Viernes a la noche.
Terminan las vacaciones.
Para no caer en un lugar
común no digo que empiezan.
Si tengo que buscar un
sustantivo para definirlas, no tengo duda seguramente sería
antibiótico.
De todos los colores, en
todos los formatos, todos los genéricos posibles, comprados por las
distintas obras sociales y prepagas de las que gozan todos mis hijos.
Amarillos, blancos, transparentes, de naranja, de ananá, de
multifruti como dice Octi.
Para infecciones
respiratorias, para estreptococos, para niños, para adolescentes,
para adultos
Sólo quedaron sin tomar
los dos chiquititos. Y Maite y Consu que no se contagiaron nada
nunca.
Hoy todo termina: las
vacaciones y los diez días de antibióticos. El lunes todos al cole.
La primera semana nos
quedamos casi todos los días acá metidos.
La segunda salimos un
poco más.
Menos el jueves que
cumplió años Sonsi . Hacía tiempo que no me acordaba de esa
madrugada con la bolsa rota, viendo en la salita de preparto un
programa de esos que hay que armar las palabras y llamar por
teléfono, esperando poder ir a la sala de partos y Sonsi que nació
preciosa pero que fue medio un trámite, porque era la quinta y nació
sin nombre y sin nombre estuvo como tres días.
De eso ya pasaron diez
años.
Y diez fueron también
las niñas que vinieron la otra noche a la piyamada a la que tomaron
como una extensión bajo techo del campamento del que varias de ellas
habían vuelto hacía menos de tres días. Corrieron carreras en el
jardín, gritaban alentando a las corredoras alrededor de las dos de
la mañana. Inventarón coreos a las tres, hicieron guerra de espuma
a las cuatro. Se divertían.
A las cinco y media se
despertó Luis a gritarles que se durmieran, demostrando bastante más
autoridad paterna con las pobres invitadas al cumpleaños que con el
muchachito que la otra noche pernoctó en el cuarto de Pili.
Así pasó el cumple de
Sonsi. Me gustan más las fiestas multitudinarias con los globos
tapando las rejas, el inflable en el jardín y la casa desbordando de
chicos. Pero se ve que cuando crecen ya no resulta tan divertido.
Así pasaron las
vacaciones, demasiado rápido, demasiado atareadas.
Desde el lunes otra vez los cruces
de Belgrano, las clases de música, los actos, las reuniones, los
boletines.
Igual, estas semanas
tuvieron cosas impagables.
Después de dos años
terminé las cuatro coplas de las sevillanas. Ahora solo queda
practicar.
Los invitados que
vinieron a casa a comer con nosotros un cordero que se deshacía de
lo rico que estaba.
La única noche que
pudimos salir con Luis a tomarnos una pinta de cerveza roja cada uno.
Maite volviendo del
campamento más contenta,más grande.
Meneca diciéndome como
dos veces estuviste estupenda.
Fabi, los quince días de
vacaciones cuidando desde Loli hasta Valen, como un ángel, como
siempre.
Las caras de Consu y de
Gaspi cuando se encontraron, de casualidad, en la cola de Los
Musiqueros.
Los Musiqueros que para
despedirse cantaron la misma canción con la que despedimos a Ruth y
a mi no sé por qué se me empezaron a caer las lágrimas pensando en
lo contenta que hubiera estado Ruth con nosotros, justo ahí, en el
Conti, con Loli y Tótal bailando, Estani aplaudiendo y Octi
protestando porque se aburría.
Ruli, que ya cumple 7,
Valen que estuvo más tiempo con Kp que en casa, Pili que en
cualquier momento se nos pone de novia.
Y la certeza de que
contra el tiempo que pasa no hay antibióticos.
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