Creo que voy a escribir
un poema.
Tengo las palabras: viento, colmillos,
cristal,
almenas, piedras, mariposas desatadas,
príncipes de la espuma,venablos de las
algas, cenizas del
olvido.
Lo voy a escribir acá, en Bahía de
los Vientos,
ahora,
mientras escucho a mis hijas más
grandes reirse antes de dormir,
mientras Ruli protesta porque perdió
sus medias y Consu
come caramelos,
mientras los más chicos ya se
durmieron,
agotados de saltar las olas;
mientras miro la muralla de diamantes
que me rodea.
Ya está listo el cuaderno. No tiene
renglones,
tiene puntos.
Va ser un poema sencillo,
sin rima,sin metáforas.
Sólo algunas pocas imágenes: una
línea plana,
un pan de queso, una vía de tren,
alguien que dice
que es como vivir sin un brazo
y no mucho más.
Y ya sé cuál será el primer verso:
Todos los hijos que se nos mueren
son hijos únicos.
una frase que escuché
hace un tiempo en la presentación de
La hora violeta, esa novela que
nunca me animé a leer.
Pero igual el verso yo ya lo conocía
de antes,
desde hace exactamente trece años.
Todos los hijos que se nos mueren
son hijos únicos.
Así comienza mi poema.
No sé si tengo tantas ganas de escribirlo.