Y se acabaron las
vacaciones de invierno.
Ayer razonábamos con
Luis y con Camila que ese atardecer de domingo es tal vez el peor
momento del año. El domingo previo al comienzo de clases, en marzo,
trae consigo la novedad, los niños en nuevos grados, nuevos
maestros, nuevos compañeros, nuevos horarios.
La segunda mitad del año,
por el contrario, no trae novedades, tiene cargado el cansancio de la
primera, el gusto de escasos quince días de vagancia y la percepción
ya comprobada empíricamente en otros años que en estos meses que
quedan todo cuesta más.
Anoche, alguien debe
haber pensado lo mismo que nosotros y se decidió a actuar, se
adelantó a uno de mis deseos primarios que nunca fui capaz de llevar
adelante, le prendió fuego al container de basura de la calle; ardía
con un olor a plástico quemado, se vislumbraba una llama naranja
debajo de la tapa gris hasta que algún vecino solidario consideró
que debía apagarlo con una manguera antes de que explotaran los
autos que estaban estacionados por ahí.
Así, se acaban las
vacaciones.
Muchas funciones de
teatro gratis en lugares diversos, salidas al aire libre, idas y
venidas a casas de amigos, de amigos a casas, visitas y encuentros
con madrinas y padrinos, comidas, picnics, paseos, veredas de bicis,
de patonas, de skates y para completar todas las temporadas de la
pantera rosa que les bajó Luis para los momentos en los que
quedábamos sin salir a pasear.
Y a la noche unas
películas malísimas de tornados, de tiburones de dos cabezas, de
cocodrilos asesinos.
Loli que aprovechó a sus
hermanas y hermanos que estuvieron todos los días en casa y que sumó
bastante vocabulario inteligible a su inteligible lenguaje.
Tótal que sigue siendo
un bebé.
Muchas noches poner la
mesa en la que había que hacer entrar y alimentar a más de quince
personas.
La noche del cumple de
Sonsi llegar a un restaurant medio lleno y ocupar nosotros solos casi
toda la planta alta bajo la mirada compasiva de los otros comensales
que no entendían si éramos una familia o un nuevo plan del
gobierno.
Se acabaron las
vacaciones. Y también se acabó el jamón.
Y llegan el mejor
Garcilaso, Herrera y otra vez Góngora, el que en campos de zafiro
pace estrellas.
Pero, si fuera posible:
dejar todo compromiso laboral, académico, administrativo, solo
escribir este blog, encerrarme con Luis y con mis hijos, preparar
tranquila la fiesta de cumple de Sonsi y de Ro, no tener que faltar
todo agosto a mis clases de flamenco, poder comprarme mi auto azul
eléctrico, disfrutar todos los fines de semana de mis amigos,
retomar tranquila Homeland en septiembre con Carrie pero también con Brody, traerme el pendrive lleno de películas que me graba Patricio,
seguir viendo las películas malísimas de los tiburones en la nieve
y durmiéndonos a cualquier hora enredados en las plumas que larga el
acolchado, llenar la mesa de adolescentes divertidas los viernes a la
noche, pasar todos los días un rato por el Zamorano, diseñar unas
camas ultramodernas para que duerman cinco en un cuarto, ganarme otro
jamón, encontrar el capitulo ese de la pantera rosa del arca de Noé,
el único en el que la pantera hablaba que todavía no pudimos ver,
el que daban siempre cuando yo era chica a la hora que mi papá
volvía del consultorio.
En fin, floridos y
sombríos, vivir de vacaciones de invierno.
No tiene nada que ver con el post pero ¿alguna vez te comenté que el protagonista de Homeland actuaba en una serie que se llamaba Life que a Ruth le encantaba ver? Probablemente sí porque viste que las cosas yo suelo contarlas más de una vez a la misma persona.
ResponderEliminarUy ¿sabés que estoy peor que vos? ahora que lo leo creo que alguna vez me lo contaste ¿en Santa Fe tal vez? y creo que te pregunté de qué se trataba la serie, pero ahora no estoy del todo segura...
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