Mañana tranquila. Luis
se quedaba en casa.
Encima alguno de estos
días alguna divinidad se apiadó de nosotros, de la mugre que iba
avanzando de a poco, de las telarañas que colgaban de los techos, de
la caca de perro que inundaba la vereda y que entraba al garage en
las ruedas de los autos. Y así, de la nada, apareció Erica.
Igual tengo bastante
trabajo; a la mañana es dificil hacer cosas pero a la tarde puedo
adelantar mientras están todos en el cole.
De repente, un rato antes
de comer empezó un olor a zorrino. Pensamos que era Tótal, o Tati,
pero no; venía de la calle.
No sabía que gracias a
ese olor a pis de gato alguna autoridad de defensa civil decidiría,
dos minutos antes de la hora de entrada al cole, prácticamente
cuando estabamos en la puerta del colegio, con Belgrano ya cruzado,
con el auto lleno de criaturas, mochilas, guitarras y carpetas de
plástica, que no hubiera clases.
Volvimos a casa todos. Se
ponía difícil trabajar. Luis tenía que terminar una demanda, yo
preparar un Quevedo más difícil de lo habitual.
Bajó Pili, que estos
días también estuvo sin clases por las previas, avisando que se iba
a la casa de X. Con todas las recomendaciones del caso, que a esta
altura me parece que ya están absolutamente de más, le dimos
permiso para algo que ya tenía decidido desde que empezó a bajar la
escalera.
Solo alcancé a gritarle
que se cuide, con el sentido más amplio de su significado.
Pensé en lo que me había
contestado una vez Valen a esta recomendación: “Vos no sos la más
indicada para decirlo”. Y, la verdad que no.
Nos entra un wa de Valen,
a Luis, a mí no porque se me rompió el teléfono hace rato. Que ya
terminó lo que tenía que hacer pero que se estaba yendo a la casa
de Kp.
Y sí, con el panorama de
todas las personas metidas en casa las dos huyeron despavoridas.
Las dos muy rápido
dijeron, igual volvemos temprano.
Qué raro pensé primero,
pero después se me aclaró el pensamiento: gallinas.
Los dos novios, gallinas
tenían que irse temprano a la cancha.
Yo antes era de River
pero a los quince años me hice de Boca porque me había enamorado de
un chico que me decía que jugaba en las inferiores de Boca. Se
tomaba el 113 desde mi casa y se iba a La Candela, en San Justo.
Igual no me gustaba por
eso, me gustaba porque venía a mi club y era el único que era de la
Fede.
Y me lo encontraba en las
Ferifiestas, tenía una campera de gamuza con flecos y se tiraba re
bien del trampolín. Encima era un canchero, por lo de La
Candela supongo.
Ni me acuerdo cómo se
llamaba.
Ahora no soy ni de River
ni de Boca.
Estoy más para el ascenso, para el Bajo Flores.
La tarde siguió.
Con todos gritando
alrededor de un Quevedo que no iba ni para atrás ni para adelante;
lo miré a Luis y le dije, conseguime un novio, y me voy yo también
a la casa de mi novio, que sea buen mozo y de Boca así no tengo que
volver temprano.
Voy a ver si se me ocurre
alguno me contestó.
Pobre Luis pensé, las
hijas se le ponen de novias con hinchas de River y yo lo
boludeo un poco.
Por lo menos Gaspi es de
Boca. Aunque faltan unos años.
No quiero más un Nissan
march. Ahora quiero un Nissan Note, lo veo difícil, es más caro.
Capaz si hubiera seguido
con el muchachito de La Candela que se tomaba el 113 para ir a San
Justo...
Bueno, pero Luis tiene una barra de bosteritos bastante importante, encabezada por una de las personas que más disfruta el fútbol en esa casa: mi amiga Consuelito
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