miércoles, 18 de febrero de 2015

Diamante

El otro día, el lunes, el mar destilaba aceite antes de la tormenta.
Antes, más temprano, había aparecido el quinto barco en el horizonte.
El otro día, el lunes, atronaba una voz desde el abismo, el tercero dio plano y estamos esperando al incucai, como si dijeran el desayuno se sirve de 8 a 11.
Pero el verano nos regaló el mejor día de todas nuestras vacaciones y vi cómo las piedras que escolleran la barranca se empezaban a llenar de musgo.
No podía dejar de escuchar a Luis diciendo por el timbre los papás de Felipe y pensar no lo decimos más.
El otro día, el lunes, recordé cómo la arena deja brillantes los anillos, cómo a Pili y a Sonsi los ojos se les ponen verde transparente de tanta sal.
No podía dejar de volver a ver la imagen de Ceci bajando de un taxi con un piloto que supuse comprado en Londres.
El sabor del pan de queso que me trajo con Vero y lo comimos las tres, despacio, esperando la nada.

El otro día, el lunes, rompiendo el aire, mis príncipes de las algas, mis capitanas de la espuma; las ganas de compartir el viento con tantos, Luis que encontró las palabras que no me salieron en todo el día.
La certeza de que seguimos diciendo y siendo los papás de Felipe y de diez más.

El quinto barco que entró a la noche al puerto sin que lo viéramos.
Y el aceite del mar que destiló un diamante.

El otro día, el lunes.

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