miércoles, 9 de abril de 2014

Primera clase

Ayer el día empezó temprano, bastante temprano Con los truenos de la una de la mañana se despertaron a los gritos Octi y Estani, como todavía comparten cuna el que se despierta despierta al otro, uno lloraba por los ruidos, el otro porque no lo dejaban dormir. Primero probó Luis, no pudo, seguí yo, no pude, entre los dos los dormimos.

Siguió peor, una cascada de agua corría por la escalera, qué a nadie se le ocurra bajar a la cocina para nada pensé, porque se rompe la cabeza. Después me acordé que a la noche no bajan porque la cocina se llena de babosas, no chiquitas como las que se comen las mandarinas, sino gigantes, cada noche contamos como veinte babosas que no sabemos de dónde vienen ni a dónde se van porque a la mañana no hay ninguna.

Volvimos a dormir, a las cuatro Loli a tomar la teta y después ya me dormí hasta las nueve que vino Luis a avisarme que estaba el desayuno.
Desayunamos y nos pusimos a limpiar y ordenar un poco una planta alta que no se sabe si es una casa, el dispensario de caritas de alguna iglesia o el Bagdad de Homeland.

Sonsi que tenía que hacer la tarea pero que también tenía que traerme un delantal para que le cosiera un botón, Consu que tenía que hacer la tarea pero que también la tenía que peinar, Ro que tenía que bañarla y curarle la herida y Maite que no tenía que hacer nada pero que le dolía la garganta, así que abre la boca y me muestra, tenía una amígdala blanca, toda blanca, mostrale a tu padre le digo, el padre confirma el diagnóstico.
Yo a las 5 tengo que empezar a dar una clase, y Luis recorrer Belgrano para llevar y traer chicos del jardín a música, de música a casa, de casa al jardín, etc., etc., etc., pero antes la chica con esa garganta tiene que ir a la pediatra.

Ni hablar de preparar la clase, una clase de cuatro horas, me dispongo a armar aunque sea un posible cronograma.
Pero Pili que ni tenía tarea, ni tenía ganas de ir al colegio quería ir a cortarse el pelo, la llevo a una peluquería nueva que descubrimos no muy lejos, previo paso por el cajero, estacioné en la puerta de un spa de manos y de pies, en el rato que estuve esperando entraron tres o cuatro mujeres, un poco las envidié.
El peluquero no estaba volvemos a casa; gracias al viaje puedo verificar que una vez más se rompieron todos los semáforos, todos esos viajes desde y hacia el colegio triplican su duración.
En casa, Luis estaba frente a una carne que había sobrado del domingo con la que íbamos (él claro) a hacer un guiso, olela me dice, tiene olor raro, no para mí está bien le contesto luego de olerla durante casi dos minutos.
Empiezan a llegar las chicas a la cocina preguntando si vamos a comer pescado, no es la carne les dice el padre, claramente estaba podrida.
Peino criaturas, coso botones, ayudo con tareas, incluso a Sonsi que vuelve a recordar que tiene tarea cinco minutos antes de salir para el cole. Subo a todos al auto y nos vamos.

Vuelvo de llevarlos y en media hora logro armar mi cronograma de clase, no mucho más.
Decido dar un soneto de Apolo y Dafne y cerrar con el análisis de Las Meninas de Foucault, tranquilo. Viene Agostina que tiene que completar urgente unos papeles, se los firmo.
Llevamos a Maite a lo de Fabiana y de paso a los bebés que hoy tenían control luego de seis meses de no controlarlos.
Así se me pasa la tarde. Salgo del consultorio (en Belgrano por supuesto) a una hora en la que Patricia que empezaba a dar clase conmigo me manda un mensajito que ya llegó a la facultad, que dónde me espera. Calculo mentalmente que en veinte minutos tengo que cruzar Belgrano, dejar a Maite y a los bebés en casa, cruzar dos barrios más y subir cinco pisos.
Llego. Subimos. Nos presentamos, empiezo la clase. Me olvidé el soneto, no hay wi fi. Lo buscamos en los celulares. Me olvidé Las Meninas, la buscamos en los celulares.
Logro por lo menos coherencia durante casi cuatro horas.
Termino la clase que no salió tan mal y bajo las escaleras reflexionando sobre las responsabilidades, los apuros y las circunstancias. Todo podría haber sido peor, mis hijos podrían haber comido carne podrida y en el apuro yo podría, por ejemplo, haber explicado Foucault con este cuadro

Al volver a casa, tres prioridades: no pude hacer pis desde antes de salir con los chicos para la pediatra, me esperaba una Otromundo en el freezer y en algún momento tengo que llevar a Maite a hacerse el cultivo de la angina.

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