martes, 14 de junio de 2016

Burrito



I
Hace más o menos tres meses se pinchó por cuarta vez el termotanque. Durante veinte días estuvo el lavadero inundado pero como seguía habiendo agua caliente no nos preocupamos demasiado. Después se empezaron a descascarar las paredes, no solamente las del lavadero sino las del bajo escalera que es donde se guardan apuntes, carpetas, palos de hockey, bordones de los scouts, practicunas, los carteles que hace Xime y los banderines para los cumples, y tantas otras cosas que no sabemos. Todo eso mojado es un desastre. Una tarde que estaba medio desocupada me fui a Jumbo y compré un calefón. Luis sacó el termotanque y el lavadero dejó de estar inundado. Pero cuando quiso instalar el calefón rompió un caño y después para arreglarlo lo tapó. Así que quedamos con el calefón sin instalar.

II
Cuando Pili estaba en cuarto año había en su claustro un preceptor que le convidaba mate en el recreo, “le pone burrito” me contaba Pili “y queda más rico”. Algunos sábados atrás fuimos a una reunión de scouts bajo la lluvia, muertos de frío. Estaba también Ceci que me convidó un mate riquísimo, muy parecido a los que nos cebaban en Ezeiza los años anteriores. “¿Qué tiene Ceci?” le pregunté  “Burrito” me dijo. Y yo que desde hace dos años vengo probando todas las yerbas de todos los gustos y colores de la góndola del supermercado para sacar el gusto de Ezeiza sin lograrlo  le dije “pero ¿qué es burrito?”. Ceci tampoco sabía pero cuando me mandó la foto de la yerba por wa era una cbs saborizada que yo ya había probado sin resultado. Deduje entonces que el gusto tumbero lo daba el edulcorante. Lidia después completó mi teoría con el mate de siliconas.

III
El lunes de la semana pasada como todos los lunes fuimos a Ezeiza. Lidia y yo. Noelia se había tenido que quedar en Buenos Aires. Tomamos mate y descubrimos entre la espuma blanca de la yerba unas hojitas verdes, raras, como de grama bahiana. “¿qué son?” preguntamos y la respuesta no se hizo esperar “Burrito”. En el recreo Lidia fue a cambiar la yerba y le puso más burrito. Cuando las chicas vieron que era una hierba de nuestro agrado nos avisaron que a la entrada, en algún lado que no pudimos identificar del todo, crecía un arbusto de burrito del cual todas sacaban ramas para dejar secar y poner en el mate. “Ahora cuando salen llévense” nos dijeron. Después de la clase íbamos a visitar a Gloria a Monte Grande por eso terminamos a las cinco en punto. Pero cuando nos teníamos que ir, las celadoras que nos acompañan para atravesar el penal nos pidieron que esperáramos un ratito, que todavía no nos podían sacar, que había un procedimiento. Volvimos al aula. Ahí las chicas nos explicaron que había una requisa y que no era un rato sino una o dos horas. Nos quedamos conversando con ellas, nos contaron bastantes cosas, tal vez demasiadas. Antes que se hiciera de noche vinieron las celadoras “Nos dieron permiso para sacar a las civiles”. “Las civiles te lo agradecen” contestó Lidia. En la puerta de la guardia consideramos que no era el mejor momento para buscar el yuyo y llevárnoslo. Llegamos a lo de Gloria casi a las seis y media, nos esperaba con una merienda riquísima. Estábamos agotadas, se nos había pasado el efecto del burrito.

 IV

No me gusta tomar mate sola. Hace un rato vino un muchacho a instalar el calefón. Como los caños están tapados con demasiada masilla tiene que sacarlos por afuera, después conecta todo y listo. Después de casi dos meses ya no vamos a tener que hervir agua para lavar los platos. Calculo que toda la misión le va a demandar una hora. Lo veo que está por prender un cigarrillo, antes de que lo encienda, en plena instalación del calefón, pienso que es mejor convidarle un mate. Nos tomamos todo el termo entre los dos, ese tiempo es lo que le lleva terminar su trabajo. Cuando termina me agradece el mate, me dice que está muy rico. No se lo digo pero pienso para mí “Y eso que no tiene burrito”.

V
En el párrafo anterior se acababa la historia.
La tenía escrita hace unos días y no encontré el momento para subirla.
Por suerte, porque sigue. Se hizo medio larga pero vale la pena.

Ayer volvimos a Ezeiza. Fuimos las tres. En el viaje le contamos a Noelia las desventuras de la requisa, las historias de las chicas y el exceso de burrito en el mate que nos había permitido atravesar la situación. Mientras caminábamos hasta el segundo puesto jugamos a adivinar cuál era el árbol, alguna señaló un eucaliptus. Como sabíamos que no era la mejor decisión entrar con unas hojas de cualquier hierba al penal decidimos averiguar dónde estaba el arbusto para cortarlas a la salida.  En el recreo las chicas nos indicaron medio de memoria cuál era, nos explicaron también que a lo mejor no lo habíamos visto porque la helada de la mañana lo había quemado; que ahí el invierno es terrible pero que el verano es peor. Cinco y diez terminé la clase. Y otra vez la misma historia: que hay requisa, que no podemos salir, que nos quedamos un rato. Las chicas sabían que habían pedido las paletas para el procedimiento y eso parecía significar que iba a ser largo. Había dado casi cuatro horas de clase, teatro de Lope: Fuenteovejuna. Tenía la cabeza que me estallaba, no sabía cuánto tiempo íbamos a tener que aguantar sin poder salir. “Vengan” les dije a todas, “seguimos”, “vamos a hacer teatro leído”. Volvieron todas al aula, trajeron también a una amiga que estaba por ahí. Y empezamos a leer: Flores, el Comendador, Laurencia, Frondoso, los personajes iban y venían. Nos reímos, nos trabamos. Se hacía de noche. El cielo estaba nublado pero por la ventana se veía un filo del sol que se iba. Leímos casi la mitad de la obra hasta que escuchamos el aviso: se podía sacar a los civiles, que éramos nosotras.
Salimos a lo que ya era un frío helado, el penal parecía tomado por los penitenciarios. En el camino de vuelta al auto, antes de la última reja, donde nos habían indicado las chicas, vislumbramos el arbusto del burrito. De atrás de la puerta nos miraba atento un guardiacárcel, teníamos que meternos adentro de un cantero y cortar el árbol. Lidia nos dijo “No da, nos están mirando”. De repente escuchamos la voz del hombre gritándonos: “¿Quieren burrito? Saquen de ahí” Y ahí fuimos y cortamos tres ramas. Ya era noche cerrada. Nos congelamos pero lo logramos. 
Me fui contenta, les dejamos Fuenteovejuna, nos llevamos el burrito.



2 comentarios:

  1. Hola, te leo desde hace un tiempo, desde que una amiga me recomendó tu blog. Me encantan tus escritos. Leo mucho amor en todos ellos y me hace bien leerte. Será porque la literatura y la familia para mí son pilares.

    Gracias.

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  2. Hola. Me alegro que te guste.
    Muchas gracias por leer!

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