miércoles, 30 de julio de 2014

Altas vacaciones


Dos fines de semana antes de las vacaciones de invierno fuimos con las cuatro nenas del medio al cine. Acababa de jugar Argentina y en la tarde del sábado solo volaban las hojas entre algún bocinazo de festejo; las calles, el cine, las escaleras mecánicas, vacías.
Fuimos a ver una película extraña, me había pedido Consu, una mezcla de Harry Potter, mini espías y no sé qué otra cosa. Nos gustó bastante, pudieron compartir pochoclos y reconocer dos lugares: la facultad de derecho, donde hace justo un año Xime protagonizaba una escena de la Familia Ingalls en medio del congreso de la AIH y el parque de la costa que me sigue partiendo el alma.
Parte de la acción transcurría en una ciudad fantasma y oscura, se llamaba Zilv o Zilf o algo así, había casas diminutas cerradas, castillos abandonados y un cerebro mágico gigante en una especie de palacio árabe. Cuando salimos del cine les prometí, ahora en las vacaciones de invierno con papi los vamos a llevar a todos a Zilv.
A los dos días cuando busco a los chicos en el jardín Marisol, la maestra de Ro me pregunta ¿dónde es que van a ir de vacaciones de invierno? A ningún lado le contesto, hace rato ya que apenas podemos movilizarnos en febrero para ir a Quequén, ah porque Ro me dice un lugar que no le entiendo y de atrás Ro grita a Zilv, mami, a Zilv.
Me río, estamos criando niños chiflados le explico a Marisol.

La primera semana se desenvolvió bastante tranquila, teatro gratis dos veces, títeres para los más pequeños, la historia de los piratas, en la que se coló Valen que ya la había visto cuando era chiquita, idas y venidas a casas de amigos y amigas. Hasta el jueves, día en que habíamos planeado emprender el paseo a Zilv o Zilf, o no sé cómo se llama, que por supuesto no es otra cosa que la ciudad de los niños.
Y allí fuimos. Hacía tiempo que no teníamos asistencia completa, Valen que estaba aburrida, Pili que la primera semana se la tomó de vacaciones, los doce disponibles para salir a pasear. Los dos autos, casi cuarenta sandwichs, dos botellas grandes de coca, dos leches larga vida, galletitas, pañales, un tarrito de nesquick para la tarde, la lona.
De Maite para abajo no tenían mucha idea de dónde estaban, no entendían qué era, hordas de gente, todo embarrado, un parque de diversiones no del todo seguro y extrañísimas construciones a los costados.
Todos felices, corrían de acá para allá, arrastrando el cochecito de los mellizos recorrimos ese lugar sin lógica, unos castillos en miniatura, una plaza diminuta, un museo de muñecas un tanto espantoso que olía a naftalina, hay olor a la casa de la abuela dijo Sonsi. Cuando estamos saliendo del museo, que inmediatamente reconocieron como la casa del cerebro mágico veo a Consu en el libro de visitas con una cursiva medio temblorosa poniendo me gustaron mucho las marionetas, consu.
Después, en el supuesto parque de diversiones, fueron a unas hamacas voladoras que no se podían levantar demasiado del piso, a una calesita de camiones que no les andaba la bocina, a un tren fantasma que duraba medio segundo y del que salieron como si vinieran de The Haunted Mansion. 
Y mientras,no casualmente, el padre les relataba a las más grandes el mito urbano de que Walt Disney se inspiró en este ámbito para crear Disney.
Iban los seis del medio hablando entre ellos, parecían salidos de Cuenta conmigo. Hoy espero no tener pesadillas decía Ro, nosotras gritamos decían las hermanas, Octi y Estani seguían contándoles sobre las bocinas que no andaban.
Pensé, haciéndome eco de las reflexiones de Soledad, con que poco se conforman estos niños. Insisto con mi idea, criaturas estalinistas, o tal vez  peronistas   no por convicción sino a la fuerza.
Llegamos a casa de noche después de cruzar la ciudad llena de gente por todos lados.
Las luces de la nafta titilando en los dos autos, los chicos dormidos.

