martes, 15 de diciembre de 2015

Hoy



Ayer en el Zamorano un señor me hizo llorar.
Se me acercó casi terminando el almuerzo y me dijo que para él mi apellido significaba mucho.
Que él era el hijo de la tía Inés, afirmación que no entendí del todo porque yo no tengo ni tuve una tía Inés, porque si hubiera sido así el hombre seríá mi primo y porque el hombre no podía tener una tía como madre.
Después él mismo se dio cuenta del error que rectificó diciendo el sobrino de la tía Inés.
Me contó también que mi papá le habia puesto el sobrenombre que le había quedado para siempre. Pero no le pregunté ni cuál era ese sobrenombre ni las razones por las que se lo había adjudicado. Solo le dije que me acordaba de haberlo visto a él y a su tía Inés algunas de las veces que comíamos pulpo en julio para festejar Santiago.
Ahí fue que me puse un poco a llorar aunque no sé si fue el calor que me hacía resbalar el sudor por las mejillas como si fueran lágimas.

Hoy fui al negocio donde alquilamos siempre las sillas, las copas y los cubiertos cuando hacemos fiestas en casa.
A devolver los manteles, las copas y las cucharitas que había alquilado para la fiesta de ayer del Zamorano, en la que el señor me hizo llorar.
Cuando firmé el recibo donde decía que devolvía todo en orden menos tres copas de agua que se habían roto y una de champagne ví que era 14 de diciembre.
Y me acordé recién ahí que hoy era el cumpleaños de mi papá.
Pensé entonces en que tenía que ir al barrio chino a comprar pulpo para comer a la noche, que se nos había acabado hace unos días el aceite de oliva y que tenía que poner una botella de vino rosado en la heladera.
Hace ya unos años que acompañamos el pulpo con vino rosado, a veces más dulce, a veces más áspero.
Luis compró el pulpo pero nos olvidamos del vino y del aceite de oliva. A la noche muy tarde consiguió en un kiosco un aceite de oliva barato de marca Don Benito y al vino lo reemplazamos con una cerveza que trajo Vero el sábado y que había sobrado.
El pulpo que en realidad fueron pulpitos quedó riquísimo.

El día también me regaló otras imágenes, sobre todo de banderas.
La tricolor de la república flameando al viento del atardecer.
Las lágrimas de Maite porque no le dan la bandera argentina en el acto de egresados de séptimo.
Las banderas rojas con cuatro letras amarillas que siempre me gustan tanto.
Terminamos la cena cantando con Sonsi y Ruli canciones de Chiquititas, de Rincón de Luz y de otros programas viejos de tele.
Se acaba el día: pulpo, banderas y recuerdos.
Si mi padre hubiera sido otro yo hoy estaría tranquila y feliz viendo como mis criaturas van cerrando el año, poniendo sus fotos, celebrando sus éxitos y no yendo y viniendo con cosas desde casa al zamorano y vice versa ni tampoco desmenuzando la historia desde el 18 Brumario en adelante.

Por suerte no fue otro.



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