miércoles, 13 de agosto de 2014

El globo rojo






Este post era para subir el domingo. Día del niño.
Pero, estoy acorralada por Garcilaso, sus Églogas y la canción V, ahí, amarrada a la concha de Venus y a la interesante problemática de la oda en el siglo XVI, si es horaciana, pindárica o anacreóntica.
En el camino quedaron mis clases de sevillanas y de castañuelas.

El sábado festejamos los cumpleaños de Sonsi y de Ro. Desde el año pasado que adoptamos la modalidad del festejo conjunto. Sobre todo porque cumplen con quince días de diferencia, porque el de Ro toca siempre para festejar el sábado del fin de semana largo de agosto y porque como vienen muchos grupos de hermanos, muchos amigos de hermanas y muchos amigos de siempre, las tres cuartas partes de los invitados son los mismos y es un abuso convocar a la misma gente dos veces en un mes para festejos similares.
Así, el sábado la casa se abrió para recibir alrededor de cuarenta y cinco chicos de entre uno y trece años, que se pasaron cuatro horas en un inflable puesto en el jardín, una especie de sala de juegos en el garage y una paciente maquilladora que les hizo mariposas, hombres arañas y caballitos de mar a todos los que quisieran.
Xime y Vero, como madrinas de la fiesta, prometieron pintarse pero después se olvidaron.
En la reja, como siempre, los globos y en la puerta dos carteles de años anteriores a los que convenientemente les cambiamos los años y los nombres para actualizarlos.
En determinados momentos todo devenía un caos, por ejemplo cuando sonó el timbre, Rosario abrió la puerta y entra un hombre con una pila de cajas de pizza que nadie había pedido y que, frente a la afirmación de que estaba equivocado, me respondió muy seguro: “No, mirá que puede ser para el próximo evento”. Así, entre los gritos de los niños, tuve que convencer al hombre de que nuestra casa no era un salón de fiestas, que no había evento próximo y de que el confundido era él y no yo, pese a lo que todo lo exterior parecía indicar.

O por ejemplo cuando veo a dos niños desconocidos deambulando por la casa con un regalo en la mano sin saber a quién dárselo, le pregunto al mayor si ese regalo era para Sonsi y me contesta qué Sonsi, le digo entonces es para Rosario, ah no sé, faltaba que me dijera yo vine para el próximo evento. Bajaron de un taxi me explica Xime y entraron, insisto ¿a qué colegio van? Al normal 10, me tranquilizo, había prácticamente un niño de cada sala y de cada grado, a alguien iban a conocer.

El domingo. Día del niño.
Luis y yo agotados, el día horrible, no fuimos al club al festejo del día del niño y nos quedamos en casa en la que además de las diez nuestras quedaban los ecos de las casi cincuenta criaturas que la tarde anterior habían estado por todos lados corriendo y gritando.
Compramos seis regalos casi de compromiso, luego de recorrer por lo menos tres jugueterías inundadas por tíos, abuelas o padrinos que compraban sus primeros regalos del día del niño para los que requerían asesoramiento super exclusivo de los vendedores.
En eso nosotros también tenemos la ventaja de que todos, absolutamente todos los juguetes existentes en las góndolas pasaron en estos veinte años por los canastos del play room. Y ya sabemos qué se rompe rápido y qué no.
De todas formas en algún momento me voy a decidir a hacer algo que quiero hacer hace bastante, comprar un solo regalo para todos: un juego de crocket.
Igual tendrá que ser un poco más adelante, cuando ya todos crezcan lo suficiente para entender que los palos sirven para el juego y no para dárselos por la cabeza a los hermanos.
Quedaron fuera del reparto los dos chiquitos que no entienden nada y las dos grandes que se gestionan sus propios obsequios. En realidad Tótal no, se dio cuenta de que a los hermanos les tocaban unos autitos nuevos así que le envolvimos un autito viejo de Octi y lo desenvolvió lo más contento. Loli nunca se enteró.
En los cumpleaños de antes, de hace treinta o cuarenta años, pasaban películas en súper 8, los tres chiflados, travesuras de una bruja, el globo rojo.
A El globo rojo además la ví en el cine. Película triste, tristísima.
Hace un tiempo la recuperé para Maite una mañana helada de sábado mientras esperábamos que Valen trajera sus notas de los segundos parciales del curso de ingreso a primer año.
Me siguió pareciendo triste, tristísima.
Hace mucho menos tiempo la recuperé para Rosario, Octi y Estani, les encantó, se terminaba y me pedían que se las pusiera otra vez.
Fue ahí que me avivé que el protagonista es el hijo del director.
Me la imaginé mucho más simple de lo que la había pensado, seguro el chico volvió de un cumpleaños, seguro que se le pinchó un globo, seguro que lloró tanto por el globo que el padre, en lugar de prometerle que le compraba otro filmó la película.
Un lindo regalo para el chiquitín, mejor que un globo nuevo, mejor que los de los días del niño.
La infancia, locus amoenus.
Y entonces la película ya no me parece tan triste.

6 comentarios:

  1. Gracias!!!
    Pongo anónimo porque no sé otra cosa. Soy Laura rizzi

    ResponderEliminar
  2. Flor, amo tus blogs, en mucha, muchisima menor escala, a veces me hacen pensar en casa, besos desde Berlin, Silvina (tibi)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tibi!!! Sí, no es la cantidad son las situaciones y desde Berlín debe ser todoun poco más complicado.
      Qué bueno que te guste el blog!
      Besos!

      Eliminar