Fin de semana de sol, de
club, de cortar ramas, de limpiar la pileta, de lindos encuentros,
los primos, camila, ceci, julio, la máquina de hacer pochoclos.
Y el pobre Fernando de Herrera, abandonado, arrumbado, sin remordimientos, antes estaba más convencida
de que era buen poeta, ahora no tanto, me aburre un poco.
Mucha teoría, limpieza
del lenguaje, claridad, retórica, un poco no, me aburre bastante.
El jueves pasado, antes
de la clase, fui a cambiarle unas calzas a Ro, que le había regalado
su padrino, le quedaban chicas y logré convencerla durante tres días
para que no se las pusiera pero más tiempo ya no pude.
Lidia me dijo que quedaba
cerca de Puan, así que aproveché el viaje, pasé dónde se las
habían comprado y se las cambié por un talle más grande. Para
llegar tuve que hacer otro recorrido y fui por una calle llena de
fábricas de muebles, para livings, para jóvenes, para niños, para
bebés.
Me quedé mirando los
negocios hasta que la bocina de un auto que estaba atrás me hizo dar
cuenta de que el semáforo se había puesto verde.
La capacidad hotelera de
la casa ya está saturada, Loli y Tótal cada vez duermen peor y sus
padres cada vez duermen menos. Así que el sábado a la mañana nos
levantamos relativamente temprano y nos fuimos con Luis a la calle de
las cunas.
Primer negocio que
entramos, camas buenísimas, más que camas eran dormitorios
portátiles, traían todo incorporado.
Aprendí que no existe
más el concepto cama marinera o cucheta, son superpuestas,
rinconera, desplazada. Necesitamos dos módulos de tres camas le
decimos al vendedor, nos muestra el dibujo de una para mandar a hacer
especialmente con cajonera, ropero, escalera y no sé qué más.
Melamina.
Nos dice el precio, hago
un cálculo mental. Las dos camas o las seis mejor dicho salen casi
lo mismo que la diferencia que tendría que poner si vendo mi auto
para mi Nissan march azul eléctrico.
Agradecemos, salimos
rumbo a otro negocio.
Entramos en uno más
sencillo, había que subir tres escalones y ni bien entrábamos
bajarlos, es decir quedaba como una tarima en la entrada, nos atiende
un señor grande, nos empieza a mostrar las camas, más
convencionales, menos modernas.
Yo tenía a upa a Tótal
y Luis a Loli, en la tarima había quedado parada una señora mayor,
la esposa del hombre.
Nos mira a los cuatro un par de veces y me
dice: “Se le juntaron bastante”, “No, son mellizos”, claro
Tótal es cinco veces más grande que la hermana. “Ah qué trabajo
que deben dar, pero no los mande a guarderías, tienen a los chicos
sin cambiar toda la tarde, todos pillados” “No, los mando al
jardín desde la sala de dos, antes no van a ningún lado”, me
gusta conversar con la señora, parece amable, se me hace más
simpática aún cuando me dice “ Y no los mande a colegio
particular, a mi nieto lo hacían rezar” “ Van a una escuela
pública” contesto, seguimos hablando, me pregunta ¿y necesitan
una cama para ellos?
No, para los hermanos, le
contesté, breve y oscura, como diría Herrera, para no avanzar mucho
por ese lado.
Pero la mujer claramente
quería seguir hablando,y llegó la pregunta temida. Diez le
contesté. Siguió por caminos impensados. Casi retándome, parada en
la tarima, se lanzó con el “espero que se haya ligado las trompas”
“bueno, no” le dije dándome vuelta para ir a interiorizarme del
tema camas que éstas sí se notaban de madera maciza. Y “entonces
cómo se cuida” siguió la conversación, “no, bueno”, musité
“no tome pastillas, no tome pastillas que hacen mal”, “no, no”
ahí ya perdí toda claridad y retórica herreriana y no sabía que vocablo elegir,
“que se cuide él, que se cuide él, que mi abuela tuvo un hijo a
los cuarenta y ocho años y en esas épocas que no había nada, ni
ecografías, ni nada, vino de Italia muy joven,hace más de cien
años, que se cuide él”. “ No sí, ya sé”, mucho más para
decir no tenía.
Volvió Luis, el hombre
ya le había explicado todo. Madera maciza y precios mucho mejores.
No me comentó si ellos
también habían conversado sobre métodos anticonceptivos
Le doy un beso a la
señora a quien dejo hablando sola.
Tercer negocio. Entramos,
buscamos camas para tres chicos. Otra mujer, dieron con el lugar
perfecto, soy experta en camas para tres.
Llegamos al punto de la
conversación donde relatamos que somos doce.
Nos cuenta la historia de
una familia que conocía, parecían los Ingalls,eran un montón, pero
no eran de la colectividad, ah nosotros tampoco le decimos, ni muy
católicos, nosotros tampoco le decimos, No -sigue nuestra nueva
interlocutora con su razonamiento- estos Ingalls no eran ni de la
colectividad, ni ortodoxos ni católicos, eran de otra religión, de
una que no se cuidan.
Pienso que no conozco esa
religión, que podría ser la nuestra pero no se lo digo a ver si
ésta también me reta.
Igual las camas eran las
mejores, madera maciza y buenos precios.
Puedo sacar una
diferencia para mi auto azul eléctrico.
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