viernes, 18 de diciembre de 2015

Maite






Maite termina sexto grado y le queda solo un año para terminar su primaria.
Cualquiera que la ve piensa que es mucho más grande. Está muy alta. Cualquiera que la escucha hablar también piensa que es mucho más grande.
Tiene bastantes amigas y amigos ya en la secundaria, es seria, se ríe muy poco, cuando se ríe su sonrisa parece un latigazo de estrellas.
A veces cuando está aburrida se pone a tocar el violín: los acordes o las notas, no sé muy bien qué son, bajan como una cascada por las escaleras desde el cuarto que comparte con sus cuatro hermanas más chicas.
Antes nos llevábamos mucho mejor, en 2011 me acompañaba a todos los partidos de hockey y a algunos entrenamientos.
En 2007 mi única salida era ir a buscarla al jardín, estaba en sala de 3, de vuelta del cole parábamos siempre en un kiosco a comprar caramelos o chupetines, lo que eligiera.
Era mi nena casi preferida.

Este diciembre estuvo lleno de actos, igual que todos los diciembres de nuestra vida desde hace por lo menos quince años. Pero un poco más tranquilos porque ninguno terminaba ni preescolar ni la primaria ni la secundaria.
Solamente Estani tenía que recibir la bandera del Jardín que le pasaban los de sala amarilla.El miércoles nos despertamos temprano para ir al acto. Estani no quería moverse de la cama. En algun momento pensamos en ponerle el guardapolvo a Octi.
Después de algunas insistencias de sus hermanas arrancó.
Por supuesto en el acto no hubo caso. Nadie logró que Estani agarrara la bandera; por suerte su amiga Oli estaba perfectamente preparada y fue una abanderada de lujo.
Papelón del chico que cerró el tema diciendo “no quiero hablar de eso”.

Cuando Valen y Pili terminaron sexto grado recibieron la bandera de séptimo.
Todo hacía pensar que Maite también la iba a recibir.
Hace diez días más o menos se quedó conmigo un rato a la noche, son raros esos momentos en los que Maite busca el tiempo para hablar de algo. Y me explicó, en lo que ella percibía como una injusticia, que creía que no le iban a dar la bandera y me argumentó con una claridad propia de una persona adulta,por qué ella consideraba que sí se la tenían que dar y que iba a defender lo que pensaba.
Hace cinco días vino Sonsi a decirme que a Maite no le iban a dar la bandera y que había estado toda la tarde llorando. Claro, yo que me había quedado con la idea de la injusticia puse primera, segunda y hasta sexta no paré. El llanto había borrado la claridad de los días anteriores. Hablamos mucho, la alenté para que peleara por lo que consideraba justo pero ya se había desarmado por el camino.
Conversó del tema también con las hermanas, Pili sumó un conflicto más al decirle que no llevara ni en pedo la bandera de la ciudad (la que le tocaba por salir segunda) que tenía un signo nazi, lo que no fue un consejo demasiado afortunado. Sonsi en su nube hizo un chiste no de muy buen gusto y Valen siempre aportando sentido común, le dijo que muchas veces las cosas no salen como uno quiere y hay que acostumbrarse.
Entre las tres solucionaron el problema más allá de mis intervenciones presas del desaforamiento de estos días.
Y hoy Maite con su sonrisa de estrellas llevó la bandera de la ciudad.

Ayer sus tres hermanas medianas recibieron sendos diplomas de mejores alumnas.
Hace unos años estas cuestiones me habían dejado de importar. Solo quería tener mis hijos e hijas conmigo.

Ahora me vuelven a parecer fundamentales. ¿Son fundamentales?



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