Las vacaciones siguen aunque de a poco se van acabando: club, museos, equivocaciones de horarios, teatros gratis, una metavacacional versión de El Mago de Oz.
Sonsi que espera su cumple con un broncoespasmo brutal que no la deja respirar


Los pocos momentos tranquilos los paso entre Garcilaso y Herrera, encontré las llaves del auto, las sacó Consu de su mochila del cole donde seguramente las había puesto su hermanita Loli.
Así, estuvo llevando y trayendo las llaves a la escuela durante casi quince días todas las tardes.

Al día siguiente de la excursión, cargando nafta bajó una pareja de chicos de una moto, super prolijos, preciosos, la moto impecable, azul, brillante. Los ví tan enamorados entre ellos y de su moto que me acordé que sigo queriendo el Nissan march, azul eléctrico, cromado, con llantas y cámara de marcha atrás, para pasear con Luis, para ir a Zilv, a Zilf o como se llame.
Pronto los lunes, el abismo. Pero, por suerte, ya casi termino de aprender la segunda copla de las sevillanas.

Y descubrí esta joya.

martes, 22 de julio de 2014

Vacaciones. Inicio

El comienzo en la tarde del viernes, la paz de filología con Patricio y Patricia.
La lindísima fiesta de cumpleaños de Soledad con la que abrimos el viernes a la noche la temporada de supuesto descanso de las vacaciones de invierno.
Octi y Estani el sábado en el sube y baja del club en el que nos quedamos hasta que se fue el sol.
El super partido de fútbol que jugamos, que ya se está convirtiendo en una costumbre de salidas al aire libre. La atajada que me embarró todo el jean.
La noche del sábado llevando y trayendo criaturas propias y ajenas de comuniones y hacia comuniones hasta las doce de la noche.
Las medias sucias de Kp, dando vueltas en el playroom el domingo a la mañana y Loli que limpió con ellas la leche que iba tirando de su mamadera.
La cena del domingo en la que multiplicamos los panes y dimos de comer con dos tartas a catorce personas.
La búsqueda de las cartas del Mundial, porque las figuritas ya fueron, con Consu y Ro en kioscos inexistentes cerca de Tribunales.
La obra de teatro gratis del lunes en el galpón cerca de casa. El recuerdo de Ruth.
La cola para pedir las entradas, la gente que pedía tres, cuatro, llegamos nosotros y pedimos ocho.
El agradecimiento de los actores, el llanto y la dedicatoria de la protagonista al terminar y el agradecimiento a sus amigos por haberla acompañado en sus tempora nubila.
Las ganas de consolarla al final de la función.
El abrazo infinito que le dí a Paula cuando fui a buscar a Maite que había ido a jugar con Tami.
Los wa con Adri y su regreso al hockey y a la vida.
La segunda copla de las sevillanas que me va saliendo de a poco.
El RIÁ con las castañuelas que también me va saliendo.
La humedad de lunes a la noche abajo de la autopista en la vereda desierta cuando terminó la clase.
Xime, Eleonora y Mariano que están preparando sus clases para el concurso y la sensación de que no los puedo ayudar como ellos me ayudaron a mí.
Los planes para reunirnos en algún lado con amigas de toda la vida a comer comida árabe.
Los planes para el asado del sábado de festejo del día del amigo, de Santiago y de cumpleaños de Néstor atrasado en el Zamorano.
Octi y Estani pidiendo por Enru.
La conversación con Juan.
La casi certeza de que el año que viene volvemos con Lidia a Ezeiza.
La certeza, compartida con Vero, de que cuando nos reímos retrocedemos todas casi veintiocho años a revender entradas en septiembre en las puertas del Luna Park.

La certeza de que cuando nos reímos seguimos siendo las de siempre.

jueves, 17 de julio de 2014

El cuartito

Hace un mes, un mes y medio que estamos durmiendo muy mal. La principal razón es que Dolores y Cristóbal están durmiendo muy mal. Y como duermen en nuestro cuarto si ellos no duermen nosotros tampoco. Primero pensamos que tenían frío, después estuvieron con tos y mocos, después creimos que eran los colchones de las practicunas, uno es durísimo, el otro se está desintegrando, no sabemos muy bien cómo porque no quedan restos ni de tela, ni de espuma de goma pero es evidente que se está desintegrando.
Desde que nació, Dolores se despierta a mitad de la noche a tomar la teta, la pongo al lado mío, le doy de comer pero ahora no hay modo de que la saquemos de nuestra cama y Cristóbal inquieto también se despierta, mira desde su cuna la de la hermana y como no la ve, se pone a llorar desconsoladamente.
Tienen un año y medio, la solución es, a todas luces, cambiarlos de cuarto. A esa edad no deberían dormir con los padres. Esta cohabitación poco tiene que ver con una crianza con apego para educar niños seguros de sí mismos, con vínculos fuertes y sin frustraciones sino que está más relacionada con cuestiones de espacio.
Ya no tenemos dónde meter las criaturas. Octi y Estani, por ejemplo, van a cumplir cuatro años y duermen en la misma cama, compartiendo además el cuarto con Ro.

