Ayer acompañé a Loli y a Toto a
una excursión con su salita. Nos fuimos a una biblioteca en el medio de la
plaza de Barrancas.
Eran nueve cuadras, pero como
iban la sala de 2 y la de 3 años fuimos en combi. Creo que caminando hubiéramos
tardado quince horas.
En cada combi iban más o menos
diez chicos, les atamos a todos los cinturones. A unos pobres, entre los que
estaba Toto les enganché mal los broches y quedaron todos apretados, cuando
empezaron a protestar justo llegamos a la biblioteca. Antes de entrar se
sentaron en unos escalones y se sacaron fotos.
Las paredes estaban pintadas de
blanco, adentro parecía que había más luz que en la plaza. Los recibió una
mujer que les explicó dónde estaban y les preguntó si en la casa tenían libros,
todos los chicos dijeron que sí menos Loli que respondió que en su casa no
había libros, que solamente tenían una computadora y una escalera. La mujer, apenada
por la pobre criatura que no tenía
biblioteca en la casa, le propuso que se armara una con cajas de zapatos viejas
y yo pensé que lo único que nos falta es más basura. Después los chicos se
tiraron en unos puffs que había en el piso, sacaron los libros y se pusieron a
mirarlos.
Cuando se aburrieron de los
libros escucharon atentos unos cuentos que les contaron. Se portaron muy bien,
sacando Loli y Toto a los que tuve que llevar a hacer pis ciento cincuenta
veces.
Creo que es la primera excursión
que voy con ellos. El año pasado fui al Museo Sívori y al picnic de la primavera
con Octi y Estani. De todas formas en estos quince años como madre de jardín
fui a bastantes lugares: títeres, obras de teatro, zoológico, museos, cabildo.
Se me mezclan un poco las visitas y los años.
De todas formas, hay dos
excursiones de las que no me voy a olvidar más. Una al Jardín Japonés con Pili
que tenía tres años. En esa época
no se hacían muchas salidas, los nenes
de 3 y los de 4 estaban todos juntos en una sala. Por eso fueron muchísimos
chicos y también muchas madres, había
también tías y alguna abuela. Era una tarde lindísima. Una nena se asomó
para darle de comer a los peces y casi se cae al agua, en un momento quedó
colgando de una baranda, alguien la volvió a tirar para atrás y no pasó nada.
Ahora que lo estoy contando me
acuerdo de un paseo que hice yo cuando estaba en la primaria a un vivero
japonés en Escobar y ahí sí se cayó una chica al agua, me acuerdo no tanto por
el agua sino porque la excursión esa terminó en Luján y me compré algo parecido
a una virgen que brillaba en la oscuridad, fosforescente decíamos antes.
La otra excursión que no me
olvido fue a una veterinaria cuando Felipe estaba en la sala de 4. A esa sí
fuimos caminando porque era a dos cuadras del jardín. Parecía que iba a llover
pero el cielo aguantó y pudimos ir y volver sin mojarnos. El chico de la
veterinaria les iba mostrando algunos animalitos que tenía. Hasta que llegó a
un perro al que recién le habían puesto comida. Felipe le dijo “¿los perros son
carnívoros no?” El de la veterinaria pensó dos minutos y le contestó “A veces”.
Durante bastante tiempo nos seguíamos riendo de los perros que a veces son
carnívoros.
Hay muchas más historias de paseos, podríamos escribirlas todas y hacer un libro. Sería el primer libro de la caja de zapatos de Loli.
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