miércoles, 14 de noviembre de 2018

Sueños








I
Anoche soñé que se moría Corina, mi profe de latín de la secundaria. Ni fue una pesadilla ni me desperté sobresaltada, ni nada.
Solo que alguien me avisaba y yo lo primero que pensaba era que tenía que mandarles un wa a Vero y a Ceci para que nos juntáramos.
Después, entraba como en un estado de lamento, no tanto por la muerte sino porque me daba cuenta de que no había visto más a Corina desde quinto año.
No entendía, en el sueño, por qué no me había hecho amiga de ella una vez terminado el cole, por qué no había aprovechado estos treinta años para pedirle libros, invitarla a mis cumples o salir a tomar cerveza, café, whisky o lo que fuera. Era haberme perdido eso, no su muerte, lo que me ponía más triste de toda la situación.
El sueño siguió. Alguien me contaba que Corina se había ido a vivir a otro país con los hijos de Jorge a quien, en mi lógica onírica supuse su marido. Ahí me empecé a dar cuenta de que algo venía mal, si había algo por lo que admiraba y quería tanto a Corina en mi adolescencia era por su fuerza de mujer sola. La historia se me empezó a desmoronar: ya no conocia con quién estaba hablando, ni entendía qué me estaban diciendo, ni siquiera empecé a estar del todo segura de lo que soñaba.
Sí seguía sintiendo intacta la pena por el tiempo. No porque el tiempo había pasado, sino porque yo lo había desperdiciado.
Todo se encaminaba a que esa sensación convirtiera el sueño en pesadilla; pero, un segundo antes de que eso sucediera me acordaba de que Corina se murió un domingo de octubre, hace treinta años, cuando estábamos en quinto.
Y ahí entonces me pude despertar un poco más tranquila.

II

Otro sueño, no sé si la misma noche, fue que Toto tenía el pelo muy largo cuando se lo mojaba. Seco lo tenía corto como lo usa él pero al salir de bañarse le quedaba más largo que cualquiera de sus hermanas. Yo lo veía de espaldas y pensaba eso es porque es zurdo y va a ser un goleador. Pero en ninguna parte del sueño lo imaginaba con la vincha horizontal marcandole la circunferencia de la cabeza tipo el pájaro Caniggia en el mundial de Italia.
Después razonaba que Octi también quiere ser goleador y tiene el pelo corto y que Estani mientras sus hermanos van a fútbol practica cello y también lo tiene corto. O que Consu es crack, goleadora y es lo de menos cómo tiene el pelo.
Sumaba también a que no era un argumento del todo claro el del futbolista pelos largos porque ahora los futbolistas van rapados de un lado y las pibas también.
Y se me ocurría que me podía rapar yo un costado aunque sabía que no me iba a animar, como tampoco me había animado a tatuarme mientras había estado desgarrada y que ahora ya era tarde porque había vuelto al caucho y al cemento y tenía que jugar cuatro veces por semana y no me podían dar golpes en el tatuaje, más que me quería hacer la F en el muslo izquierdo donde ahora brillaba un moretón violeta, negro, verde horrible, es decir en una zona propensa a patadas y pelotazos.
De ahí pasaba a pensar que tampoco me animé a probar el whisky y que tenía aun la botella cerrada. Me acordaba que hablábamos del whisky en esos almuerzos de cumple que hacíamos antes. Ahí Meneca nos dijo que se toma puro, de un trago.
Pensé también que aunque no me animara al tatuaje, al whisky, al nuevo corte o a tantas otras cosas puedo por suerte seguir almorzando con Meneca muchos martes, aprovechando el tiempo.
Y cuando ya no me quedaba más nada que pensar, el sueño se congeló en la imagen de Toto de espaldas con su pelo empapado, larguísimo, sin ninguna vincha que lo atara hasta que vino Maite a despertarme para que la alcanzara a Tronador de la B.


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