El miércoles hizo calor. Mucho calor.
Tenía una reunión en el centro desde la mañana.
Hubo un primer agüero propicio, el
colectivo llegó rápido y vacío.
Me senté y cubrió un
trayecto que tradicionalmente hace en cuarenta y cinco minutos en
veinte y eso que tuvo que atravesar calles cortadas, semáforos rotos
y demás.
Hubo también un segundo signo, me
encontré de manera fortuita con Vero.
La reunión se extendió un poco más
de lo previsto. Salí cerca del mediodía.
En el colectivo de vuelta
había una mamá con dos nenes, seguía haciendo calor. La nena
tendría la edad de Ro, se portaba pésimo, molestaba al hermano más
chiquito, lloraba, peleaba a la mamá, parte del mal humor, pensé la
dan los asientos del colectivo, uno se pegotea en ellos y cuando sos
chico peor. Y cuando yo era chica peor aún porque los asientos no
eran de plástico duro como ahora sino medio blandos como de cuerina.
Cuando estaba en primer grado, para volver del cole me tomaba el 188,
me iba a buscar alguien y me llevaba a mi casa, un día me bajé y la
mujer quedó arriba, lloré y no me acuerdo cómo llegué a destino.
Otra vez me dio un chicle Jirafa, gigante, me lo tragué, fue la
primera vez que me tragué un chicle, no lloré pero me vino un sabor
amargo asqueroso, tampoco vomité.
Ahi, viendo a la nena esa
y reflexionando sobre los asientos de colectivo que me traían de la
escuela, me acordé que en ese mismo momento se estaba llevando a
cabo una reunión mega importante con los delegados chinos, las
autoridades del ministerio y otras investiduras.
Y me acordé de los
veinte días dedicados exclusivamente a la pelea y de mi abandono, en
aras de la salud mental, del tema. Por suerte el día anterior me
había olvidado el celular en el negocio en el que, finalmente,
fuimos a encargar las camas, tenía mensajes de mis compañeras de
lucha preguntando si iba a ir a la reunión.
Llegué a casa y Luis no
estaba. Está en la reunión me avisa Vale, para qué habrá ido
pensé, va a volver enojadísimo, va a querer sacar al resto de las
chicas del cole y vamos a tener un problema intrafamiliar por culpa
del convenio Buenos Aires Beijing.
Al rato suena el
teléfono. Luis, terminó la reunión ¿qué pasó? - pregunté- como
dijo la madre de Joaquín y Oli - me contesta- transformamos la
derrota en victoria.
Queda un grado sin chino,
en horario normal, todo volvió al principio, a antes de esos veinte
días siniestros, de enojarme, de ir manejando llorando sola por la
calle, de putear.
Busco a los chicos en el
jardín, en la vereda con algunas mamás nos abrazamos, muchas nos
agradecen, sale Ro y le decimos tenemos una buena noticia, te quedás
en el cole.
Juro que casi llora de la
emoción.
Yo también.
A la noche antes de irse
a dormir nos dijo estoy re contenta.
Agradecele a tu padre,
Ro, le digo, que puso el cuerpo en la reunión con los ministros.
Y agradecele a tus
hermanos que quedaron sin el amparo materno un poco más que de
costumbre durante veinte días.
Y agradecele a todos los
amigos que nos bancaron real y virtualmente.
Asumiendo la derrota
llegamos al triunfo.
Sigo viendo chinos por
todas partes, ahora los miro con más simpatía.
Seguramente que algunos
de estos fines de semana regresaremos al barrio chino, a comprar los roles
de sushi, a ver el precio del pulpo, que siempre terminamos comprando
en Jumbo, o a buscar ingredientes para que Luis cocine para el súper
bautismo que se viene.
Y solucionado el tema escolaridad de Ro, se larga el casting de padrinos iguales o mejores que algunos que tenemos, y de alguna madrina que acepte las condiciones.
Y solucionado el tema escolaridad de Ro, se larga el casting de padrinos iguales o mejores que algunos que tenemos, y de alguna madrina que acepte las condiciones.
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