La semana pasada, en este
empecinamiento que tengo con seguir dando de mamar, alguna de mis
criaturas más pequeñas me mordió.
Me hizo una grieta que no
parecía ser nada, que se fue agrandando, que empezó a sangrar y que
después, así como se abrió, se cerró.
Pero, en ese intervalo
algo entró por la herida y el domingo pasado,dos días después de
que se me cerrara la cascarita la teta era una pelota colorada,
dura, doliente. Y yo temblando de frio y de fiebre no me podía
dormir.
El lunes me quedé en la
cama todo el día, hasta la hora de ir a dar clase. Me clavé unos
ibuprofenos y hablé sin parar dos horas de las Soledades. Entre
Góngora, la mastitis y la fiebre creo que la clase resultó más ininteligible y confusa que de costumbre. Volví a casa otra vez muerta
de frío. Bajo la ducha llevé adelante el protocolo que ya me sé de
memoria para estos casos, apretarme la teta, desde atrás hacia
adelante, una suerte de ordeñe para destapar los conductos.
Así, de a poco, entre el
agua de la ducha, el dolor y la leche empezó a brotar,
inconfundible, espeso, verde mezclado con amarillo, silencioso como
la lava de un volcán, el pus.
El martes entonces
después de dejar los chicos en el cole me fui con Luis a la liga de
la leche.
Una vez, cuando Pili
tenía casi dos meses me agarró también una mastitis feroz, todo un
fin de semana con cuarenta grados y el líquido amarillo que yo
todavía no sabía qué era. El lunes a la mañana me fui a la liga
de la leche, me destaparon con una bomba sacaleche que traían con
unas rueditas, que parecía de Fritz Lang y me avisaron que ese
líquido amarillo era pus, vieron cómo se prendía mi bebita a ver
si la teta se tapaba porque estaba comiendo mal, me recetaron
descanso y me mandaron de vuelta a casa.
Desde esa vez cada vez
que se me tapa la teta vuelvo ahí, en estos últimos años se
mudaron a un lugar mucho más luminoso y las bombas se modernizaron
bastante.
Vuelvo siempre, solo no
fui con Consu. Consu bebita me agarró otra mastitis espantosa, pus,
sangre, dolor, todo me salía por la teta. Pero en ese momento y
aconsejada como siempre por Fabiana, decidimos mamadera, decidimos no
hacer tanto esfuerzo en un momento en que ya era un esfuerzo ponerme
de pie cada mañana y Consu creció bien y las heridas se me fueron
cerrando.
El martes llegamos y
creo, no sé si la fiebre me había alterado la percepción, que una
maqueta gigante de la vicejefa de gobierno estaba puesta en la
puerta, como que el gobierno de la ciudad estimula la lactancia,
colabora con el lugar, destapa los conductos, no entendi muy bien.
En la sala de espera
había un bebito diminuto con su mamá y con su abuela, el bebito
quería tomar la teta, la mamá golpeó la puerta donde estaban
atendiendo, tiene hambre les dijo, salió la puericultora, bueno,
pasá.
Nos miró a nosotros:
¿vos viniste sin bebé? Sí, sí le dije, considerando lo que
hubiera significado estar ahí con no uno sino dos y no bebés sino
niños de veintidos meses aun no destetados.
Seguimos esperando, la
abuela del bebito que había entrado nos miró y nos dijo, están
molidos, los veo a ustedes y veo a mi hija y a mi yerno, se ve que no
duermen.Hace ya veinte años que no dormimos tendríamos que haberle
respondido pero le sonreimos, Luis siguió jugando al candy crush y
yo me volví a desparramar en el sillón sintiendo cómo de a poco me
subía la fiebre.
Llegó una pareja, con
otro bebé diminuto, perdí la noción de los tamaños de los recién
nacidos, me parecían todos más chiquitos que Estani, por ejemplo,
que cuando nació pesaba un kilo seiscientos. La mamá con una panza
gigante, la abuela del bebito que había entrado claramente quería
conversar, ¿de cuánto estás? - le preguntó, parí hace cuatro
días le respondió la otra con una simpatía envidiable.
De a poco la sala de
espera se iba llenando, otros más ahora una bebita recién nacida,
la mamá caminaba toda torcida, pensé que en el parto se le había
roto una vértebra o una costilla o algo así, me duelen los puntos
explicó.
Eran todas parejas que
del sanatorio habían ido directamente ahí a que le enseñen a dar
la teta a los niños.
Me tocó el turno, entré.
Pañitos calientes, sacaleches, masajes y pus, mucho pus. Me hacen la
ficha, respondo todas las preguntas. Cuando llego al tema once niños
amamantados la mamá del bebito que había entrado escuchó y me
dijo, ay y nosotras con uno y estos problemas, pensarás que somos
unas boludas. No, no- la tranquilicé- cuando llegué con mi primera
beba a casa lloraba ella y lloraba yo a la par.
Pregunto si puedo seguir
dando la teta a pesar de la mordida, sí contesta la puericultora,
hasta que vos quieras. Claro, le digo lo que pasa es que para mí es
medio difícil dejar porque estuve mucho tiempo dando la teta, casi
veinte años ininteumpidos y no sé si fue la fiebre o tanto bebito
recién nacido dando vueltas que hizo que se me llenaran los ojos de
lágrimas.
Hablalo con alguien me
contestó la mujer.
Empezó a sugerirme
intelocutores: con tu psicólogo, no tengo pensé y si tuviera creo
que hay una lista de veinte cosas más importantes para hablar antes,
con tu hermana, no tengo volví a pensar tengo muy muy buenas amigas
pero no sé si da internarlas con esto, con tu mamá, ahi ya se
complicó, si fuera por mi madre los niños deberían dejar de tomar
la teta a los cinco meses.
Hablalo con alguien,
volvió a la carga la mujer.
Pensé, pobre Fabi, tiene
todas las fichas.
No tenía mucho más por
hacer, solo quería que me confirmaran que lo verde era pus, lo
pusimos en una gasa, no se reabsorbió entonces era pus, no leche
vieja.
Había ahí unas chicas,
parecían practicantes o residentes, me renovaron mis deseos de
abandonar todo para estudiar puericultura.
Pagué el bono
contribución y nos fuimos, la vicejefa de gobierno seguía ahí
parada en la puerta alentando la lactancia.
Así pasé toda la
semana, con fiebre y antibióticos. Nunca pensé que podía salirme
tanto pus.
Me voy a proponer
escribir más seguido, un post por día, para que no me queden cosas
afuera.
Por ejemplo, la visita a
nuestro vigésimo negocio de camas de niños, ahora frente a una
mujer que tardó dos horas en dibujarnos cama por cama, que no nos
preguntó por nuestra vida sino que nos contó la emoción que tuvo
al conocer en un pueblo de Navarra la casa natal de su madre y la
escalera que llevaba al sótano donde su madre había recibido no sé
qué lección y mientras nos entraban los wa de Vale avisando que
Octavio había roto el mármol de la mesa del living, mármol que
habíamos puesto en reemplazo del vidrio que había roto también
Octavio hace unos años, que consideramos que iba a ser irrompible y
que podría ser materia de otro post.
O el fin de semana entre
el chocolate, el club y el cumple de Enru.
O cómo después la lava,
no el pus, se llevó puesto todo.