Fuimos a Ezeiza a tomar final. Era el primer día de
vacaciones de invierno, yo tenía los más chiquitos en casa. Las nenas del medio
volvían a la noche de un campamento en el que se habían congelado.
Unas cintas rojas nos
recordaron que estaban arreglando el estacionamiento. Durante estos cuatro
meses había dejado el auto cada lunes en medio del barro pensando que se me iba a quedar empantanado y
no íbamos a poder salir. Llovía siempre. Las últimas veces había unas
excavadoras levantando la tierra y cubriéndola con piedritas. Ese día la obra
estaba casi terminada: las piedras apisonadas y algo que intentaba ser un techo
sobre ellas.
El sol en el verano debe pegar fuerte, adentro
y afuera.
Llegamos temprano.
Todo estaba un poco alborotado, se escuchaban gritos por las ventanas de los
pabellones.
Hicimos el camino de
siempre. Cuando llegamos repartimos los temas. Entre el escrito y el oral
estuvimos alrededor de dos horas. Tomamos café.
Había sol pero de
repente el cielo se puso negro y empezó a llover. Cuando se nubla tanto se
prenden todas las luces de una pista del aeropuerto que está bastante cerca, se
escuchan los aviones al lado.
Es raro sentir tan
cerca los motores de los aviones.
Cerramos las planillas
con las notas, nos despedimos. Creimos que nos íbamos más temprano que de
costumbre pero por tercera vez nos tuvimos que quedar porque había un
procedimiento.
La primera vez, con
Lidia, nos entretuvimos escuchando historias de los pabellones, la segunda
también estaba Noelia y leímos entre todas Fuenteovejuna.
Ese día ya no teníamos
muchas posibilidades. Habían empezado a limpiar el aula así que nos fuimos a la
biblioteca. Había un par de chicas estudiando para dar un final. Tenían que
relacionar Ante la Ley con una
entrevista a Derrida que estaban viendo en la computadora. Nos sentamos a verla
con ellas.
El cielo tan negro
también era de frío, adentro había un aparato que tiraba un aire suave y
caliente. Entre el calor, la hora y el cansancio cerré los ojos. Cuando me
desperté creí que Derrida estaba diciendo algo interesante para Ante la Ley. Medio sobresaltada les dije
que ese fragmento les podía servir. Entonces retrocedieron la imagen. Yo me
volví a dormir, hasta creo que soñé. Abrí los ojos cuando Derrida estaba
diciendo otra vez lo mismo, eso está bueno para Ante la Ley les repetí. Otra vez retrocedieron. La escena mía
durmiendo, Derrida explicando siempre lo mismo y yo diciéndoles que prestaran
atención a eso se repitió como cuatro veces más.
Afuera se hacía de
noche, la requisa parecía interminable. Recién a las siete y media vinieron a
avisarnos que podíamos salir.
Derrida hablaba ahora de
la repetición y de la hospitalidad.
Nos despedimos una vez
más, les agradecimos y nos agradecieron: por todo el cuatrimestre pero también
por haberlas ayudado con Derrida. Supongo que les debe haber ido bien en el
final aunque no por nuestra ayuda. O sí, por haberlas obligado a pasar la
entrevista quince veces mientras dormía.
Hacía mucho frío.
Cruzamos los pabellones que seguían inquietos. Recogimos un poco de burrito.
Calculé que si hacíamos rápido el camino
de vuelta llegaba a recibir a mis cuatro nenas. En el viaje Noelia me contó que
se había dormido un poco mientras veíamos el video.
Ya no volvemos, por lo
menos hasta el año que viene. O tal vez
en dos o tres años. De todas formas a estas chicas no creo que las veamos más.
Me parece que es ésta.
No lo podría asegurar, la ví dormida.
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