miércoles, 30 de abril de 2014

El auto

Ayer tenía un día tranquilo. Me quedé durmiendo hasta las 9 y media, desayuné y me disponía a empezar la rutina de la mañana: camas, vestuarios, peinados.
En eso Maite nos avisa que hay un auto estacionado en la entrada del garaje.
Pasa a menudo, nunca están más de diez o quince minutos y siempre son autos que vienen a la casa de al lado o a una productora que hay enfrente. A veces dejan un espacio atrás o adelante, no ayer, el auto estaba perfectamente ubicado tapando todo el portón
Un Gol, bastante nuevo, con freno de mano, en cambio y traba puesta. Inamovible.
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Empezamos la vigilia en la ventana del escritorio.
Vale que adquirió cierto espíritu pendenciero post entrada de ladrones sugiere llamar a la policía, a la grúa, a la metropolitana.
Kp en cambio toca el timbre al lado y bien educadamente pregunta si conocen al dueño del auto.
Negativo, tampoco pertenece a la productora de enfrente, está cerrada.

Se acerca la hora de llevar las criaturas al colegio.
En nuestro garage están los dos autos, el mío chiquito que sale bien por la vereda hasta la siguiente bajada pero en el cual no entran los seis niños más las mochilas, más las bolsas de plastica, más las guitarras, más los violines más todas las cosas que hay que llevar y el de Luis, en el que sí entra todo pero que tendría que salir para atrás, maniobrar en la vereda también marcha atrás y recorrer un trecho bastante largo por la vereda hasta la siguiente bajada.

Me queda una más: en la esquina de casa están colgando una marquesina y está llena de gente trabajando. Hacia allí me dirijo. Averiguo si el auto es de alguien, me dicen que no, les explico el problema, se ríen, siguen trabajando.
Acompaño a Consu a los chinos y cuando vuelvo me encuentro parado en el cordón al jefe de los de la marquesina mirando el Gol. -Está con traba, cambio y freno de mano- me dice, no lo puedo mover. Vos ¿qué auto tenés?-me pregunta. Un Clío, le digo, que sale bien. El tema es que mi marido tiene que sacar su Zafira. Ah, me dice el hombre, y creo, casi que puedo asegurarlo que percibí cierta decepción en su respuesta, yo te ayudaba si querías a maniobrar si estabas sola, pero si está tu marido él se arreglará. Sí, sí le dije, no hay problema, se arregla.
Un héroe el de la marquesina, yo estaba con unos bali que le compré hace dos años a uno que los tenía tirados en la vereda de Puan, una remera sin mangas que me había puesto la tarde anterior para la clase de flamenco y mis sempiternas ojotas y pese a todo el hombre había cruzado la calle para ayudarme a maniobrar.

A la hora de sacar los autos llevamos adelante (Luis, claro) todas las operaciones anteriores y los autos salieron y los chicos fueron al cole.
El auto seguía ahí, casi como riéndose él también de nosotros. Repasamos diversas posibilidades: rayarlo todo con una llave, romperle las ópticas, romper algún vidrio para que sonara la alarma, desinflarle las ruedas. No nos convenció ninguna.
En un momento tuvimos que salir a una inmobiliaria y Luis le dejó en el parabrisas un cartel que decía “Muchas gracias por taparme el garage todo el día”.Descontábamos que cuando volvíamos el auto ya se iba a haber ido.
Pero no, se hizo de noche, volvieron todas las chicas del cole, de música, de la facultad y el auto no se había movido.
Alrededor de las nueve los centinelas del escritorio me avisan que sale el auto.
Voy corriendo, una chica más o menos joven, estaba por arrancar, le golpeo la ventanilla, baja el vidrio. ¿te diste cuenta que dejaste todo el día el auto tapando un garage? ¿que tenía que llevar chicos al colegio, que tuvimos que hacer diez mil maniobras para sacar el auto?, le pregunto, te salvaste de que te hiciéramos mierda el auto, me voy envalentonando un poco.
No hay cartel me contesta. Y ahí perdí un poco el control y casi le grité qué cartel, hay bajada pintada de amarillo, hay un portón gigante, qué cartel, ¿uno que diga Boludos no estacionen?
Y ahí, de la nada, la pobre chica se me largó a llorar, así como cuando se me ponen a llorar Sonsi o Ro cuando las reto. Disculpáme, por favor, me decía, disculpame por cagarte el día, estoy muy acelerada, perdoname y no podía parar de llorar, te doy cien mangos. Claro está que me sentí la peor persona del mundo no tanto por haberla hecho llorar sino porque, al menos, en un relámpago que duró medio segundo me imaginé lo bien que me hubieran venido esos cien pesos a fin de mes. No te preocupes le dije, la próxima vez dejá el auto ahí pero me tocás el timbre y me decís me llamo tanto, voy a tal lado y cuando tengas que sacar tus autos me avisás y listo.
Insistía con el dinero, no está bien repetía yo, mientras trataba de sacarle el papel del parabrisas que entre la lluvia y las hojas era como una cartapesta roñosa. Estoy muy acelerada, tuve que venir a una productora de acá a la vuelta, seguia diciendo hasta que arrancó y se fue.
Después todos mis niños que le contarían al padre cómo yo había hecho llorar a la mujer.
Terminé el día con la sensación de que si quiero puedo ser un ser humano detestable.

Y el protagonismo que a lo largo del día fueron adquiriendo las marquesinas, las publicidades, las inmobiliarias y las productoras me hicieron reflexionar sobre las superventajas de vivir en el distrito audiovisual. 

2 comentarios:

  1. Tus posteos son excelentes, Florencia. Llevo casi una hora queriendo irme a dormir la siesta y estoy pegada leyendo. Próximamente sigo comentando. Saludos! Mariana la hija de Marisú.

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    1. Bueno, Mariana, muchas gracias! Qué bueno que te gusten. Espero que sigas leyendo y comentando. Pero que también puedas dormir la siesta.
      Beso

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