lunes, 28 de mayo de 2018

Arcos







I
Hoy hace exactamente seis semanas se me salió de lugar la segunda falange del dedo pulgar de la mano izquierda. No sé cómo fue, solo sé que paré un gol y que sentí un golpe un poco más fuerte que cuando los pelotazos me doblan los dedos. Tampoco sé si fue casualidad, destino o brutalidad de las rivales pero fue contra las mismas jugadoras que el año pasado me rompieron la cabeza.
Debí de haber hecho una mueca de dolor porque el juez me preguntó si necesitaba que paráramos para llamar al médico. Recién empezaba el segundo tiempo. Le dije que no y seguí jugando, nos golearon, no por mi dedo sino porque el otro equipo tenía una delantera que la movía mal.
Cuando terminó el partido ya me dolía toda la mano, me saqué los guantes nuevos, azules, preciosos que me regaló Vero y ahí ví que tenía la mitad del pulgar izquierdo doblada pero para arriba y que no la podía volver a poner en su lugar.
En la cancha había una médica y un médico que parecían tener dieciocho años y que en un portugués perfecto me dijeron que mejor fuera a una guardia a que me acomodaran el dedo porque podía tener algo roto.
Había ido en bici; como pude hice las veinte cuadras hasta casa. Me abrió la reja Pili que cuando le mostré el dedo me retó y me mandó a hacer terapia porque no podía ser que volviera siempre toda lastimada de jugar.

II
A la guardia fui tres veces.La primera ese mismo día, ahí me sacaron una placa y mientras el médico me mostraba en una pantalla que no tenía nada roto y me explicaba que me había luxado el dedo me colocó la falange en su lugar, sin anestesia ni nada. Pensé que con el dedo arreglado en dos o tres días iba a poder volver al arco. Pero empezó a vendarme la mano entera alrededor de una férula gigante que me envolvía todo el dedo. Y después me dijo lo que no quería escuchar: “En dos semanas vení a controlarte”.
A las dos semanas el mismo médico me sacó el vendaje, el dedo estaba negro, un poco más hinchado que antes y además no lo podía doblar. Le pregunté si me iba a quedar bien “No sé” me contestó, “es un esguince, control en dos semanas, ni se te ocurra jugar” y después mientras me iba por el pasillo lo escuché que me gritaba “Señora no vaya a jugar que tiene rotos los ligamentos”. No sé por qué había dejado de tutearme, supuse que para que me diera cuenta de que a mi edad ya no podía ni siquiera jugar. Pensé también que el hombre me había dado tres diagnósticos diferentes. Eso significaba o que no sabía realmente qué tenía o que entendió que el único modo de asustarme era decirme que tenía todas las patologías juntas.
La tercera vez me tocó otro doctor mucho más amable que me aligeró el vendaje y me mandó volver en dos días. Ahí un tercer médico me sacó todas las vendas, el dedo estaba un poco más deshinchado, pero seguía negro y me dolía. Muerto de risa me dijo "Por ahora no podés jugar eh"
Así pasaron cinco semanas. Al principio llovía y los partidos se suspendían.
Pero después se empezaron a jugar de vuelta, a definir los campeonatos.
Los primeros fines de semana iba a ver algunos, me paraba atrás del arco rival y gritaba como si estuviera adentro de la cancha.
Después dejé de ir; mis equipos siguieron ganando, empatando o perdiendo, a veces encontraron arqueras y otras no pero se fueron arreglando.
El arco no espera. Nadie es imprescindible. No hay ninguna épica nunca en nada.


III

El día de mi cumple además de regalarme los guantes Vero les contó a mis amigas de fútbol que el fútbol me había cambiado la vida.
La otra tarde llegando a Filologia me encontré con un amigo que cuando vio mi mano vendada me dijo “Ahora volvé a la academia”.
A veces pienso que no voy a poder jugar más, otras veces salgo con el bolso armado en el baúl por si pinta partidito.
Y la mayoría de las veces pienso que es una lástima porque me había creído lo de cambiar de vida, lo de ser la reina del arco.
Me mandaron diez sesiones de kinesiología. Voy por la segunda. Me ponen el dedo en una rueda blanca durante veinte minutos, me llevo a Bulgákov, el diablo arrasa en la Moscú soviética. 
Cuando termina el magneto viene un kinesiólogo jovencito que me agarra el dedo de un modo que me hace doler muchísimo pero que de a poco me lo va doblando para abajo. 
Termino la clase o lo que sea masajeando una pelota de goma.
Tengo como mínimo dos semanas más.
Cuando se acabe tendré que volver a aprender a volar abajo del arco, o por lo menos a parar alguna pelota con las manos.


IV
Hubo cosas buenas que pude hacer en el tiempo en el que debería estar jugando los partidos.

Pudimos comer casi todas las noches todos juntos en horarios normales.
Terminé la historia de la arquera soviética: una mujer mayor a la que el fútbol y la cerveza le van a cambiar un poco la vida.
Un martes a la noche nos fuimos con Xime a la Feria del Libro a la presentación del libro sobre Milagro. Nos sentamos en una mesa llena de moscas que Xime adjudicó a la mugre de mi vendaje, pero era que la mesa estaba medio sucia. Nos acordamos de que justo hacía un año que habíamos estado en Jujuy y nos pusimos a planear un viaje por las Altas Cumbres.

Un jueves del calor raro de mayo fuimos con Coni a tomar cerveza a un lugar espectacular, la segunda vuelta la fui a buscar yo y tuve que hacer malabares con la mano sana para poder llegar a la mesa con las dos pintas y las papas entre una multitud de gente parada alrededor de unas pantallas gigantes donde mostraban algún partido de la Libertadores que se estaba definiendo por penales.
Y mientras Coni me contaba sobre Japón, planeamos un viaje a San Nicolás.

Un sábado fui a Plaza porque se había roto el termotanque. Le llevé a Mariano 25 watts y ahí, en la vereda, me acordé de las tardes de sábado cuando era chica y salía a jugar a la puerta. En la esquina unos equilibristas practicaban en una terraza colgados de una estructura que se asemejaba a un arco de fútbol. Cuando se hamacaban para adelante parecía que iban a salir volando.

Para no extrañar demasiado las canchas ví Hoy partido a las tres una película que me recomendó Soledad.
Y la semana pasada nos fuimos con Luis a Montevideo a ver tocar a Eté y los problems pero ya son demasiadas historias.



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