Hoy nos fuimos al cumple
de Eze, en San Justo. A principios de semana me escribe Sole a ver si
podíamos llevar a Viole, le dijimos que sí, obvio.
Santino también tenía
que ir y no lo podían llevar, la mamá de Brenda había averiguado
que en colectivo eran tres horas y por supuesto no podía faltar Sol
en ese grupo.
Así, hoy salimos en la
camioneta de Luis con once criaturas.
Los primeros pasos del
comando La Matanza.
Yo debería haberme
quedado a corregir parciales, los que no pude corregir en esta semana
super complicada que empecé peleando y terminé peleando sin mucho
horizonte.
Que tuvo en el medio dos
episodios bizarros en el mismo día, uno que me encontró en la
bóveda de un banco, haciendo una cola entre un ex convicto y un
muchachito militante, que terminaron a los abrazos luego de
reflexionar ambos sobre los peligros de entrar y salir de un banco en
estas épocas. Otro en el cual una asistente social nos preguntaba
sobre cuáles eran nuestras necesidades básicas insatisfechas y yo
que me representaba mentalmente las paredes escritas de casa, o los
niños sin las camas que nunca nos llegó el momento siquiera de
encargar, debía contestar que la vivienda no era de chapa, no tenía
piso de tierra y tenía cloacas y gas, por lo tanto que no teníamos
necesidades básicas insatisfechas.
Y tuvo también un día
fantástico en La Plata. Con amigos, asado y regreso a la madrugada
con Meneca por una autopista viendo a lo lejos unos rayos gigantes.
Pero hoy debería haberme
quedado a corregir parciales, si los hubiera encontrado, claro. Los
tenía sobre mi escritorio junto con la aerocámara para que Sonsi se
haga el puff, unas boletas de patentes de un auto que vendimos hace
cuatro años, una remera de Octi que ahora se pone Tótal, la caja de
unos servilleteros de plata que nos regalaron cuando nos casamos y
que Loli consideró que eran un lindo juguete y una ficha que resume
lo peculiar del concepto seicentista para Gracián.
El otro día habíamos
hecho orden de placares, sacamos casi seis bolsas de ropa chica,
grande, disparatada, que nadie usó ni usará.
Las puse debajo de mi
escritorio esperando que alguien tocara el timbre para dárselas.
Cuando me dí cuenta de
que nadie pasaba Vale me avisa que la madre de KP lleva la ropa a un
lugar cerca de su casa, cargué el auto y le deposité a la pobre
mujer las seis bolsas en el living de la casa.
De repente miro y veo que
en una estaba el mantel que usamos para los cumpleaños, le pedí
perdón, lo saqué y me lo llevé.
Pero ahora me parece que
se me deslizaron allí también los parciales, entre la ropa donada.
Por eso hoy no me pude quedar a corregirlos. Y los dos días que
quedan del fin de semana seguir buscando, o ir el martes a recuperar
las donaciones de ropa.
Volvieron los mismos
chicos que llevamos, no nos olvidamos a ninguno, porque los contamos,
si no casi queda Ruli. Salió todo bien, nos faltó ir a visitar a
Néstor, claro que con once chicos se complicaba.
Cuando llegaron y cuando
se fueron se abrazaron todos con Eze, que fue su compañero en el
jardín y al que ahora solo ven dos o tres veces por año.
Y siguen
todos amigos.
Cuando salíamos los de
arriba del auto saludaban a Eze que los despedía de la vereda hacia
la tarde.
Después, en casa
hablando con Soledad volvimos a coincidir que de contenidos la escuela,
nada.
Cualquier chico aprieta
un botón y tiene en dos minutos los conocimientos que la escuela
tarda siete años en darle.
Ahora, la escuela es
sobre todo los amigos que se van hasta San Justo a festejar un
cumpleaños.
Temible.
Comando La Matanza.
Con ellos la pelea no parece difícil. Ni siquiera contra esta gente.
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