lunes, 19 de mayo de 2014

Diez objetos

Fin de semana de objetos.
No de juguetes tirados por cualquier lado, de medias en medio del living, de destornilladores en el play room.
De esos sí, pero también de otros objetos.

Empezó el viernes a la tarde. Lo acompañé a Luis a ver su oficina, la visitamos a la abuela en el consultorio y después nos fuimos a comprar lo que iba a ser el primer objeto del fin de semana: la pelotita chiquita del mundial, diminuta, preciosa, colorida.

Siguió a la noche, con el libro de latín, el royo.
Adolescentes divinas que en vez de estar bailando desencajadas en una fiesta estaban sentadas alrededor de la mesa de la cocina, las caras iluminadas cada vez que descubrían una adverbial,una adjetiva y que no pararon hasta que se nos cerraban los ojos sobre la voz pasiva.
Y me acordé un poco triste de esas épocas en las que lo peor que te podía pasar era una prueba de latín y me acordé en especial de esa prueba de latín difícil, dificilísima que Corina, que hacía diecisietemil temas, nos dio a Coni y a mi, que nos sentábamos juntas, el mismo tema un lunes a la mañana muy temprano, hacía bastante frío, era también por esta época, era también en tercer año.

El sábado me desperté con ganas de comer una manzanita con pochoclo, pensé que podíamos pasear a la tarde por la costanera y buscar un carrito.
Pero primero tenía que recoger a Maite que ya está jugando en primera en la liga de las pijamadas y después a Sonsi que apareció con unos rulos preciosos que le habían hecho con ruleros en la casa de la amiga. Y los rulos de Sonsi fueron el tercer objeto del fin de semana.

Maite llegó a casa y se durmió. Consu, Ro y los niños querían ir a probar la super pelotita al club. Hacía frío, estaba embarrado pero fuimos igual, llegamos al club y por primera vez en los cuarenta años que hace que voy casi ininterrumpidamente veo al lado de la cancha de fútbol, solo, vacío y rebosante de manzanitas un carrito de pochoclos.
Perdimos un partido en el barro, casi un pantano, Consu y yo contra Luis y Ro y cuando terminamos compramos manzanitas para todos. Sin averiguar demasiado el grado de realidad de ese carrito pero pensando sí, que eso hubiera sido el sueño de mi padre al que le encantaban los higos con pochoclos y le encantaba el club. Las manzanitas, el cuarto objeto.

Ya de vuelta en casa Maite se había despertado y se había bajado una partitura de internet porque nunca le habíamos comprado la fotocopia que correspondía, le compramos una que no necesitaba. Estaba con el atril, lista para practicar el minuet. El quinto objeto, el violín, talismán, serena el aire, transfigura, cuando Maite toca el violín, es otra persona.

El viernes a la mañana había visto una calzas con parches de cuero, lindas, no sé si eran adecuadas para mí que no uso calzas, había ido con Maite, le pregunté qué le parecía y muda, la ayudé un poco ¿voy a parecer una vieja loca?, insistí y sí me contestó, abandoné la idea. Pero el viernes a la tarde Xime me convenció de comprarlas, me enumeró las de ella, cuando te acostumbrás es lo mejor sentenció, pienso en Santa Fe, si hace frío, son cómodas. El sábado ya casi de noche, le pedí a Luis que me acompañara al negocio, me las probé, están bien me dijo sin mirar. Santa Fe allá vamos con nuestras calzas, sexto objeto.

Para llegar a diez: Octi y Estani con dos autitos preciosos que trajeron del paseo con Santiago y Cynthia después de ver los aviones.
La fondue de chocolate, postre de la comida del sábado en la que cenamos los doce juntos.

La camiseta de River que Kp recién se había comprado y que en el almuerzo del domingo la escondía abajo del buzo. Qué linda camiseta le dije, Luis que casi lo echa de la mesa y a mí, que no me importó porque además de haber disfrutado del fin de semana y sus diez objetos, no fui el sábado al Bajo Flores, conjuré el maleficio de mi presencia con mi ausencia y ganó Español.  

1 comentario:

  1. Me gustaron los "otros objetos" y me gustó el violín de Maite, aunque no la haya escuchado, uno puede imaginarse al leerte.

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