lunes, 1 de agosto de 2016

Despedida




Fuimos a Ezeiza  a tomar final. Era el primer día de vacaciones de invierno, yo tenía los más chiquitos en casa. Las nenas del medio volvían a la noche de un campamento en el que se habían congelado.
Unas cintas rojas nos recordaron que estaban arreglando el estacionamiento. Durante estos cuatro meses había dejado el auto cada lunes en medio del barro  pensando que se me iba a quedar empantanado y no íbamos a poder salir. Llovía siempre. Las últimas veces había unas excavadoras levantando la tierra y cubriéndola con piedritas. Ese día la obra estaba casi terminada: las piedras apisonadas y algo que intentaba ser un techo sobre ellas.
 El sol en el verano debe pegar fuerte, adentro y afuera.
Llegamos temprano. Todo estaba un poco alborotado, se escuchaban gritos por las ventanas de los pabellones.
Hicimos el camino de siempre. Cuando llegamos repartimos los temas. Entre el escrito y el oral estuvimos alrededor de dos horas. Tomamos café.
Había sol pero de repente el cielo se puso negro y empezó a llover. Cuando se nubla tanto se prenden todas las luces de una pista del aeropuerto que está bastante cerca, se escuchan los aviones al lado.
Es raro sentir tan cerca los motores de los aviones.
Cerramos las planillas con las notas, nos despedimos. Creimos que nos íbamos más temprano que de costumbre pero por tercera vez nos tuvimos que quedar porque había un procedimiento.
La primera vez, con Lidia, nos entretuvimos escuchando historias de los pabellones, la segunda también estaba Noelia y leímos entre todas Fuenteovejuna.
Ese día ya no teníamos muchas posibilidades. Habían empezado a limpiar el aula así que nos fuimos a la biblioteca. Había un par de chicas estudiando para dar un final. Tenían que relacionar Ante la Ley con una entrevista a Derrida que estaban viendo en la computadora. Nos sentamos a verla con ellas.
El cielo tan negro también era de frío, adentro había un aparato que tiraba un aire suave y caliente. Entre el calor, la hora y el cansancio cerré los ojos. Cuando me desperté creí que Derrida estaba diciendo algo interesante para Ante la Ley. Medio sobresaltada les dije que ese fragmento les podía servir. Entonces retrocedieron la imagen. Yo me volví a dormir, hasta creo que soñé. Abrí los ojos cuando Derrida estaba diciendo otra vez lo mismo, eso está bueno para Ante la Ley les repetí. Otra vez retrocedieron. La escena mía durmiendo, Derrida explicando siempre lo mismo y yo diciéndoles que prestaran atención a eso se repitió como cuatro veces más.
Afuera se hacía de noche, la requisa parecía interminable. Recién a las siete y media vinieron a avisarnos que podíamos salir.
Derrida hablaba ahora de la repetición y de la hospitalidad.
Nos despedimos una vez más, les agradecimos y nos agradecieron: por todo el cuatrimestre pero también por haberlas ayudado con Derrida. Supongo que les debe haber ido bien en el final aunque no por nuestra ayuda. O sí, por haberlas obligado a pasar la entrevista quince veces mientras dormía.
Hacía mucho frío. Cruzamos los pabellones que seguían inquietos. Recogimos un poco de burrito. Calculé que  si hacíamos rápido el camino de vuelta llegaba a recibir a mis cuatro nenas. En el viaje Noelia me contó que se había dormido un poco mientras veíamos el video.
Ya no volvemos, por lo menos hasta el año que viene.  O tal vez en dos o tres años. De todas formas a estas chicas no creo que las veamos más.


Me parece que es ésta. No lo podría asegurar, la ví dormida.


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