Vacaciones que empezaron
un poco antes con la ida a la terminal de Retiro con Luis un jueves a
la tarde de calor tormentoso para despachar una valija gigante y una
mochila de campamento repleta, rebosante de ropa. Entre las dos
cargaban la ropa de once personas, Valen llevaba sus cosas en mano
por si se perdían por el camino, también era, después nos
enteramos, porque se trajo un monitor para su compu que tenía rota
la pantalla. Más de 30 kilos no despachan, yo pensando que cada cosa
pesaba 50 kilos y Valen que me avisa que no pesan más de 20 kilos,
que se nota que no viajás.
Y como siempre tenía
razón, post un embalaje casi artístico, el pesaje no arrojó más
de 24 kilos la valija más pesada.
El lunes siguiente, al
llegar a Quequén, ya la podríamos pasar a buscar por la terminal.
Ese mismo lunes, hace
exactamente una semana, salimos con una valija más, un bolso
bastante grande, una practicuna, tres paquetes de pañales, cuatro
docenas de empanadas para el viaje y doce personas repartidas en dos
autos rumbo a bahía de los vientos.
Se portaron todos
perfecto, durmieron, comieron papas fritas, chizitos y palitos, nadie
pidió parar para hacer pis, sacando Tótal al que casi al final
tuvimos que parar a cambiar en el medio del campo, todo pillado,
tenía el pañal de la noche anterior porque lo sacamos dormido de la
cuna y lo pusimos en la sillita.
Por la ruta repetimos los
rituales de cada viaje, la laguna de Chascomús, el castillo a
orillas del Salado que variando de acuerdo a la cultura de la tele
del momento, este año le tocó ser el castillo de princesita Sofía,
la estación de servicio de Dolores en la que el año pasado no
pudimos parar por la cantidad de mosquitos que había, el desvío de
coronel Vidal donde una vez Valen y Pili que se habían tenido que ir
en el tren a Mar del Plata porque no entraban en el auto y el auto no
entraba en el tren, se bajaron para retomar viaje con nosotros,
Balcarce donde siempre decimos que vamos a comprar papas y nunca
compramos.
Llegamos pasando el
mediodía. A Bahía de los Vientos
Para quedarnos un tiempo
a vivir en el borde del mar, a ver cómo salen los remolcadores del
puerto buscando los barcos que vienen a cargar granos, a que lo
primero y lo último que escuchamos de los días sea el ruido de las
olas rompiendo al lado de la cama.
A abastecer a diez
criaturas casi famélicas luego de espectaculares días de playa.
A ensuciarnos con arena,
a entrar al mar siempre con alguien a upa o de la mano triplicando
las chances de que nos revuelquen las olas.
A ver cómo la gente en
la playa nos mira y nos cuenta dos o tres veces para ver cuántos
somos, si somos una colonia de vacaciones o tal vez una familia con
hijas jóvenes madres solteras y nietos.
A compartir la vida un
poco más que siempre todos juntos una vez más.
En esta semana
experimentamos una serie de maravillas meteorológicas, el mar como
aceite recibiendo al sol al atardecer, un arco iris completo después
de una tormenta, con un extremo en el agua y otro en los médanos,
una luna llena, amarilla casi como una naranja perfumada saliendo
entre las nubes para después, casi a medianoche, brillar sobre el
mar para dejarlo como un diamante.
Vimos también - las
noches que no caímos agotados- 7 cajas, la película
paraguaya que me recomendaron después del post sobre el mercado y
estamos por los primeros capítulos de Young doctor´s netbook,
una serie sobre un médico en
Rusia, creo que antes y después de la revolución, recién empieza.
Es el quinto febrero que
pasamos en bahía de los vientos, sin contar ese año que la
descubrimos escapándonos de la navidad.
Empezamos viniendo con
seis nenas. Ahora traemos cuatro más.
Y seguimos viniendo
todos.
Una rareza, ni
adolescencias ni incipientes adulteces se confabularon hasta ahora
para que esto no fuera así.
De todas formas cada
verano supongo que será el último, nadie crece en vano.
Si tuviera una cámara de
fotos un poco mejor que la del celular o la de la compu sería más
fácil explicar este lugar.
Ahora solo puedo probar
qué verbo funcionaría mejor, fijar, congelar, coagular, petrificar,
fosilizar, detener, frenar, cristalizar. Los paisajes y el tiempo.
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