jueves, 31 de diciembre de 2015

Veintequince






Innumerables cervezas
Las rojas que nos tomamos con Vero.
Las negras con las que acompañamos el chucrut después de terminar la clase de la Numancia en el bosque con Gloria y con Francisco.
Las de todos los colores que nos tomamos con Luis: sobre todo la de la otra noche, en The Oldest después de que me abrazara un rato largo.
La que nos tomamos con Mariano antes de que bautizara a los chicos en honor de la madrina que nunca vino.
Los porroncitos de cada uno de los festejos de cumpleaños del mediodía.
Las del asado en el que despedimos a Patricio.
Las del patio cervecero del Raíz.
La que nos tomamos con Xime el día que empezaron las clases.
Las de la choppera de la comunión de las chicas.
Las de la madrugada en la radio de la Paternal para esquivar el desamparo que acechaba.


Los vinos que tomamos las veces que salimos a comer con Luis en esos restaurantes lindísimos al que lo llevan sus guías gourmets.
Los tragos que pedimos antes de comer en esos restaurantes. El de nuestro aniversario que tenía pomelo y pisco, que tomamos después de venir de un aniversario menos dichoso.
Los vinos que compramos en el chino para el bautismo que no estaban picados y que después tomamos también en mi cumple. Las madrinas y padrinos verdaderos. Todos los amigos que nos acompañaron con y sin pelucas.

El whisky que me regaló el otro Mariano que todavía no me animé a probar aunque Meneca me aconsejó probarlo puro y sin hielo y Mariano mezclarlo con cerveza.
El lemoncello que me convidaron Patricia y Meneca cuando pasé a saludarlas y después de tomarlo armamos ahí un programa para un seminario.
Los champagnes que le regalamos a Fabi.
El campari que estamos preparando para hoy a la noche para compartirlo con Valen y Pili que ya crecieron.

No hubo tragos pero también merecían un brindis:
Mis preciosas hijas y mis preciosos hijos. Cuando me sacan de quicio y cuando los quiero abrazar todo el tiempo.
El camino a Luján con Ceci cuando se nos iba poniendo el sol en los ojos.
El reencuentro con gente querida
El descubrir a Ignacio, su acompañamiento y la inteligencia de sus conversaciones.
Coni.
Las sevillanas que terminé de aprender aunque no las pude perfeccionar.
El diluvio bajo el que tuve que manejar el auto de Vero porque se le había acalambrado la pierna después de atravesar Constitución y empaparnos.

Por un 2016 en el que sigan los amigos, los abrazos y las esperanzas.
Por un 2016 de cervezas, vinos y más tragos.

Aunque ahora esté más en esta onda


martes, 29 de diciembre de 2015

Pili



Me acuerdo hace doce años: un mediodía bastante caluroso atravesando una y otra vez un shopping, no sé cuál, buscando infructuosamente el rinoceronte o el hipopótamo de Rapunzel.
La historia no tendría nada de extraño si no fuera porque venía de que la partera me revisara, me rompiera las membranas y me citara para que a la tarde ya me internara porque Maite estaba por nacer.
Luego de una semana de estar yendo y viniendo la mujer justo ese día me dijo de hoy no pasamos. Le pedí por favor que justo ese dia no, que tenía una nena que ese día cumplía cinco años pero no hubo caso; se ve que no quería tener que salir corriendo el 31 a la noche.
Por eso antes de llegar a casa para preparar el bolso tenía que conseguir el animal ese de Rapunzel como regalo de cumple.
En el recorrido me agarraron dos o tres contracciones tan fuertes que creí que la chica nacía ahí,en medio del shopping. Los juguetes estaban casi agotados porque los habían comprado todos para Nochebuena pero en una juguetería escondida en el último piso al que llegué por escaleras apareció el regalo prometido; ahora me acuerdo bien: no era ni un hipopótamo ni un rinoceronte, era un unicornio.
A la tarde nos fuimos con Luis al sanatorio.
Odié al médico y a la partera: cuarto parto y me pusieron goteo, episiotomía, anestesia, no me dejaron pujar hasta que no prendiera la anestesia. Me dolió todo. Podría haber parido al día siguiente, hubiera sido lo mismo.
Y Maite que nació bastante grande.
Quedé agotada, del unicornio, del parto y de la sensación de que le había hecho algo no muy bueno a Pili al no impedir que su hermana naciera el mismo día que ella.
Luis se ve que también quedó cansado porque se tiró en la cama de al lado de la mía y se quedó tan dormido que cuando entró una monja a decirnos algo de la bebita el padre roncaba despreocupado.
En otra dimensión Pili festejaba su quinto cumpleaños con empanadas y algunas visitas. Y también con el unicornio.

