Semana de arreglos.
El piso del escritorio:
parecía la cordillera de los Andes, las tablas de madera en algún
momento se levantaron.
Cuando los más chicos
las pisaban se tropezaban y se caían; lo mismo la gente grande que
venía de visita; al entrar al escritorio les teníamos que avisar
que tuvieran cuidado, que se podían lastimar.
A mí me hacía acordar
al piso de la caminata lunar, una especie de pelotero de los '70-´80.
No tengo mucha idea de donde había caminatas lunares, sé que en los
lugares de playa por ejemplo era lo que seguía en edad a la
calesita; cuando uno se ponía grande para la calesita estaba la
caminata lunar. Acá en la ciudad no me acuerdo dónde había. No sé
si en el Ital Park. Solamente me acuerdo de que para entrar siempre
había que hacer como mínimo una hora de cola y de que adentro había
un olor horrible. Pero uno se sentía como si caminara en el aire y
ni hablar de los que daban mortales y caían perfecto.
Así, como la caminata
lunar, estaba el parquet del escritorio, también con un olor
horrible a humedad lo que nos hizo sospechar que el levantamiento
tenía que ver con algún caño roto. Por suerte cuando lo vinieron a
arreglar era solo que se había levantado, ya me imaginaba rompiendo
todo el piso, perforando un caño cloacal o algún otro desastre
doméstico similar pero no, era solo la madera levantada.
La rueda del auto: antes
de irme a Quequén cambié las dos ruedas delanteras. La otra mañana
estaba llevando a Maite a Cronopios y me tocan bocina unos chicos de
un auto de al lado. Me señalaban la goma de adelante, no ha de ser
tan grave pensé. Cuando estacioné y la vi estaba casi en llanta.
Fuimos con Maite a una especie de entrevista donde nos evaluaron a
ambas sobre nuestra capacidad de entender las consignas y nuestra
voluntad de que la chica hiciera un sacrificio a lo largo del año.
Lo primero creo que aprobamos, lo segundo no estoy tan segura.
Salimos a cualquier hora, tenía que volver a casa, preparar el
almuerzo y en el camino pasar por lo de la abuela a buscar un
daguerrotipo de un congresista de Tucumán porque Sonsi tenia que
llevar al cole “algo antiguo” Ya de vuelta en el auto, yo creia
escuchar el ruido del metal rozando el asfalto pero no, se ve que a
la rueda todavía le quedaba un poco de aire. Cambié de recorrido y
fui para una estación de servicio pero se había roto el compresor.
Encaré la barranca para llegar a Cabildo pensando que en cualquier
momento empezaban las chispas. Llegué a otra estación, le dí aire,
busqué la reliquia en lo de la abuela y llegaron todos y todas al
cole a horario y almorzados.
A la tarde fui a la
gomería en la que me mandaron subir con el auto a una plataforma que
me hizo pensar una vez más en algún juego del Ital Park. En la que
después de permanecer casi una hora, cuando me fui le dí un beso a
la dueña y a una pobre mujer cuyo mayor problema en estos días era
que iba a tener que cambiar las cuatro ruedas de su auto último
modelo y que cuando me subí a esa especie de samba para autos me
dijo “voy a rezar por vos”.
Como sea después de
pasar por un montón de máquinas la rueda quedó arreglada. Las
máquinas de las gomerías me llaman la atención, debería en algun
momento escribir sobre ellas porque son diferentes a todo lo
conocido.
Otros arreglos:
mi compu chiquita que ya
hace casi seis años que la tengo y parece no dar más.
Las adolescentes de la
casa, se arreglan, se desarreglan, se vuelven a arreglar y se vuelven
a desarreglar. Saltando a veces más alto, a veces más bajo y a
veces no cayendo del todo bien en una gran caminata lunar en la que
hay que tratar de no dar vueltas en el aire.
Por suerte tenemos un
colchón bien mullido para cuando se caen.
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