Innumerables cervezas
Las rojas que nos tomamos
con Vero.
Las negras con las que
acompañamos el chucrut después de terminar la clase de la Numancia
en el bosque con Gloria y con Francisco.
Las de todos los colores
que nos tomamos con Luis: sobre todo la de la otra noche, en The
Oldest después de que me abrazara un rato largo.
La que nos tomamos con
Mariano antes de que bautizara a los chicos en honor de la madrina
que nunca vino.
Los porroncitos de cada
uno de los festejos de cumpleaños del mediodía.
Las del asado en el que
despedimos a Patricio.
Las del patio cervecero
del Raíz.
La que nos tomamos con
Xime el día que empezaron las clases.
Las de la choppera de la
comunión de las chicas.
Las de la madrugada en la
radio de la Paternal para esquivar el desamparo que acechaba.
Los vinos que tomamos las
veces que salimos a comer con Luis en esos restaurantes lindísimos
al que lo llevan sus guías gourmets.
Los tragos que pedimos antes de comer en esos restaurantes. El de nuestro aniversario que tenía pomelo y pisco, que tomamos después de venir de un aniversario menos dichoso.
Los vinos que compramos en el
chino para el bautismo que no estaban picados y que después tomamos
también en mi cumple. Las madrinas y padrinos verdaderos. Todos los amigos que nos acompañaron con y sin pelucas.
El whisky que me regaló
el otro Mariano que todavía no me animé a probar aunque Meneca me
aconsejó probarlo puro y sin hielo y Mariano mezclarlo con cerveza.
El lemoncello que me
convidaron Patricia y Meneca cuando pasé a saludarlas y después de
tomarlo armamos ahí un programa para un seminario.
Los champagnes que le
regalamos a Fabi.
El campari que estamos
preparando para hoy a la noche para compartirlo con Valen y Pili que
ya crecieron.
No hubo tragos pero
también merecían un brindis:
Mis preciosas hijas y mis
preciosos hijos. Cuando me sacan de quicio y cuando los quiero
abrazar todo el tiempo.
El camino a Luján con
Ceci cuando se nos iba poniendo el sol en los ojos.
El reencuentro con gente
querida
El descubrir a Ignacio,
su acompañamiento y la inteligencia de sus conversaciones.
Coni.
Las sevillanas que
terminé de aprender aunque no las pude perfeccionar.
El diluvio bajo el que
tuve que manejar el auto de Vero porque se le había acalambrado la
pierna después de atravesar Constitución y empaparnos.
Por un 2016 en el que sigan los amigos, los abrazos y las esperanzas.
Por un 2016 de cervezas, vinos y más tragos.
Aunque ahora esté más en esta onda