Este post era para
subir el domingo. Día del niño.
Pero, estoy acorralada
por Garcilaso, sus Églogas y la canción V, ahí, amarrada a la
concha de Venus y a la interesante problemática de la oda en el
siglo XVI, si es horaciana, pindárica o anacreóntica.
En el camino quedaron mis
clases de sevillanas y de castañuelas.
El sábado festejamos los
cumpleaños de Sonsi y de Ro. Desde el año pasado que adoptamos la
modalidad del festejo conjunto. Sobre todo porque cumplen con quince
días de diferencia, porque el de Ro toca siempre para festejar el
sábado del fin de semana largo de agosto y porque como vienen muchos
grupos de hermanos, muchos amigos de hermanas y muchos amigos de
siempre, las tres cuartas partes de los invitados son los mismos y es
un abuso convocar a la misma gente dos veces en un mes para festejos
similares.
Así, el sábado la casa
se abrió para recibir alrededor de cuarenta y cinco chicos de entre
uno y trece años, que se pasaron cuatro horas en un inflable puesto
en el jardín, una especie de sala de juegos en el garage y una
paciente maquilladora que les hizo mariposas, hombres arañas y
caballitos de mar a todos los que quisieran.
Xime y Vero, como
madrinas de la fiesta, prometieron pintarse pero después se
olvidaron.
En la reja, como siempre,
los globos y en la puerta dos carteles de años anteriores a los que
convenientemente les cambiamos los años y los nombres para
actualizarlos.
En determinados momentos
todo devenía un caos, por ejemplo cuando sonó el timbre, Rosario
abrió la puerta y entra un hombre con una pila de cajas de pizza que
nadie había pedido y que, frente a la afirmación de que estaba
equivocado, me respondió muy seguro: “No, mirá que puede ser para
el próximo evento”. Así, entre los gritos de los niños, tuve que
convencer al hombre de que nuestra casa no era un salón de fiestas,
que no había evento próximo y de que el confundido era él y no yo,
pese a lo que todo lo exterior parecía indicar.
O por ejemplo cuando veo
a dos niños desconocidos deambulando por la casa con un regalo en la
mano sin saber a quién dárselo, le pregunto al mayor si ese regalo
era para Sonsi y me contesta qué Sonsi, le digo entonces es para
Rosario, ah no sé, faltaba que me dijera yo vine para el próximo
evento. Bajaron de un taxi me explica Xime y entraron, insisto ¿a
qué colegio van? Al normal 10, me tranquilizo, había prácticamente
un niño de cada sala y de cada grado, a alguien iban a conocer.
El domingo. Día del
niño.
Luis y yo agotados, el
día horrible, no fuimos al club al festejo del día del niño y nos
quedamos en casa en la que además de las diez nuestras quedaban los
ecos de las casi cincuenta criaturas que la tarde anterior habían
estado por todos lados corriendo y gritando.
Compramos seis regalos
casi de compromiso, luego de recorrer por lo menos tres jugueterías
inundadas por tíos, abuelas o padrinos que compraban sus primeros
regalos del día del niño para los que requerían asesoramiento
super exclusivo de los vendedores.
En eso nosotros también
tenemos la ventaja de que todos, absolutamente todos los juguetes
existentes en las góndolas pasaron en estos veinte años por los
canastos del play room. Y ya sabemos qué se rompe rápido y qué no.
De todas formas en algún
momento me voy a decidir a hacer algo que quiero hacer hace bastante,
comprar un solo regalo para todos: un juego de crocket.
Igual tendrá que ser un
poco más adelante, cuando ya todos crezcan lo suficiente para
entender que los palos sirven para el juego y no para dárselos por
la cabeza a los hermanos.
Quedaron fuera del
reparto los dos chiquitos que no entienden nada y las dos grandes que
se gestionan sus propios obsequios. En realidad Tótal no, se dio
cuenta de que a los hermanos les tocaban unos autitos nuevos así que
le envolvimos un autito viejo de Octi y lo desenvolvió lo más
contento. Loli nunca se enteró.
En los cumpleaños de
antes, de hace treinta o cuarenta años, pasaban películas en súper
8, los tres chiflados, travesuras de una bruja, el globo rojo.
A El globo rojo además la
ví en el cine. Película triste, tristísima.
Hace un tiempo la
recuperé para Maite una mañana helada de sábado mientras
esperábamos que Valen trajera sus notas de los segundos parciales
del curso de ingreso a primer año.
Me siguió pareciendo
triste, tristísima.
Hace mucho menos tiempo
la recuperé para Rosario, Octi y Estani, les encantó, se terminaba
y me pedían que se las pusiera otra vez.
Fue ahí que me avivé
que el protagonista es el hijo del director.
Me la imaginé mucho más
simple de lo que la había pensado, seguro el chico volvió de un
cumpleaños, seguro que se le pinchó un globo, seguro que lloró
tanto por el globo que el padre, en lugar de prometerle que le
compraba otro filmó la película.
Un lindo regalo para el
chiquitín, mejor que un globo nuevo, mejor que los de los días del
niño.
La infancia, locus
amoenus.
Y entonces la película
ya no me parece tan triste.
muy bueno
ResponderEliminarGracias!!!
EliminarGracias!!!
ResponderEliminarPongo anónimo porque no sé otra cosa. Soy Laura rizzi
De nada. Me encanta que pases por acá
EliminarFlor, amo tus blogs, en mucha, muchisima menor escala, a veces me hacen pensar en casa, besos desde Berlin, Silvina (tibi)
ResponderEliminarTibi!!! Sí, no es la cantidad son las situaciones y desde Berlín debe ser todoun poco más complicado.
EliminarQué bueno que te guste el blog!
Besos!