Los cajones de fruta que
compramos el jueves santo en el mercado se van vaciando pero
como son con seña ni los podemos tirar ni los podemos ver
chisporrotear en el fuego del asado.
A veces sobreviven en el
fondo algunas cáscaras que vuelan de la bolsa de cebollas.
En uno solamente quedan
algunos limones durísimos, de los que hay que cortar dos cada mañana
con el mejor cuchillo que tenemos para que Ruli se haga limonada.
Hoy, por ejemplo, me
corté un dedo.
Cortar los limones,
exprimirlos, completar con agua, ponerles azúcar y eso desayuna
Ruli.
Quedan también una serie
de mandarinas dispersas por las heladeras.
A la noche separamos los
gajos podridos, tiramos las que están blandas y con olor y
reconstruimos una o dos para Octi, Estani y Tótal.
Unas manzanas comidas
vueltas a guardar que se van poniendo marrones por donde les falta la
cáscara.
Y no mucho más.
El árbol de mandarinas
hace dos años venía dando unas mandarinas medio verdes pero dulces.
Pero este otoño no dio
ninguna.
En algún momento había
un árbol de kinotos. Nadie los comía.
Ahora solo quedó el
mandarino.
El otro día, cuando pasó
la tormenta, después de almorzar, ví, desde la ventana de la cocina
que colgaba del árbol una mandarina verde medio amarilla, mojada por
la lluvia.
La fui a buscar y
cuidando que nadie me viera separé de a poco los gajos y me la comí.
Perfecta, riquísima, el
gusto justo entre dulce y ácida.
La mejor mandarina de la
temporada.
Me sentí una egoísta.
Siguió la tarde.
Casi a la noche fuimos a
jumbo. Colas larguísimas.
En la cola de al lado una
mujer, su marido y su niño.
Cuantas cosas que comprás
me dice, es que somos doce, prendo el cassette.
No sé cómo hacés, yo
con uno y lo de siempre, pero esta vez un poco peor, somos padres
grandes, este chico nos agarró desprevenidos, no sabemos muy bien
qué hacer, nos desesperamos por cualquier cosa, mi marido no tiene
paciencia. Le dice al marido ¿sabés cuánto hijos tiene la chica?
Vos no podrías, te volvés loco con uno, yo le contestó el otro y
¿vos? ¿Yo qué?¿yo soy la egoísta?
Los carritos avanzaron y
me alejé convenientemente de la conversación.
Pensé en mi propio
egoísmo.
Las mandarinas podridas
para mis hijos varones, los limones durísimos para Ruli y las
manzanas marrones para las demás.
Y yo con la mejor
mandarina de la temporada.
Otras cosas, un poco
sueltas
Ahora, después de tanto
tiempo, venimos a descubrir que nos deslumbra ser de Español.
Y parece que deslumbra
escribirlo.
Aunque ni siquiera
hayamos pisado las espinas de la cancha de Platense esa tarde, hace
veinticinco años.
Es casi más convincente
el circo del superclásico
Valen que huyó con Kp el
domingo a la noche después del 2 a 0.
Consu que generosamente
compartió camisetas xeneixes con todos sus hermanos.
Sus hermanos que sin
entender nada ni ver ningún partido estuvieron toda la tarde con las
camisetas puestas.
Sonsi con un brazo
hinchado, rojo y caliente como si la hubiera picado una serpiente
venenosa.
Así, empieza la semana.
Cítricos podridos.
Con, alguna de estas
mañanas, una posible nueva ida al mercado, donde el olor del verano
a sandías flotando en el agua sucia ya debe haber mutado en el olor
a invierno, a alcohol o al humo de las mujeres que hacen tortillas en
los pasillos que separan las naves.
Con las sevillanas casi listas.
Y con la promesa, el jueves,
del tercer superclásico de la semana.
¿Cómo está el bracito de Sonsi? ¿qué le pasó?
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