Mucho tiempo después con los gemelos y los mellizos las coincidencias de las fechas se pondrían más fáciles y más bizarras.

Pero todos los 29 de diciembre cumplen años mis dos nenas.
Maite, en el post anterior

Y Pili
la que se queja porque nunca pongo nada para su cumple
la que todavía cada 29 de diciembre nos hace acordar de que cuando cumplió cinco años se le arruinó el festejo porque nació su hermana.
la que el otro día en una conversación sobre flores, cogollos, épocas y paraguayos me dijo parezco yo la madre y vos la hija
a la que un rayo le partió en dos la infancia y así partida en dos siguió adelante
a la que el mismo rayo cuando no cesa la nubla un poco.
la que nos hace reir siempre con alguna salida brillante,
la que cuando se avergüenza de sus padres se rie y nos dice los odio
la que está esperando tener 18 para irse de la casa aunque después ella misma reflexiona a dónde me voy a ir
la que se cree que forma parte de una elite intelectual no se sabe muy bien cómo ni por qué
la que tiene en claro cómo defender sus ideas y las defiende
Hoy cumple diecisiete






viernes, 18 de diciembre de 2015

Maite






Maite termina sexto grado y le queda solo un año para terminar su primaria.
Cualquiera que la ve piensa que es mucho más grande. Está muy alta. Cualquiera que la escucha hablar también piensa que es mucho más grande.
Tiene bastantes amigas y amigos ya en la secundaria, es seria, se ríe muy poco, cuando se ríe su sonrisa parece un latigazo de estrellas.
A veces cuando está aburrida se pone a tocar el violín: los acordes o las notas, no sé muy bien qué son, bajan como una cascada por las escaleras desde el cuarto que comparte con sus cuatro hermanas más chicas.
Antes nos llevábamos mucho mejor, en 2011 me acompañaba a todos los partidos de hockey y a algunos entrenamientos.
En 2007 mi única salida era ir a buscarla al jardín, estaba en sala de 3, de vuelta del cole parábamos siempre en un kiosco a comprar caramelos o chupetines, lo que eligiera.
Era mi nena casi preferida.

Este diciembre estuvo lleno de actos, igual que todos los diciembres de nuestra vida desde hace por lo menos quince años. Pero un poco más tranquilos porque ninguno terminaba ni preescolar ni la primaria ni la secundaria.
Solamente Estani tenía que recibir la bandera del Jardín que le pasaban los de sala amarilla.El miércoles nos despertamos temprano para ir al acto. Estani no quería moverse de la cama. En algun momento pensamos en ponerle el guardapolvo a Octi.
Después de algunas insistencias de sus hermanas arrancó.
Por supuesto en el acto no hubo caso. Nadie logró que Estani agarrara la bandera; por suerte su amiga Oli estaba perfectamente preparada y fue una abanderada de lujo.
Papelón del chico que cerró el tema diciendo “no quiero hablar de eso”.

