Como donde ponen a los astronautas cuando regresan para
volver a adaptarse a la gravedad, en algún lado leí que se llama la
cápsula del vómito.
La cápsula de vuelta de
vacaciones, el espacio del vómito, desesperante entre el mar sonando al lado de
la cama y el futuro próximo del enfurecido cruce de Belgrano, tres o
cuatro veces por día con ocho niños en diferentes horarios de
adaptaciones.
Primer día en la
cápsula, la vuelta al baldío donde ya no crece el pasto. fui al
gremio a buscar todas las mochilas, todos los guardapolvos, todos los
útiles, en total para nueve criaturas. Me acompañaron Maite, Sonsi
y Ruli. Sonsi no entendía nada, por cada negocio de mochilas que
pasábamos preguntaba si era ahí, Ruli no estaba mucho mejor, en el
estacionamiento le dijo al hombre que cuidaba los autos, a mí no me
tiene que dar mochila, tengo una de barbie que me compró mi
madrina.Llegamos, nos repartieron todo menos mochila para Ruli, Maite
se llevó un delantal super corto, ahí me di cuenta cuánto creció,
no de tamaño, de cabeza, la peor y la mejor combinación de sus dos
hermanas mayores, Sonsi protestando porque en vez de pluma le habían
dado birome. Cuando nos íbamos le dije a la chica que nos había
atendido que en la próxima reunión de comisión de la gremial iban
a tener que fijarse si les convenía seguir teniéndome como
afiliada. Se rió un poco.
Segundo día en la
cápsula. Todo se rompe o se desarma. Se perdió la tortuga. Se
rompió el barrefondo. Apareció la tortuga. La cocina a la noche se
transforma en un campo de batalla entre las babosas y un ejército de
hormigas negras que no se sabe de dónde salen. El lavadero rebosa de
ropa sucia, aunque creimos haber traido toda la ropa limpia.
Tercer día. Ayer.
Entrevista en el jardín. Lista de materiales, se acabó el ritual de
las cajas de zapatos forrados y de las madrinas forrando cajas.
Ahora piden cajas de
plástico, la madrina de Loli y Tótal la tiene bastante fácil.
A la entrevista va Luis,
sala de dos, siguen tomando la teta, no dejaron los pañales y no
dejaron de dormir en el cuarto de los padres aunque ya tienen sus
camas. Saben que estamos viejos por eso las criaturas hacen lo que quieren.
Cuarto día. Hoy, mucho
calor. Pili que aprueba física confirmando que nos hizo tirar
alrededor de cuatro mil pesos en clases a la basura porque podría
haber aprobado las materias durante el año dado que a cada una de
las que se llevó les dedicó como mucho dos días para estudiarlas.
Y física peor, directa a
marzo, en la playa no tocó un libro y hoy aprobó.
Valen que empezó sus
vacaciones a principios de diciembre con su viaje al Calafate con la
abuela mañana empieza el último tramo yéndose a Uruguay. Sí o sí
me tiene que teñir el pelo que lo tengo lleno de canas, Pili
aprovecha y pide permiso para teñirse de rojo, porque aprobó, un No
obvio.
Valen me tiñe y me
ensucia toda la espalda y parte de la cara.
Luis me invita a comer a
la noche, para ir cerrando las vacaciones. Me mira la frente, parecés
Muerte en Venecia me dice y no nos podemos parar de reir acordándonos
del final nada gracioso de una de las películas que más me gusta.
Solo me queda aspirar el
vómito de la cápsula lo más rápido posible, limpiarme la frente
con un acerito antes de que la tintura me empiece a gotear por las mejillas y
contar los días que faltan para el próximo febrero.
Ahora no puedo ir a
ningún lado, ni siquiera a cruzar Belgrano, se me rompieron los
frenos del auto.
Hay un nuevo color de
nissan march, mejor que el azul eléctrico, un azul mezclado con
verde.
Parece el mar, ese que veía desde mi ventana de bahía de los
vientos.
Más Muerte en Venecia.