viernes, 24 de octubre de 2014

Triunfo

El miércoles hizo calor. Mucho calor. Tenía una reunión en el centro desde la mañana.
Hubo un primer agüero propicio, el colectivo llegó rápido y vacío.
Me senté y cubrió un trayecto que tradicionalmente hace en cuarenta y cinco minutos en veinte y eso que tuvo que atravesar calles cortadas, semáforos rotos y demás.
Hubo también un segundo signo, me encontré de manera fortuita con Vero.
La reunión se extendió un poco más de lo previsto. Salí cerca del mediodía.

En el colectivo de vuelta había una mamá con dos nenes, seguía haciendo calor. La nena tendría la edad de Ro, se portaba pésimo, molestaba al hermano más chiquito, lloraba, peleaba a la mamá, parte del mal humor, pensé la dan los asientos del colectivo, uno se pegotea en ellos y cuando sos chico peor. Y cuando yo era chica peor aún porque los asientos no eran de plástico duro como ahora sino medio blandos como de cuerina. Cuando estaba en primer grado, para volver del cole me tomaba el 188, me iba a buscar alguien y me llevaba a mi casa, un día me bajé y la mujer quedó arriba, lloré y no me acuerdo cómo llegué a destino. Otra vez me dio un chicle Jirafa, gigante, me lo tragué, fue la primera vez que me tragué un chicle, no lloré pero me vino un sabor amargo asqueroso, tampoco vomité.

Ahi, viendo a la nena esa y reflexionando sobre los asientos de colectivo que me traían de la escuela, me acordé que en ese mismo momento se estaba llevando a cabo una reunión mega importante con los delegados chinos, las autoridades del ministerio y otras investiduras.
Y me acordé de los veinte días dedicados exclusivamente a la pelea y de mi abandono, en aras de la salud mental, del tema. Por suerte el día anterior me había olvidado el celular en el negocio en el que, finalmente, fuimos a encargar las camas, tenía mensajes de mis compañeras de lucha preguntando si iba a ir a la reunión.
Llegué a casa y Luis no estaba. Está en la reunión me avisa Vale, para qué habrá ido pensé, va a volver enojadísimo, va a querer sacar al resto de las chicas del cole y vamos a tener un problema intrafamiliar por culpa del convenio Buenos Aires Beijing.
Al rato suena el teléfono. Luis, terminó la reunión ¿qué pasó? - pregunté- como dijo la madre de Joaquín y Oli - me contesta- transformamos la derrota en victoria.
Queda un grado sin chino, en horario normal, todo volvió al principio, a antes de esos veinte días siniestros, de enojarme, de ir manejando llorando sola por la calle, de putear.
Busco a los chicos en el jardín, en la vereda con algunas mamás nos abrazamos, muchas nos agradecen, sale Ro y le decimos tenemos una buena noticia, te quedás en el cole.
Juro que casi llora de la emoción.
Yo también.
A la noche antes de irse a dormir nos dijo estoy re contenta.
Agradecele a tu padre, Ro, le digo, que puso el cuerpo en la reunión con los ministros.
Y agradecele a tus hermanos que quedaron sin el amparo materno un poco más que de costumbre durante veinte días.
Y agradecele a todos los amigos que nos bancaron real y virtualmente.
Asumiendo la derrota llegamos al triunfo.



Sigo viendo chinos por todas partes, ahora los miro con más simpatía.
Seguramente que algunos de estos fines de semana regresaremos al barrio chino, a comprar los roles de sushi, a ver el precio del pulpo, que siempre terminamos comprando en Jumbo, o a buscar ingredientes para que Luis cocine para el súper bautismo que se viene.
Y solucionado el tema escolaridad de Ro, se larga el casting de padrinos iguales o mejores que algunos que tenemos, y de alguna madrina que acepte las condiciones.


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