Cuando Valen y Pili terminaron sexto grado recibieron la bandera de séptimo.
Todo hacía pensar que Maite también la iba a recibir.
Hace diez días más o menos se quedó conmigo un rato a la noche, son raros esos momentos en los que Maite busca el tiempo para hablar de algo. Y me explicó, en lo que ella percibía como una injusticia, que creía que no le iban a dar la bandera y me argumentó con una claridad propia de una persona adulta,por qué ella consideraba que sí se la tenían que dar y que iba a defender lo que pensaba.
Hace cinco días vino Sonsi a decirme que a Maite no le iban a dar la bandera y que había estado toda la tarde llorando. Claro, yo que me había quedado con la idea de la injusticia puse primera, segunda y hasta sexta no paré. El llanto había borrado la claridad de los días anteriores. Hablamos mucho, la alenté para que peleara por lo que consideraba justo pero ya se había desarmado por el camino.
Conversó del tema también con las hermanas, Pili sumó un conflicto más al decirle que no llevara ni en pedo la bandera de la ciudad (la que le tocaba por salir segunda) que tenía un signo nazi, lo que no fue un consejo demasiado afortunado. Sonsi en su nube hizo un chiste no de muy buen gusto y Valen siempre aportando sentido común, le dijo que muchas veces las cosas no salen como uno quiere y hay que acostumbrarse.
Entre las tres solucionaron el problema más allá de mis intervenciones presas del desaforamiento de estos días.
Y hoy Maite con su sonrisa de estrellas llevó la bandera de la ciudad.

Ayer sus tres hermanas medianas recibieron sendos diplomas de mejores alumnas.
Hace unos años estas cuestiones me habían dejado de importar. Solo quería tener mis hijos e hijas conmigo.

Ahora me vuelven a parecer fundamentales. ¿Son fundamentales?



martes, 15 de diciembre de 2015

Hoy



Ayer en el Zamorano un señor me hizo llorar.
Se me acercó casi terminando el almuerzo y me dijo que para él mi apellido significaba mucho.
Que él era el hijo de la tía Inés, afirmación que no entendí del todo porque yo no tengo ni tuve una tía Inés, porque si hubiera sido así el hombre seríá mi primo y porque el hombre no podía tener una tía como madre.
Después él mismo se dio cuenta del error que rectificó diciendo el sobrino de la tía Inés.
Me contó también que mi papá le habia puesto el sobrenombre que le había quedado para siempre. Pero no le pregunté ni cuál era ese sobrenombre ni las razones por las que se lo había adjudicado. Solo le dije que me acordaba de haberlo visto a él y a su tía Inés algunas de las veces que comíamos pulpo en julio para festejar Santiago.
Ahí fue que me puse un poco a llorar aunque no sé si fue el calor que me hacía resbalar el sudor por las mejillas como si fueran lágimas.

Hoy fui al negocio donde alquilamos siempre las sillas, las copas y los cubiertos cuando hacemos fiestas en casa.
A devolver los manteles, las copas y las cucharitas que había alquilado para la fiesta de ayer del Zamorano, en la que el señor me hizo llorar.
Cuando firmé el recibo donde decía que devolvía todo en orden menos tres copas de agua que se habían roto y una de champagne ví que era 14 de diciembre.
Y me acordé recién ahí que hoy era el cumpleaños de mi papá.
Pensé entonces en que tenía que ir al barrio chino a comprar pulpo para comer a la noche, que se nos había acabado hace unos días el aceite de oliva y que tenía que poner una botella de vino rosado en la heladera.
Hace ya unos años que acompañamos el pulpo con vino rosado, a veces más dulce, a veces más áspero.
Luis compró el pulpo pero nos olvidamos del vino y del aceite de oliva. A la noche muy tarde consiguió en un kiosco un aceite de oliva barato de marca Don Benito y al vino lo reemplazamos con una cerveza que trajo Vero el sábado y que había sobrado.
El pulpo que en realidad fueron pulpitos quedó riquísimo.

El día también me regaló otras imágenes, sobre todo de banderas.
La tricolor de la república flameando al viento del atardecer.
Las lágrimas de Maite porque no le dan la bandera argentina en el acto de egresados de séptimo.
Las banderas rojas con cuatro letras amarillas que siempre me gustan tanto.
Terminamos la cena cantando con Sonsi y Ruli canciones de Chiquititas, de Rincón de Luz y de otros programas viejos de tele.
Se acaba el día: pulpo, banderas y recuerdos.
Si mi padre hubiera sido otro yo hoy estaría tranquila y feliz viendo como mis criaturas van cerrando el año, poniendo sus fotos, celebrando sus éxitos y no yendo y viniendo con cosas desde casa al zamorano y vice versa ni tampoco desmenuzando la historia desde el 18 Brumario en adelante.

Por suerte no fue otro.