Hace tiempo que estamos pensando posibles soluciones.
La primera construir un piso arriba, desechada inmediatamente, corremos serios riesgos de que se nos venga la casa abajo y no hay por dónde ubicar una escalera.
Otra: las dos grandes tiene cada una su cuarto, juntarlas en uno, imposible, no hay razonamiento que puedan entender y ya ni queremos hacer el esfuerzo.
Una más, la solución de la abuela, me informa, por acá cerca ví que venden una casa muy linda (Belgrano R). La mudanza no es una variable pero, por curiosidad averiguo, las casas que de afuera parece gigantes tienen como muchísimo cuatro dormitorios, no nos alcanzan y por supuesto, son carisimas.
La más posible que nunca llegamos a ejecutar: los tres varones en un cuarto con tres camas, nido, cuchetas, marineras o cómo se llamen y cinco niñas en otro cuarto con cinco camas, nido, cuchetas, marineras o cómo se llamen. Pero, por lo menos, renovar las camas. Ro, por ejemplo duerme en la cama que era de Abelino cuando era chico a la que la abuela le pintó en la cabecera con su mejor voluntad algo que intenta ser La Sirenita, no sé si porque le da miedo el dibujo, o porque se golpea la cabeza contra la madera que Rosario hace un tiempo pidió dormir del lado de los pies.
Otro caso: Consu duerme en la cama que era de Xime, a la que por alguna razón extraña el colchón le queda cada vez más grande y parece que se va escapando para afuera mientras la chica se hunde en un agujero sin fin.

En casa, al fondo del jardín, hay un cuartito. Cuando nos mudamos era un quincho que tiramos abajo pero decidimos dejar una parte, es un cuartito minúsculo con baño y cocina. Puede funcionar como cuarto de servicio, para quien tenga servicio. Nosotros probamos cuatro meses, la chica que estaba dormía hasta cualquier hora y Consu la tenía que ir a despertar alrededor de las 10 de la mañana para ver si empezaba a, por ejemplo, hacer las camas.
En alguna ocasión pensamos que era buena idea armar ahí una suerte de playroom, poner todos los juguetes, comprar piso de goma eva, en las paredes esos tableros de juegos. Pero después nos dimos cuenta de que para llegar los chicos tenían que atravesar el jardín con lo cual los días de lluvia no se podía usar.
En algún otro momento le propusimos a Vale que se lo arreglábamos y se iba ella ahí, asintió, pero quiero internet, wi fi, cable, 3 gigas, una nespresso, secador de pelo, planchitas y la tijera que arma los rulos. Desistimos, ahora que está con Kp,menos.
Otra opción, un cuarto de planchado para que Luis cuando plancha no lo tenga que hacer en medio del comedor con la ropa llenando las mesas y las sillas, imposible: la tabla de planchar está rota y Luis la tiene que apoyar en un silloncito del living para que no se caiga, no se puede trasladar un mecanismo similar a ese cuartito.

El otro día me gané un jamón, entero, con hueso, de aproximadamente siete u ocho kilos, goteante de grasa, si se me permite el neologismo.
Fue en medio del Mundial por lo que en casa la noticia pasó bastante desapercibida. En una rifa de una comida, me fui antes y les dejé a mis compañeros de mesa los números que había comprado. Cualquier premio que me saque quedénselo les dije, menos el jamón.
A la media hora de irme me estaban entrando mensajitos, wa, mensajes en el contestador avisando la feliz noticia, me enteré a la noche tarde, había dejado el teléfono en silencio para ver tranquila el partido de Costa Rica- Grecia.
Encima el jamón se lo quedó Néstor, y lo ví recién el viernes pasado, así que, Mundial finalizado, jamón en casa empezamos los preparativos para cortarlo.
Hace mucho tiempo nos regalaron un pie para el jamón, era en una época en la que a Luis le regalaban, entre otras cosas, jamones. Casi diez años después, con muchas mudanzas en el medio, yo lo dí por perdido pero, revisando y revisando llegué al cuartito. Entre huevitos de bebés, baldes de playa, baldosas que sobraron de la obra, bicicletas, cajas con papeles y otras porquerías estaba el pie del jamón.

