estalinista que yo.
Llego a casa y están todas listas, yo me llevo a algunas nenas. Los más chiquitos van después, a la fiesta, en la iglesia la pueden tirar abajo, una vez casi tiran la imagen de una virgen, otra se lavaban la cara con agua bendita, mejor se quedan. Lo primero que miro son los zapatos de Sonsi, rosas, en buen estado pero con cara de que le quedan chicos, los de Ro, desastrosos, blancos ahora negros, se le salen pedazos de adentro, le quedan gigantes. Es tarde, nos vamos.
La iglesia queda por Avellaneda y Nazca, sábado a la mañana, caos. Sé que tengo que dejar el auto lejos. Pero lo dejo lejos, muy lejos. Y no consideré el tema calzado, Ro arrastró los pies durante las ocho cuadras que hicimos por Avellaneda, entre manteros, bolsos y transeúntes, Sonsi no podía más, pero se lo bancó como una reina. Terminó la ceremonia, saludamos a todos. Llega Martu, nos salvaron dice Lidia y veo los zapatos, blancos, brillantes, nuevos. No son esos pienso, los limpió Roberto sigue Lidia, les compramos plantillas, muchas gracias. Vuelvo a mirarlos y no lo puedo creer, solo era cuestión de voluntad y de tiempo.
Una vez más me siento la peor madre.
Llegamos a la fiesta, Sonsi no da más con los pies. Martu se cambia y le da esos zapatos, ahora nuevos. Sonsi respira, me muestra dos ampollas, no es nada, le digo. Se pone a bailar. Bailan todas.

Una diferencia: entre el estalinismo práctico y el teórico. Éste último, el de mi infancia, el que practicaban en casa: yo tenía zapatos buenísimos, guillerminas, chinitos, me los compraban en marafuschi, enfrente del Durán, no sé si sigue existiendo, zapatos buenísimos, dos pares por estación pero, para que valorara las cosas me llevaban a los ocho años a ver, por ejemplo, esta película. El práctico: Sonsi caminando por Avellaneda un sábado a la mañana con zapatos chicos, Ro con zapatos grandes.


Y una reflexión aparte: Capaz que este fue y es uno de nuestros secretos para sobrevivir en estos tiempos: blindarnos con todos estos súper amigos que nos cuidan, que nos regalan cosas, zapatos, telescopios, cervezas, libros; aferrarnos a toda esta gente buena que una y otra vez nos devuelve brillando y nuevo lo que nosotros les podemos dar.

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