Ayer el día empezó
temprano, bastante temprano Con los truenos de la una de la mañana
se despertaron a los gritos Octi y Estani, como todavía comparten
cuna el que se despierta despierta al otro, uno lloraba por los
ruidos, el otro porque no lo dejaban dormir. Primero probó Luis, no
pudo, seguí yo, no pude, entre los dos los dormimos.
Siguió peor, una cascada
de agua corría por la escalera, qué a nadie se le ocurra bajar a la
cocina para nada pensé, porque se rompe la cabeza. Después me
acordé que a la noche no bajan porque la cocina se llena de babosas,
no chiquitas como las que se comen las mandarinas, sino gigantes,
cada noche contamos como veinte babosas que no sabemos de dónde
vienen ni a dónde se van porque a la mañana no hay ninguna.
Volvimos a dormir, a las
cuatro Loli a tomar la teta y después ya me dormí hasta las nueve
que vino Luis a avisarme que estaba el desayuno.
Desayunamos y nos pusimos
a limpiar y ordenar un poco una planta alta que no se sabe si es una
casa, el dispensario de caritas de alguna iglesia o el Bagdad de
Homeland.
Sonsi que tenía que
hacer la tarea pero que también tenía que traerme un delantal para
que le cosiera un botón, Consu que tenía que hacer la tarea pero
que también la tenía que peinar, Ro que tenía que bañarla y
curarle la herida y Maite que no tenía que hacer nada pero que le
dolía la garganta, así que abre la boca y me muestra, tenía una
amígdala blanca, toda blanca, mostrale a tu padre le digo, el padre
confirma el diagnóstico.
Yo a las 5 tengo que
empezar a dar una clase, y Luis recorrer Belgrano para llevar y traer
chicos del jardín a música, de música a casa, de casa al jardín,
etc., etc., etc., pero antes la chica con esa garganta tiene que ir a
la pediatra.
Ni hablar de preparar la
clase, una clase de cuatro horas, me dispongo a armar aunque sea un
posible cronograma.
Pero Pili que ni tenía
tarea, ni tenía ganas de ir al colegio quería ir a cortarse el
pelo, la llevo a una peluquería nueva que descubrimos no muy lejos,
previo paso por el cajero, estacioné en la puerta de un spa de manos
y de pies, en el rato que estuve esperando entraron tres o cuatro
mujeres, un poco las envidié.
El peluquero no estaba
volvemos a casa; gracias al viaje puedo verificar que una vez más se
rompieron todos los semáforos, todos esos viajes desde y hacia el
colegio triplican su duración.
En casa, Luis estaba
frente a una carne que había sobrado del domingo con la que íbamos
(él claro) a hacer un guiso, olela me dice, tiene olor raro, no para
mí está bien le contesto luego de olerla durante casi dos minutos.
Empiezan a llegar las
chicas a la cocina preguntando si vamos a comer pescado, no es la
carne les dice el padre, claramente estaba podrida.
Peino criaturas, coso
botones, ayudo con tareas, incluso a Sonsi que vuelve a recordar que
tiene tarea cinco minutos antes de salir para el cole. Subo a todos
al auto y nos vamos.
Vuelvo de llevarlos y en
media hora logro armar mi cronograma de clase, no mucho más.
Decido dar un soneto de
Apolo y Dafne y cerrar con el análisis de Las Meninas de Foucault,
tranquilo. Viene Agostina que tiene que completar urgente unos
papeles, se los firmo.
Llevamos a Maite a lo de
Fabiana y de paso a los bebés que hoy tenían control luego de seis
meses de no controlarlos.
Así se me pasa la tarde.
Salgo del consultorio (en Belgrano por supuesto) a una hora en la que
Patricia que empezaba a dar clase conmigo me manda un mensajito que
ya llegó a la facultad, que dónde me espera. Calculo mentalmente
que en veinte minutos tengo que cruzar Belgrano, dejar a Maite y a
los bebés en casa, cruzar dos barrios más y subir cinco pisos.
Llego. Subimos. Nos
presentamos, empiezo la clase. Me olvidé el soneto, no hay wi fi. Lo
buscamos en los celulares. Me olvidé Las Meninas, la buscamos en los
celulares.
Logro por lo menos
coherencia durante casi cuatro horas.
Termino la clase que no
salió tan mal y bajo las escaleras reflexionando sobre las
responsabilidades, los apuros y las circunstancias. Todo podría
haber sido peor, mis hijos podrían haber comido carne podrida y en el
apuro yo podría, por ejemplo, haber explicado Foucault con este cuadro
Al volver a casa, tres
prioridades: no pude hacer pis desde antes de salir con los chicos
para la pediatra, me esperaba una Otromundo en el freezer y en algún
momento tengo que llevar a Maite a hacerse el cultivo de la angina.
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