Ahora lo podemos cortar y lo podemos comer

Me gustaría hacer una jamonada, invitar a todos los que quieran venir, a esta casa en donde ya no entramos, que necesita varias manos de pintura, que tiene todas las paredes dibujadas, convidarlos a todos con sandwichs de jamón, con vino, con cerveza. Una linda jamonada.
Y un tip: A fin del año pasado Pili hizo una fiesta con chicos del cole, más grandes, de una agrupación política en la que participaba. Por los comentarios de algunos que vinieron a la fiesta estos muchachitos y muchachitas fueron quiénes le dieron el mejor uso al cuartito.

Para la jamonada lo habilitamos.

martes, 8 de julio de 2014

El equipo


El sábado pasado, un lindísimo día de invierno, un rato antes de Brasil y Chile nos tomamos un tren hacia Manzanares
Octi y Estani querian hace rato ir a pasear en tren.
Vimos que habían inaugurado unas estaciones del San Martín pasando Pilar, que una de ellas era Manzanares donde habíamos ido hace un tiempo a un restaurant lindísimo.
Los trenes pasan por Chacarita que está cerca de casa, se los ve nuevos, de un celeste fuerte. Luis los toma para ir a los tribunales de Retiro, andan bien.
El viernes a la noche ya lo habíamos decidido pero no les dijimos nada para que no empezaran veinte horas antes a prepararse. A la mañana organizamos todo y emprendimos la aventura.
Fuimos con siete, las tres más grandes se quedaron. Vale porque estaba en lo de Kp, Maite porque se tenía que ir a hacer un trabajo de Naturales a lo de una amiga y Pili porque se quedó para llevarla.
Sin posibilidades económicas a esa altura del mes de ningún restaurant donde ir a almorzar casi diez personas, Luis cocinó unas milanesas, las guardamos en una mochila junto con pañales, toallitas, vasos y rollo de cocina.
Sacamos de abajo de la escalera el cochecito doble, subimos todos al auto prevenidos media hora antes del horario en que pasaba el tren, teníamos que comprar el pan para los sandwichs y los boletos.
Dejamos el auto sobre Corrientes, justo en la entrada de la estación, cargamos la sube y caminamos, todos de la mano, hasta el andén que estaba lejísimo. Perdida, en un recoveco por el que había que pasar antes de llegar a los bancos del andén parecía haber una panadería, comprar pan fue una misión imposible, me querían vender sandwichs de milanesas, ya tengo las milanesas, necesito el pan. No hubo caso.
Llegó el tren, hasta Pilar grita el guarda, subimos. El vagón no estaba ni lleno ni vacío. Quedamos todos parados y Luis con Loli y Tótal en el cochecito. Empieza el desfile de vendedores, los chicos miran todo asombrados, no saben viajar en otra cosa que no sea auto. Están felices.
Se desocupa un asiento, nos sentamos todas las chicas. Luis queda con Octi y Estani parado al lado de las puertas que no abren. De repente me doy vuelta y lo veo con Loli y Tótal a upa. No quieren saber nada con el cochecito. Los siento también conmigo. El tren de a poco se va vaciando. Pasamos por Bella Vista, nos acordamos de los veranos con los más grandes. Jugamos a Mari, mari po, mari, mari sa. Sigue el desfile de vendedores. Compramos turrones para entretener a los más chiquitos que después de una hora de viaje ya están un poco inquietos.
Después de José C. Paz el tren empieza a atravesar el campo, vemos caballos, chanchos. Ro pregunta si cuando lleguemos se van a poder subir a una vaca. No, le dice Consu muy seria, para montarse a una vaca hay que pagar.
Exactamente noventa minutos después de habernos subido, bajamos en Manzanares.
Conseguimos pan en una pizzería cuyo dueño nos vende el que tenía para consumo personal. Hay unas plazas gigantes al lado de las vías, tendemos la lona y hacemos nuestro picnic, se suma un perro para alegría de Tótal y fastidio de Estani.
Cuando terminamos de comer jugamos un rato al fútbol, nos olvidamos la pelota pero usamos el envase vacío de coca. Con eso hacemos goles, defendemos, atajamos y la tiramos afuera. Antes de que pase el tren de vuelta volvemos a la pizzería compramos helados de palito para todos, en una tele que se veía pésimo, Chile le estaba aguantando a Brasil.
A la vuelta alfajores, volvimos a mirar por la ventanilla e hicimos un ranking de los goleadores con la botella de coca.
 Un lindo partido. Un lindísimo paseo.

