Hoy cumplen cuatro años mis
muchachitos. Mis gemelos fantásticos.
Todavía me los sigo
confundiendo.
Cuando estoy apurada y no
tengo mucho tiempo para identificarlos les miro las zapatillas, las
rojas son de Estani y las verde militar son de Octi.
Pero ahora esas ya les
quedan chicas y hace poco se las cambiaron por otras, que heredaron y
que curiosamente tienen los mismos colores pero al revés.
Andan con unas rojas de
Ciro que nos pasó Eleonora, que ahora las usa Octi y Estani se
empezó a poner unas verdes de Ro que se le salen de lo grandes que
le quedan.
Entonces me los confundo.
La mitad del embarazo la
pasé en cama. Tenían que nacer en diciembre y empecé a hacer
reposo en julio.
Solamente me levantaba
para ir a ver a Claudia y para hacerme dopplers, Estani, que en ese
momento no tenía nombre crecía despacito, muy despacito, Octi, que
tampoco tenía nombre, un poco más.
Entonces, a crecer afuera
de la panza. Por eso nacieron en octubre.
Cuando nacieron no era
del todo difícil diferenciarlos aunque yo ese día no los pude ver
más allá de la sala de partos.
Luis sí, me trajo unas
fotos en su celular, llenos de agujas, diminutos.
Al día siguiente ya me
paré y fui a neo.
Estani era mucho más
chiquito, entraba en la mano del padre.
Octi era un poco más
grande, entraba en mi antebrazo.
De todas formas no los
podíamos tener mucho a upa porque primero estaban en sus
incubadoras, después los pusieron en la lámpara, después los
ayunaron, después les pusieron unos tubos para alimentarlos,
después Octi se complicó con algo y Estani que ya estaba para irse
de alta se quedó internado para esperar al hermano, que finalmente
también salió.
Así pasaron el primer
mes de su vida, en una terapia, pero como nos dijo Fabi desde el
principio, para vivir.
Y nosotros yendo y
viniendo, para cambiarlos, para sacarme leche, para darles la teta.
Cruzábamos de madrugada
un once desierto, ventoso, sucio. Llegábamos a un sanatorio fantasmal, laberíntico.
A la mañana nunca pude estar a tiempo en la comida de las nueve, siempre entraba corriendo nueve y
diez y ya les habían dado la mamadera.
El dia antes de que les
dieran de alta tenía miedo de que no pudieran sobrevivir en casa sin
los aparatos que le medían el corazón, sin sus nurses, en medio de la jungla de
hermanas.
Pero sobrevivieron.
Y el precio del milagro
no fue tan alto.
Ya cumplen cuatro años.
Hoy estaban un poco
perdidos, uno decía que cumplía tres, el otro que cumplía cinco.
Lloraban porque querían
que vinieran los invitados hoy, les decíamos que no, que mejor el
sábado.
Octi es un gruñón,
Estani es medio obsesivo.
Son mis muchachitos.
Pero también son un poco
de todos, todos los que nos acompañaron, nos sostuvieron, nos
ayudaron, nos construyeron una muralla alrededor.
Por eso hoy y el sábado
cerveza para todos.
Festejemos a nuestros
gemelos fantásticos.