sábado, 1 de agosto de 2015

Antibióticos



Viernes a la noche. Terminan las vacaciones.
Para no caer en un lugar común no digo que empiezan.
Si tengo que buscar un sustantivo para definirlas, no tengo duda seguramente sería antibiótico.
De todos los colores, en todos los formatos, todos los genéricos posibles, comprados por las distintas obras sociales y prepagas de las que gozan todos mis hijos. Amarillos, blancos, transparentes, de naranja, de ananá, de multifruti como dice Octi.
Para infecciones respiratorias, para estreptococos, para niños, para adolescentes, para adultos
Sólo quedaron sin tomar los dos chiquititos. Y Maite y Consu que no se contagiaron nada nunca.
Hoy todo termina: las vacaciones y los diez días de antibióticos. El lunes todos al cole.

La primera semana nos quedamos casi todos los días acá metidos.
La segunda salimos un poco más.
Menos el jueves que cumplió años Sonsi . Hacía tiempo que no me acordaba de esa madrugada con la bolsa rota, viendo en la salita de preparto un programa de esos que hay que armar las palabras y llamar por teléfono, esperando poder ir a la sala de partos y Sonsi que nació preciosa pero que fue medio un trámite, porque era la quinta y nació sin nombre y sin nombre estuvo como tres días.
De eso ya pasaron diez años.
Y diez fueron también las niñas que vinieron la otra noche a la piyamada a la que tomaron como una extensión bajo techo del campamento del que varias de ellas habían vuelto hacía menos de tres días. Corrieron carreras en el jardín, gritaban alentando a las corredoras alrededor de las dos de la mañana. Inventarón coreos a las tres, hicieron guerra de espuma a las cuatro. Se divertían.
A las cinco y media se despertó Luis a gritarles que se durmieran, demostrando bastante más autoridad paterna con las pobres invitadas al cumpleaños que con el muchachito que la otra noche pernoctó en el cuarto de Pili.
Así pasó el cumple de Sonsi. Me gustan más las fiestas multitudinarias con los globos tapando las rejas, el inflable en el jardín y la casa desbordando de chicos. Pero se ve que cuando crecen ya no resulta tan divertido.
Así pasaron las vacaciones, demasiado rápido, demasiado atareadas.
Desde el lunes otra vez los cruces de Belgrano, las clases de música, los actos, las reuniones, los boletines.

Igual, estas semanas tuvieron cosas impagables.
Después de dos años terminé las cuatro coplas de las sevillanas. Ahora solo queda practicar.
Los invitados que vinieron a casa a comer con nosotros un cordero que se deshacía de lo rico que estaba.
La única noche que pudimos salir con Luis a tomarnos una pinta de cerveza roja cada uno.
Maite volviendo del campamento más contenta,más grande.
Meneca diciéndome como dos veces estuviste estupenda.
Fabi, los quince días de vacaciones cuidando desde Loli hasta Valen, como un ángel, como siempre.
Las caras de Consu y de Gaspi cuando se encontraron, de casualidad, en la cola de Los Musiqueros.
Los Musiqueros que para despedirse cantaron la misma canción con la que despedimos a Ruth y a mi no sé por qué se me empezaron a caer las lágrimas pensando en lo contenta que hubiera estado Ruth con nosotros, justo ahí, en el Conti, con Loli y Tótal bailando, Estani aplaudiendo y Octi protestando porque se aburría.
Ruli, que ya cumple 7, Valen que estuvo más tiempo con Kp que en casa, Pili que en cualquier momento se nos pone de novia.

Y la certeza de que contra el tiempo que pasa no hay antibióticos.


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