martes, 1 de abril de 2014

El Pirovano. Primera parte

Tarde de domingo tranquila, lluviosa, esperando unas visitas a tomar el té. El horno prendido con cosas cocinándose adentro.

De repente gritos, más que gritos, aullidos de Ro, que llega del escritorio acompañada por Consu, ninguna de las dos puede explicar muy bien qué pasó, Ro solamente que le duele, que le duele mucho.

Primero pensamos que fue un golpe fuerte, pero después vemos que le sale un poquito de sangre de la pierna, el padre le levanta la pata del pantalón y deja ver la herida más profunda que ví en mi vida, de la que no sé cómo sale tan poca sangre.

Se cortó con la silla dice Con y me acuerdo de la cantidad de veces que nos dispusimos con el pensamiento, solo con el pensamiento a tirar la silla del escritorio que estaba rota, que no tenía respaldo, que había quedado con unas placas de acero al descubierto que se terminó clavando la pobre chica.

Busco una toalla, Luis le hace un torniquete, saco el auto, carnet de Dosuba, al Pirovano.

En el viaje repaso mentalmente todas las guardias del Pirovano a las que fui en los últimos seis años, no muchas, dos o tres: con Luis que se golpeó la espalda, con Consu que se le salió un pedazo de dedo, yo llevaba el pedacito en una bolsa hasta que Fabiana, la mejor pediatra que se puede tener, que me iba guiando por teléfono me sugirió que lo tirara, que no se lo iban a poder poner de vuelta, lo dejé en el volquete de una obra.
Otra con Luis que se golpeó el codo, lo revisó el traumatólogo, es solo el golpe y lo mandó a casa, a los diez días lo estaban operando de una fractura con desplazamiento.

Y después todas las veces a la guardia de obstetricia, a ver a Claudia, no podría pensar a mis hijos de Consu en adelante sin ella. Pero, la guardia de obstetricia es en otro lado, es a la salida de un ascensor cuyas paredes vociferaban la alegría de padres, tíos y abuelos porque han parido sus mujeres: Hoy nació Juan Román Lionel, 3kg. 400, el mejor hincha de excursio; hoy nació Brisa Paola, 2 kg.900, su tío orgulloso y así miles de intervenciones hasta que la última vez que fui un cartelito decía respete las paredes del hospital o respete al ascensor, o no escriba o algo así.

Llegamos al hospital, Ro en brazos de Luis, entra llorando, le hacen un globo con un guante, sigue llorando, le sacan la toalla, le ponen una gasa, un médico jovencito lo más simpático nos dice ya viene el cirujano.

Me mareo, me siento en el piso, recuerdo otras guardias, otros hospitales, otros dolores.

Luis se la banca como un rey, la acuestan, le ponen anestesia, la cosen, unas enfermeras le hablan, cuando la terminan de coser entré yo, las mujeres le preguntan “cómo te llamás”, “Rosario” contesta, “qué lindo y de apellido?”, “Rosario Luján”, la mujer insiste “qué lindos nombres y de apellido?”. La chica se descoloca, “Rosario Luján Inés”. La limpian y nos vamos, le regalan una bata porque le tuvieron que romper las calzas.

Todo fue más rápido de lo que esperábamos. Por suerte Boca-River era en la Boca y no en Núñez.
Y Fabiana que, como siempre, nos tranquiliza por teléfono.

Al llegar a casa la mejor sorpresa para Ro, la esperaba Vero, su madrina, su hada madrina, con un regalo: el delantal sin mangas que la madre nunca le llegó a comprar. Ojalá que vuelva el calor.

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