En la pizzería el dueño nos había preguntado si eran dos pares de mellizos y si eran todos nuestros, un clásico, faltan tres les dijimos. Ah, uno más y tienen el equipo de fútbol, otro clásico.
Llegando, el tren casi vacío, los chicos medio dormidos: me divierto pensando, como parte de la dupla de DT cómo formaría nuestro equipo, yo pararía un 4-3-3. De 2 Rosario, decidida, bien plantada, de 6 Maite, juega un poco sola pero también estaría bien parada, segura. Marcando puntas Octi y Estani, para que se crucen todo el tiempo y confundan a los delanteros. De 5 Tótal, jugador fundamental, le falta un poco pero cuando crezca va a ser un pilar del equipo. En la línea del medio lo acompañan sus dos hermanas mayores, las conductoras, se cargan, ya lo han hecho, el equipo al hombro, suben, bajan, recuperan pelotas, marcan y muchas veces hacen goles, van y vienen. Antes se llamarían carrileras. Valen saldría con la cinta de capitana, está mejor porque es más grande, pero Pili también promete en ese puesto. Ambas tienen la exclusividad en los retos de la dupla técnica.
Y arriba las tres mejores delanteras. Sonsi de 9 en el medio, molestando a los defensores rivales cuando quieren salir, pegándoseles en todos lados de la cancha, protestando bastante y fingiendo faltas con algo de llanto. Loli, 7, suelta por arriba, una jugadora bien independiente, una promesa de gol y de sonrisas de festejo. Y finalmente Consu, un 11 de área, siempre a la pesca, las tres cuartas partes del partido en su mundo, pero cuando agarra la pelota no hay quien la pare.
Y en el arco, cuando la defensa ya parece superada y el equipo está a punto de ser vencido, Felipe, arquero de cometas, de estrellas fugaces y de meteoritos, el mejor arquero del universo.
Y una multitud de jugadoras y jugadores ya no propia pero a préstamo en el banco de suplentes.
Y otra multitud de amigos en el cuerpo técnico.

Esto logramos en estos 6 mundiales. 20 años juntos.

Cierro los ojos y me imagino a toda la delegación en Rusia 2018, sacándose una foto, frente a San Basilio  en la Plaza Roja.

miércoles, 2 de julio de 2014

La Raulito

Aprendí el fútbol desde chiquita, con mi abuelo, mi papá, mi hermano, mis amigos del cole, la mayoría de Boca menos Hernán que es de Independiente y Luis.
Pero aprendí también a no opinar mucho de fútbol entre varones.
La mayoría nunca toma lo que una mujer dice del mismo modo que si lo dijera un hombre, hay o como un gesto de comprensión como a quién le falta algo y se lo comprende o una mueca de burla, casi la misma imagen de cuando Vero fue a la tele a hablar del Papa Francisco, figura tan presente en estos días mundialistas, y el hombre que tenía al lado le hizo como que estaba loca.
Y peor con los hinchas de la selección.

Por eso y sobre todo en los Mundiales el lugar de las mujeres está relegado a un paneo analítico sobre los jugadores más lindos, de mejor cuerpo, los más hombres, tal vez hasta para llegar a esto que muestra que ahora son selfies en boxer pero antes había un un fotógrafo dispuesto a todo.
Pero más que nada significa que cuando en un equipo falta el fútbol así es como se construyen los héroes, así y con la tele, repitiendo una y otra vez las mismas jugadas, los mismos epítetos, relatando siempre un mismo partido con los mismos tres o cuatro jugadores, la toquen o no la toquen.
De allí a lo futbolístico, un abismo y el discurso masculino que moldea, regula y dosifica pero con una bandera argentina atrás.
Y todos quedamos contentos y cómodos.

