Tarde de domingo
tranquila, lluviosa, esperando unas visitas a tomar el té. El horno prendido
con cosas cocinándose adentro.
De repente
gritos, más que gritos, aullidos de Ro, que llega del escritorio acompañada por
Consu, ninguna de las dos puede explicar muy bien qué pasó, Ro solamente que le
duele, que le duele mucho.
Primero pensamos
que fue un golpe fuerte, pero después vemos que le sale un poquito de sangre de
la pierna, el padre le levanta la pata del pantalón y deja ver la herida más
profunda que ví en mi vida, de la que no sé cómo sale tan poca sangre.
Se cortó con la
silla dice Con y me acuerdo de la cantidad de veces que nos dispusimos con el
pensamiento, solo con el pensamiento a tirar la silla del escritorio que estaba
rota, que no tenía respaldo, que había quedado con unas placas de acero al
descubierto que se terminó clavando la pobre chica.
Busco una
toalla, Luis le hace un torniquete, saco el auto, carnet de Dosuba, al
Pirovano.
En el viaje
repaso mentalmente todas las guardias del Pirovano a las que fui en los últimos
seis años, no muchas, dos o tres: con Luis que se golpeó la espalda, con Consu
que se le salió un pedazo de dedo, yo llevaba el pedacito en una bolsa hasta
que Fabiana, la mejor pediatra que se puede tener, que me iba guiando por
teléfono me sugirió que lo tirara, que no se lo iban a poder poner de vuelta,
lo dejé en el volquete de una obra.
Otra con Luis
que se golpeó el codo, lo revisó el traumatólogo, es solo el golpe y lo mandó a
casa, a los diez días lo estaban operando de una fractura con desplazamiento.
Y después todas
las veces a la guardia de obstetricia, a ver a Claudia, no podría pensar a mis
hijos de Consu en adelante sin ella. Pero, la guardia de obstetricia es en otro
lado, es a la salida de un ascensor cuyas paredes vociferaban la alegría de
padres, tíos y abuelos porque han parido sus mujeres: Hoy nació Juan Román
Lionel, 3kg. 400, el mejor hincha de excursio; hoy nació Brisa Paola, 2 kg.900,
su tío orgulloso y así miles de intervenciones hasta que la última vez que fui
un cartelito decía respete las paredes del hospital o respete al ascensor, o no
escriba o algo así.
Llegamos al
hospital, Ro en brazos de Luis, entra llorando, le hacen un globo con un
guante, sigue llorando, le sacan la toalla, le ponen una gasa, un médico
jovencito lo más simpático nos dice ya viene el cirujano.
Me mareo, me
siento en el piso, recuerdo otras guardias, otros hospitales, otros dolores.
Luis se la banca
como un rey, la acuestan, le ponen anestesia, la cosen, unas enfermeras le
hablan, cuando la terminan de coser entré yo, las mujeres le preguntan “cómo te
llamás”, “Rosario” contesta, “qué lindo y de apellido?”, “Rosario Luján”, la
mujer insiste “qué lindos nombres y de apellido?”. La chica se descoloca, “Rosario
Luján Inés”. La limpian y nos vamos, le regalan una bata porque le tuvieron que
romper las calzas.
Todo fue más
rápido de lo que esperábamos. Por suerte Boca-River era en la Boca y no en
Núñez.
Y Fabiana que,
como siempre, nos tranquiliza por teléfono.
Al llegar a casa
la mejor sorpresa para Ro, la esperaba Vero, su madrina, su hada madrina, con
un regalo: el delantal sin mangas que la madre nunca le llegó a comprar. Ojalá
que vuelva el calor.
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