jueves, 17 de marzo de 2016

Arreglos


Semana de arreglos.

El piso del escritorio: parecía la cordillera de los Andes, las tablas de madera en algún momento se levantaron.
Cuando los más chicos las pisaban se tropezaban y se caían; lo mismo la gente grande que venía de visita; al entrar al escritorio les teníamos que avisar que tuvieran cuidado, que se podían lastimar.
A mí me hacía acordar al piso de la caminata lunar, una especie de pelotero de los '70-´80. No tengo mucha idea de donde había caminatas lunares, sé que en los lugares de playa por ejemplo era lo que seguía en edad a la calesita; cuando uno se ponía grande para la calesita estaba la caminata lunar. Acá en la ciudad no me acuerdo dónde había. No sé si en el Ital Park. Solamente me acuerdo de que para entrar siempre había que hacer como mínimo una hora de cola y de que adentro había un olor horrible. Pero uno se sentía como si caminara en el aire y ni hablar de los que daban mortales y caían perfecto.
Así, como la caminata lunar, estaba el parquet del escritorio, también con un olor horrible a humedad lo que nos hizo sospechar que el levantamiento tenía que ver con algún caño roto. Por suerte cuando lo vinieron a arreglar era solo que se había levantado, ya me imaginaba rompiendo todo el piso, perforando un caño cloacal o algún otro desastre doméstico similar pero no, era solo la madera levantada.
La rueda del auto: antes de irme a Quequén cambié las dos ruedas delanteras. La otra mañana estaba llevando a Maite a Cronopios y me tocan bocina unos chicos de un auto de al lado. Me señalaban la goma de adelante, no ha de ser tan grave pensé. Cuando estacioné y la vi estaba casi en llanta. Fuimos con Maite a una especie de entrevista donde nos evaluaron a ambas sobre nuestra capacidad de entender las consignas y nuestra voluntad de que la chica hiciera un sacrificio a lo largo del año. Lo primero creo que aprobamos, lo segundo no estoy tan segura. Salimos a cualquier hora, tenía que volver a casa, preparar el almuerzo y en el camino pasar por lo de la abuela a buscar un daguerrotipo de un congresista de Tucumán porque Sonsi tenia que llevar al cole “algo antiguo” Ya de vuelta en el auto, yo creia escuchar el ruido del metal rozando el asfalto pero no, se ve que a la rueda todavía le quedaba un poco de aire. Cambié de recorrido y fui para una estación de servicio pero se había roto el compresor. Encaré la barranca para llegar a Cabildo pensando que en cualquier momento empezaban las chispas. Llegué a otra estación, le dí aire, busqué la reliquia en lo de la abuela y llegaron todos y todas al cole a horario y almorzados.
A la tarde fui a la gomería en la que me mandaron subir con el auto a una plataforma que me hizo pensar una vez más en algún juego del Ital Park. En la que después de permanecer casi una hora, cuando me fui le dí un beso a la dueña y a una pobre mujer cuyo mayor problema en estos días era que iba a tener que cambiar las cuatro ruedas de su auto último modelo y que cuando me subí a esa especie de samba para autos me dijo “voy a rezar por vos”.
Como sea después de pasar por un montón de máquinas la rueda quedó arreglada. Las máquinas de las gomerías me llaman la atención, debería en algun momento escribir sobre ellas porque son diferentes a todo lo conocido.

Otros arreglos:
mi compu chiquita que ya hace casi seis años que la tengo y parece no dar más.
Las adolescentes de la casa, se arreglan, se desarreglan, se vuelven a arreglar y se vuelven a desarreglar. Saltando a veces más alto, a veces más bajo y a veces no cayendo del todo bien en una gran caminata lunar en la que hay que tratar de no dar vueltas en el aire.
Por suerte tenemos un colchón bien mullido para cuando se caen.





No hay comentarios:

Publicar un comentario