lunes, 9 de febrero de 2015

Acá, ahora


Primera semana de vacaciones.

Vacaciones que empezaron un poco antes con la ida a la terminal de Retiro con Luis un jueves a la tarde de calor tormentoso para despachar una valija gigante y una mochila de campamento repleta, rebosante de ropa. Entre las dos cargaban la ropa de once personas, Valen llevaba sus cosas en mano por si se perdían por el camino, también era, después nos enteramos, porque se trajo un monitor para su compu que tenía rota la pantalla. Más de 30 kilos no despachan, yo pensando que cada cosa pesaba 50 kilos y Valen que me avisa que no pesan más de 20 kilos, que se nota que no viajás.
Y como siempre tenía razón, post un embalaje casi artístico, el pesaje no arrojó más de 24 kilos la valija más pesada.

El lunes siguiente, al llegar a Quequén, ya la podríamos pasar a buscar por la terminal.
Ese mismo lunes, hace exactamente una semana, salimos con una valija más, un bolso bastante grande, una practicuna, tres paquetes de pañales, cuatro docenas de empanadas para el viaje y doce personas repartidas en dos autos rumbo a bahía de los vientos.
Se portaron todos perfecto, durmieron, comieron papas fritas, chizitos y palitos, nadie pidió parar para hacer pis, sacando Tótal al que casi al final tuvimos que parar a cambiar en el medio del campo, todo pillado, tenía el pañal de la noche anterior porque lo sacamos dormido de la cuna y lo pusimos en la sillita.

Por la ruta repetimos los rituales de cada viaje, la laguna de Chascomús, el castillo a orillas del Salado que variando de acuerdo a la cultura de la tele del momento, este año le tocó ser el castillo de princesita Sofía, la estación de servicio de Dolores en la que el año pasado no pudimos parar por la cantidad de mosquitos que había, el desvío de coronel Vidal donde una vez Valen y Pili que se habían tenido que ir en el tren a Mar del Plata porque no entraban en el auto y el auto no entraba en el tren, se bajaron para retomar viaje con nosotros, Balcarce donde siempre decimos que vamos a comprar papas y nunca compramos.

Llegamos pasando el mediodía. A Bahía de los Vientos
Para quedarnos un tiempo a vivir en el borde del mar, a ver cómo salen los remolcadores del puerto buscando los barcos que vienen a cargar granos, a que lo primero y lo último que escuchamos de los días sea el ruido de las olas rompiendo al lado de la cama.
A abastecer a diez criaturas casi famélicas luego de espectaculares días de playa.
A ensuciarnos con arena, a entrar al mar siempre con alguien a upa o de la mano triplicando las chances de que nos revuelquen las olas.
A ver cómo la gente en la playa nos mira y nos cuenta dos o tres veces para ver cuántos somos, si somos una colonia de vacaciones o tal vez una familia con hijas jóvenes madres solteras y nietos.
A compartir la vida un poco más que siempre todos juntos una vez más.

En esta semana experimentamos una serie de maravillas meteorológicas, el mar como aceite recibiendo al sol al atardecer, un arco iris completo después de una tormenta, con un extremo en el agua y otro en los médanos, una luna llena, amarilla casi como una naranja perfumada saliendo entre las nubes para después, casi a medianoche, brillar sobre el mar para dejarlo como un diamante.
Vimos también - las noches que no caímos agotados- 7 cajas, la película paraguaya que me recomendaron después del post sobre el mercado y estamos por los primeros capítulos de Young doctor´s netbook, una serie sobre un médico en Rusia, creo que antes y después de la revolución, recién empieza.

Es el quinto febrero que pasamos en bahía de los vientos, sin contar ese año que la descubrimos escapándonos de la navidad.
Empezamos viniendo con seis nenas. Ahora traemos cuatro más.
Y seguimos viniendo todos.
Una rareza, ni adolescencias ni incipientes adulteces se confabularon hasta ahora para que esto no fuera así.
De todas formas cada verano supongo que será el último, nadie crece en vano.

Si tuviera una cámara de fotos un poco mejor que la del celular o la de la compu sería más fácil explicar este lugar.
Ahora solo puedo probar qué verbo funcionaría mejor, fijar, congelar, coagular, petrificar, fosilizar, detener, frenar, cristalizar. Los paisajes y el tiempo.

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