Maite termina sexto grado
y le queda solo un año para terminar su primaria.
Cualquiera que la ve
piensa que es mucho más grande. Está muy alta. Cualquiera que la
escucha hablar también piensa que es mucho más grande.
Tiene bastantes amigas y
amigos ya en la secundaria, es seria, se ríe muy poco, cuando se ríe
su sonrisa parece un latigazo de estrellas.
A veces cuando está
aburrida se pone a tocar el violín: los acordes o las notas, no sé
muy bien qué son, bajan como una cascada por las escaleras desde el
cuarto que comparte con sus cuatro hermanas más chicas.
Antes nos llevábamos
mucho mejor, en 2011 me acompañaba a todos los partidos de hockey y
a algunos entrenamientos.
En 2007 mi única salida
era ir a buscarla al jardín, estaba en sala de 3, de vuelta del cole
parábamos siempre en un kiosco a comprar caramelos o chupetines, lo
que eligiera.
Era mi nena casi
preferida.
Este diciembre estuvo
lleno de actos, igual que todos los diciembres de nuestra vida desde
hace por lo menos quince años. Pero un poco más tranquilos porque
ninguno terminaba ni preescolar ni la primaria ni la secundaria.
Solamente Estani tenía
que recibir la bandera del Jardín que le pasaban los de sala
amarilla.El miércoles nos despertamos temprano para ir al acto.
Estani no quería moverse de la cama. En algun momento pensamos en
ponerle el guardapolvo a Octi.
Después de algunas
insistencias de sus hermanas arrancó.
Por supuesto en el acto
no hubo caso. Nadie logró que Estani agarrara la bandera; por suerte
su amiga Oli estaba perfectamente preparada y fue una abanderada de
lujo.
Papelón del chico que
cerró el tema diciendo “no quiero hablar de eso”.
Cuando Valen y Pili
terminaron sexto grado recibieron la bandera de séptimo.
Todo hacía pensar que
Maite también la iba a recibir.
Hace diez días más o
menos se quedó conmigo un rato a la noche, son raros esos momentos
en los que Maite busca el tiempo para hablar de algo. Y me explicó,
en lo que ella percibía como una injusticia, que creía que no le
iban a dar la bandera y me argumentó con una claridad propia de una
persona adulta,por qué ella consideraba que sí se la tenían que
dar y que iba a defender lo que pensaba.
Hace cinco días vino
Sonsi a decirme que a Maite no le iban a dar la bandera y que había
estado toda la tarde llorando. Claro, yo que me había quedado con la
idea de la injusticia puse primera, segunda y hasta sexta no paré.
El llanto había borrado la claridad de los días anteriores.
Hablamos mucho, la alenté para que peleara por lo que consideraba
justo pero ya se había desarmado por el camino.
Conversó del tema
también con las hermanas, Pili sumó un conflicto más al decirle
que no llevara ni en pedo la bandera de la ciudad (la que le tocaba
por salir segunda) que tenía un signo nazi, lo que no fue un consejo
demasiado afortunado. Sonsi en su nube hizo un chiste no de muy buen
gusto y Valen siempre aportando sentido común, le dijo que muchas
veces las cosas no salen como uno quiere y hay que acostumbrarse.
Entre las tres
solucionaron el problema más allá de mis intervenciones presas del
desaforamiento de estos días.
Y hoy Maite con su
sonrisa de estrellas llevó la bandera de la ciudad.
Ayer sus tres hermanas
medianas recibieron sendos diplomas de mejores alumnas.
Hace unos años estas
cuestiones me habían dejado de importar. Solo quería tener mis
hijos e hijas conmigo.
Ahora me vuelven a
parecer fundamentales. ¿Son fundamentales?
No hay comentarios:
Publicar un comentario