miércoles, 20 de agosto de 2014

Las camas


Fin de semana de sol, de club, de cortar ramas, de limpiar la pileta, de lindos encuentros, los primos, camila, ceci, julio, la máquina de hacer pochoclos.
Y el pobre Fernando de Herrera, abandonado, arrumbado, sin remordimientos, antes estaba más convencida de que era buen poeta, ahora no tanto, me aburre un poco.
Mucha teoría, limpieza del lenguaje, claridad, retórica, un poco no, me aburre bastante.

El jueves pasado, antes de la clase, fui a cambiarle unas calzas a Ro, que le había regalado su padrino, le quedaban chicas y logré convencerla durante tres días para que no se las pusiera pero más tiempo ya no pude.
Lidia me dijo que quedaba cerca de Puan, así que aproveché el viaje, pasé dónde se las habían comprado y se las cambié por un talle más grande. Para llegar tuve que hacer otro recorrido y fui por una calle llena de fábricas de muebles, para livings, para jóvenes, para niños, para bebés.
Me quedé mirando los negocios hasta que la bocina de un auto que estaba atrás me hizo dar cuenta de que el semáforo se había puesto verde.

La capacidad hotelera de la casa ya está saturada, Loli y Tótal cada vez duermen peor y sus padres cada vez duermen menos. Así que el sábado a la mañana nos levantamos relativamente temprano y nos fuimos con Luis a la calle de las cunas.
Primer negocio que entramos, camas buenísimas, más que camas eran dormitorios portátiles, traían todo incorporado.
Aprendí que no existe más el concepto cama marinera o cucheta, son superpuestas, rinconera, desplazada. Necesitamos dos módulos de tres camas le decimos al vendedor, nos muestra el dibujo de una para mandar a hacer especialmente con cajonera, ropero, escalera y no sé qué más. Melamina.
Nos dice el precio, hago un cálculo mental. Las dos camas o las seis mejor dicho salen casi lo mismo que la diferencia que tendría que poner si vendo mi auto para mi Nissan march azul eléctrico.
Agradecemos, salimos rumbo a otro negocio.

Entramos en uno más sencillo, había que subir tres escalones y ni bien entrábamos bajarlos, es decir quedaba como una tarima en la entrada, nos atiende un señor grande, nos empieza a mostrar las camas, más convencionales, menos modernas.
Yo tenía a upa a Tótal y Luis a Loli, en la tarima había quedado parada una señora mayor, la esposa del hombre. 
Nos mira a los cuatro un par de veces y me dice: “Se le juntaron bastante”, “No, son mellizos”, claro Tótal es cinco veces más grande que la hermana. “Ah qué trabajo que deben dar, pero no los mande a guarderías, tienen a los chicos sin cambiar toda la tarde, todos pillados” “No, los mando al jardín desde la sala de dos, antes no van a ningún lado”, me gusta conversar con la señora, parece amable, se me hace más simpática aún cuando me dice “ Y no los mande a colegio particular, a mi nieto lo hacían rezar” “ Van a una escuela pública” contesto, seguimos hablando, me pregunta ¿y necesitan una cama para ellos?
No, para los hermanos, le contesté, breve y oscura, como diría Herrera, para no avanzar mucho por ese lado.

Pero la mujer claramente quería seguir hablando,y llegó la pregunta temida. Diez le contesté. Siguió por caminos impensados. Casi retándome, parada en la tarima, se lanzó con el “espero que se haya ligado las trompas” “bueno, no” le dije dándome vuelta para ir a interiorizarme del tema camas que éstas sí se notaban de madera maciza. Y “entonces cómo se cuida” siguió la conversación, “no, bueno”, musité “no tome pastillas, no tome pastillas que hacen mal”, “no, no” ahí ya perdí toda claridad y retórica herreriana y no sabía que vocablo elegir, “que se cuide él, que se cuide él, que mi abuela tuvo un hijo a los cuarenta y ocho años y en esas épocas que no había nada, ni ecografías, ni nada, vino de Italia muy joven,hace más de cien años, que se cuide él”. “ No sí, ya sé”, mucho más para decir no tenía.
Volvió Luis, el hombre ya le había explicado todo. Madera maciza y precios mucho mejores.
No me comentó si ellos también habían conversado sobre métodos anticonceptivos
Le doy un beso a la señora a quien dejo hablando sola.

Tercer negocio. Entramos, buscamos camas para tres chicos. Otra mujer, dieron con el lugar perfecto, soy experta en camas para tres.
Llegamos al punto de la conversación donde relatamos que somos doce.
Nos cuenta la historia de una familia que conocía, parecían los Ingalls,eran un montón, pero no eran de la colectividad, ah nosotros tampoco le decimos, ni muy católicos, nosotros tampoco le decimos, No -sigue nuestra nueva interlocutora con su razonamiento- estos Ingalls no eran ni de la colectividad, ni ortodoxos ni católicos, eran de otra religión, de una que no se cuidan.
Pienso que no conozco esa religión, que podría ser la nuestra pero no se lo digo a ver si ésta también me reta.
Igual las camas eran las mejores, madera maciza y buenos precios.

Puedo sacar una diferencia para mi auto azul eléctrico. 

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