Todos a Luján.
Salida de fin de semana
largo.
Ruli llegó y ya tenía
ganas de hacer pis.
El baño más a mano, el
de la estación de micros.
Cola de veinte personas.
Cada colectivo que llegaba colaboraba con más público en las mismas
condiciones que Ruli.
Adentro del baño
oscuridad absoluta, el piso parecía de tierra alisada, las paredes
las de unas catacumbas.
Una mujer en un mostrador
repartía papel higienico y no paraba de hablar, contaba una historia
a todas las que estábamos haciendo la cola.
El otro día nos decía, ahí había
una chica tirada, ahí, en la puerta de ese baño.
La gente la saltaba, no sabía si
estaba viva, muerta o desmayada pero la saltaba.
A nadie se le ocurrió
llamar a la ambulancia, solamente se les ocurría saltarla para
entrar a los baños.
Al final era que la chica
estaba embarazada y le había bajado la presión, se puso bien, pero
estuvo tirada un rato largo mientras la gente que quería hacer pis
la saltaba, le pasaba por encima, podía estar muerta, hasta que se
levantó.
Era increíble cómo la
gente la saltaba, podía estar muerta insistió y la saltaban.
Ruli me miró como
queriendo irse, dispuesta a hacerse pis encima antes de pasar por un
lugar donde a lo mejor tendría que saltar a algún muerto.
No te preocupes le dije,
la señora esta contando una historia para entretenernos mientras
esperamos.
Alguien quiso pasar sin
pagarle y la mujer abandonó el relato para retarla porque quería
pasar sin pagar, tengo papel avisó la que se había colado, no
importa hay que pagar igual la limpieza, son dos pesos.
Otra pobre de adelante
mío empezó a revolver un bolso, no llego con las monedas le avisó,
dame lo que tengas contestó la encargada del baño pero no pases
todavía porque hay que limpiar.
Y ahi Ruli otra vez se
dio vuelta con cara de mami por favor huyamos.
Miré en la oscuridad qué
era lo que había producido esa reacción en la criatura.
Una anciana
que había salido de algún lado, de una losa de un sótano disimulado en el cemento o de tal vez un hueco en
las paredes catacúmbicas.
Peor que las peores ancianas de Quevedo. Toda encorvada con un balde y un trapo.
Tendrá que limpiar el
piso pensé y ahí nos tocó nuestro turno y me dí cuenta de por qué
andaba con el trapo y el balde. Los baños no tenían ningún botón
para apretar y para que corriera el agua, la pobre anciana iba con el
balde baño por baño tirando agua del balde, dos pesos para esa
tarea no era nada, a no ser que fuera un ser del otro mundo.
Ruli salió y quedó
parada en el medio del baño, vamos Ro le dije.
Ya está mami, ya en
Luján no hago más pis reflexionó muy seria y les voy a decir a las
chicas que si les dan ganas que vayan a otro baño.
Me dio la mano, salimos a
la luz del día.
Ahora porque tengo que
escribir sobre Santa Teresa y la hoja está blanca blanquisima bajo
un título que me gusta, Santa Teresa. Encrucijada de la palabra pero no sé muy bien
con qué lo voy a completar.
Porque también tengo que
retomar la égloga a Claudio y sus fundamentales problemas métricos
y genéricos.
Necesito además rellenar
una serie de formularios que hay que rellenar de un día para el otro
y organizar mi segunda fiesta del año, la de cumple, pensando en las
luces si se las alquilo o no al japonés, o qué hago con los parlantes que no
andan, como en la cena de fin de año que quisimos bailar sevillanas
con Amanda, no se escuchaba nada y no pudimos bailar.
Y entonces lo que menos
tengo es tiempo para imaginar y escribir historias.
Pero, el baño de Luján,
esas pobres mujeres de ahí adentro, en esa oscuridad artificial,
casi cavernaria, de las que no se sabe muy bien si están muertas o
vivas, las que andan con el balde, las que cuenta historias para
entretener a las que esperan, las que se tiran al piso, las que se
embarazan para pasar primero, las que buscan monedas, las que escurren el pis de las demás.
Todas juntas podrían
haber sido, en esa otra vida mía que a veces
extraño, el segundo cuento de un libro que se iniciara con alguna
historia en el mercado central al que pronto tendremos que volver en
busca de provisiones.
Por ahora nada, solo
verificar que aunque sea en esta circunstancia los hombres estaban un
poco peor.