miércoles, 22 de julio de 2015

Virus



Empezaron las vacaciones.
Siempre me gustan las vacaciones de invierno, en dos semanas hacemos lo que no hacemos durante todo el año.
Igual antes era mejor: Ruth nos recomendaba los espectáculos verdaderamente buenos, menos cantidad de chicos para sacar a pasear, podía ir a lugares con entradas caras y no tenía tanto problema en transportar a todos al centro.
Me acuerdo las vacaciones de 2006, salimos los quince días, una de esas tardes fue la del granizo, tuvimos que parar bajo las piedras en medio de Libertador para que Maite hiciera pis. Ese mismo invierno fuimos a ver Papando Moscas, que se transformó en el grupo preferido de Felipe.
En los últimos años se complicó un poco sobre todo porque ya es difícil salir con tantos, y porque tienen las edades bastantes distintas con lo cual ya no los puedo llevar a todos a ver lo mismo.
Hace dos o tres años lo solucioné con una suerte de búsqueda avanzada con filtro severísimo, cosas gratis, que no impliquen ir al centro pero que tampoco impliquen oleadas humanas como por ejemplo Tecnópolis adonde Tótal pide ir todos los días a ver los cocodrilos con los que confunde los dinosaurios. Imposible mientras duren las vacaciones.
Con todas esas condiciones no hay mucho margen pero algo siempre encontramos.

Estas vacaciones sin embargo parecen ser distintas.
Tengo muchísimo trabajo para terminar en estos quince días y reuniones y cosas que me ocupan tiempo. Parecía bastante difícil poder armarles programa a las criaturas.
Sin embargo, descubrimos un lugar al cual ya fuimos dos días, gratis, cerca y que pueden ir sin tener en cuenta las edades: el consultorio de su pediatra.
Ya pasaron por allí casi todos, falta Tótal que podría ir en cualquier momento.
Sonsi, Ro, Octi, Estani, Loli en diferentes días y también todos juntos. Se comieron todos los caramelos, casi rompen la balanza, se subían a la camilla con los zapatos puestos, le prendían y apagaban la luz de la pantalla para mirar las radiogafías. La pobre Fabi tuvo que escribir como veinte recetas.
Estas visitas se complementaron además con visitas a laboratorios y lugares de rayos X y distintas farmacias, emprendimientos todos que dieron como resultado que ahora tengamos a cinco criaturas tomando diferentes dosis de diferentes antibióticos.
Y a Sonsi que el viernes se iba a su primer campamento, con neumonía. Hoy, cuando le dijimos que ni nosotros ni Fabi aconsejábamos que se fuera, aunque le bajara la fiebre se puso a llorar.
Pobre Sonsi, ya se perdió el campamento de verano.
De todas formas quedarse en esta casa no es lo mismo pero es bastante similar a un campamento: pasan todo el día en nuestro cuarto, comen, duermen la siesta, ven películas, una carpa gigante.
Nadie limpia por lo que los techos y las paredes tienen telarañas gigantescas como si estuviéramos en el medio de la selva.
Ruli se fue a bañar y desbordó la bañera inundando el playroom y el cuarto de sus hermanos, como si acamparan al borde de un río.

Más que campamento, hospital de campaña.
Valen que entra y sale porque Kp también está de vacaciones, Pili que está acá metida extrañando a X que se fue al Sur, Maite preparando su mochila para acampar, Sonsi con neumonía, Consu cocinando tortas todas las tardes, Ruli con antibiótico, Octi con antibiótico, Estani con antibiótico, Tótal lleno de mocos que le hacen salir sangre de la nariz, Loli con fiebre que le hace poner los cachetes coloradísimos.

Y yo que en medio de este caos me acuerdo de esas vacaciones de invierno de 2006 y me doy cuenta de que nada es tan terrible como parece.




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