Por eso no arranco del todo con este post, porque me parece estéril, vano. 
Y encima, elegir y decidir quién y cómo posee el carnet de verdadero hincha, de verdadero interpretador, lo hace estalinista aunque eso no sería un problema tan grave, estamos acostumbrados, una familia de doce personas funciona, o creemos que funciona solo bajo un férreo stalinismo.

El hincha de la selección es un hincha acrítico, televisivo, una ignorante wikipedia actualizada cada minuto con saberes útiles e inútiles del mundial que se está jugando. Allí no hay discusión posible, ni diálogo.
Pero, por las circunstancias de mi cotidianeidad, me tocó compartir el espectáculo de los partidos con Kp y con Lucas, dos hinchas de fútbol, dos chicos que van todos los domingos a sentarse a la popular de River.
Veo los partidos, grito, puteo, critico, me enojo y ellos, como verdaderos hinchas de fútbol deberían entenderme, darme la razón.
Me miran como si además de mujer y vieja fuera alienígena. ¿por qué no te gusta la Selección?- me dicen

Y la verdad que no les puedo explicar las diferencias entre el equipo argentino de México, de Italia incluso y esta selección lavada y tatuada que nos ofrecen las pantallas de la FIFA.
Que conocíamos a todos los jugadores, o porque habían jugado bastante en el fútbol argentino o porque seguían jugando acá, que el chino Tapia le pegó una en el palo a los ingleses, que Bochini les metió un taco o al revés, ya no me acuerdo, que estábamos enamoradas por juego y no por potredad del Tata Brown,un central que metió un gol en una pata o de Valdano que era un goleador.
No les puedo explicar que un verdadero diez es el que se carga el equipo en los tobillos, en las mandíbulas, en los huevos y no uno que da vueltas errático, egoísta, hasta que se le ocurre agarrar la pelota y hacer un gol para la tribuna. No les puedo explicar que los defensores pueden hacer algo más que pegar pelotazos al aire o al corner y que se puede ser un buen arquero y no dar rebotes y jugar un poco más adelante que abajo de los palos. Y que un nueve la tiene que revolear cincuenta veces, porque a lo mejor en la cincuenta y uno la mete y gracias a eso dejás afuera, por ejemplo, a Brasil.
Trato de decirles todo eso pero veo que no los convenzo, una vez más son varones asintiéndome a la fuerza, y éstos peor porque podría decirse que tienen una suerte de relación de dependencia, el yerno y el niñero.
Y repito me extraña que no me entiendan, ustedes que ven fútbol en la cancha todos los domingos, pero siguen con cara de nada, y ahí dudo un poco, capaz la que estoy confundida soy yo.
Sin embargo en algún punto lejanísimo del universo fútbol me dan la razón: ambos simpatizan bastante con Colombia, y no dicen por qué, pero es claro: el conocimiento que tienen de muchos jugadores de la selección Colombia por verlos jugar los domingos en River.
Creo, interpreto, decido que es por eso, quedo contenta,  el futuro puede ser peor .

Igual este Mundial tiene escenas buenas:

Mis tres hijas de la primaria saliendo exultantes de la escuela, las caras pintadas con banderitas argentinas después de ver los partidos en pantalla gigante. Y Consu, en su mundo, que me dice cuando hacen gol gritamos gol y cuando casi hacen gol gritamos uuh
Belgrano y Villa Urquiza se llenan a la tarde temprano, después de los partidos de la selección de parejitas adolescentes arrinconadas contra las paredes, huidos del colegio, festejando a su modo el triunfo argentino.
Veo todos, absolutamente todos los partidos. En la tele de mi cuarto ordené los placares, en la tele del playroom ordené todos los canastos de los juguetes. Sigo sin encontrar las llaves del auto
En registro minita chapeau para Puma por las camisetas pegaditas al cuerpo de los jugadores y por hacer que algunos usen botines rosas y en ese mismo registro el lindísimo artículo de Lucía sobre Lavezzi. 

Y el Mundial sigue. Prometo un post más amable en días, cuando Argentina salga campeón.