Interior del auto de Luis:
Valen: una sandalia que se le despegó. La compostura de calzado queda enfrente de donde va Maite tres mañanas por semana a su preparación para el curso. La dejó en el auto para que cuando yo tenga tiempo y pueda estacionar en algo mejor que triple fila se la lleve a arreglar.
Pili: un par de zapatillas y una lona que llevó un día al club para tomar sol.
Maite: una bolsa de paño lenci verde con unos libros de actas que yo pensé que eran los míos del Zamorano, pero no. Son unas cosas de ella de scouts que encima no se pueden revisar porque son secretas. También un palo con un banderín.
Sonsi: una bolsa con libros de lecciones de piano que tienen alrededor de cien años de antigüedad, se los dio la abuela para que done a la escuela de música pero se los olvida siempre. También una guitarra y un palo con un banderín.
Consu: dos pelotas de fútbol. Un palo con un banderín de la patrulla de los scouts. Otra guitarra, una bolsa con telgopor, una lata de atún vacía y un pedazo de un cajón de naranjas porque tenía que trabajar con texturas en el colegio.
Ruli: un banderín. Una bolsa con las cosas de plástica que se van saliendo de a poco. Un cepillo para peinarse mientras va al cole.
Octi y Estani: una bolsa con disfraces que llevan todos los días al jardín porque en algún momento de la tarde se disfrazan ellos y sus amigos de batman, de superman, del hombre araña negro, de ironman, de minions. Dos cartones.
Toto: su mantita Titi negra de roñosa que todavía usa y se mete en la boca.
Loli: un banderín que le hicieron las hermanas grandes con una madera y un globo. Una muñeca.
De nadie: pares de medias, medias sueltas, camperas, autitos, cuadernos de otros años, alguna toalla, agenditas, hebillas, gomitas de pelo, papeles.
Y además trae adentro y afuera toda la arena, la tierra y el barro de Bahía de los Vientos porque todavía Luis no lo llevó a lavar.
Antes, cuando éramos chicos, salíamos y Luis me llevaba a casa en el auto de su papá.
Nos quedábamos horas adentro del auto estacionado en la puerta. Una vez vino un policía a golpearnos el vidrio. Le explicamos que estábamos hablando, nos creyó y nos dejó en paz.
La otra noche nos fuimos al recital de Coldplay en el estadio único. Buenísimo, el estadio, el recital y la salida.
Colaboramos al desorden de ese auto lleno de cosas con dos pulseras que nos dieron a la entrada y que en algún momento del recital se activaron y llenaron todo de luces de colores.
Mientras caminábamos quinientas cuadras desde el estacionamiento hasta el concierto metí el pie en un pozo lleno de barro que luego fue también al auto.
Menos mal que ahora volvemos agotados de las salidas y nos vamos rápido a dormir.
Menos mal que no tenemos más esas conversaciones adentro del auto en el medio de la noche. Porque si nos agarra un policía y nos revisa el auto, en vez de creernos que tenemos diez hijos y que cada uno deja sus cosas donde puede , nos lleva presos por contrabando de porquerías.
Y después nos tenemos que fumar a Valen sacándonos de la cárcel y retándonos por no haberle llevado a arreglar la sandalia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario