jueves, 25 de septiembre de 2014

Primavera

Y la primavera no termina de empezar.
Solo me di cuenta por Luis que sale a la calle y se queda sin poder respirar por las porquerías que vuelan en el aire. O cuando miro el jardín, que parece una selva abandonada. Una selva-soledad.

Ayer, los chicos se metieron en la pileta helada mientras tomábamos mate con Lidia y hablábamos de Fenice y Cligés, en la misma cocina que hoy se está inundando con la lluvia, entraba el sol.
Ayer, también la primavera había llegado en el acto de los cien años del normal, lindísimo, lleno de banderas y de recuerdos.
La primavera en la capacidad de emocionarnos, en las chicas haciéndole cordón a la bandera, en Sonsi cantando, en darnos cuenta de que de esos cien años nosotros pasamos ahí casi veinte.
La primavera en Consu que fue como público, que cantó todo a los gritos y que se encontró con su madrina. En el abrazo fuerte con Rosalía y con tantos más.
En tantas maestras que volvimos a ver, que nos hicieron acordar de Valen en primer grado, de Pili en séptimo.
La primavera en una foto de nenes del jardín en un taller de hacer máscaras, congelados, ahí tras unas máscaras de conejos con sus mamás mirándolos desde atrás.
La primavera en el video de los cien años desde el que saludaban Estani y Octi y Gaspi y Santi y tantos otros amigos que fuimos haciendo en este tiempo. En Sole, Rochi y Viole que las extrañamos en el acto.

La primavera que pareció empezar también al mediodía, acto terminado, cuando salimos rumbo a la camioneta de Luis, que se había tenido que volver antes a casa para quedarse con los más chicos. Con las cuatro nenas mías y dos prestadas, no hubo forma que le sacara al auto el freno de mano. En la vereda unos obreros de Edenor pasaban cables, salgo del auto y les pregunto si les puedo pedir un favor,como no me contestan. ¿no me pueden sacar el freno de mano? Porque lo puso mi marido, y lo pone muy duro, seguí explicando, algo no me sonaba del todo bien, uno de los hombres de Edenor, impasible, se subió al auto y nos sacó el freno.
Me reí ; ahí también la primavera.

Y en Valen que después de encontrarnos a la mañana con sus maestras de primer grado va y vuelve de la facultad, de las clases de estadísticas, de lo de kp, de la cena de año nuevo; en Pili que finalmente tenía razón en sus cálculos.
En la imposibilidad de recibirla, como hicimos con el invierno, comiendo con Xime y Guille.
En la tercera copla de las sevillanas que empezamos a aprender el lunes.
En Candelita que cumplió años. En Ceci, que está organizando un lindo encuentro para mañana.

En otra foto, la de mi escritorio, la de una mamá con su nene lleno de rulos un día de primavera en el Zoológico.
Y en Loli y Tótal, porque cuando empiece en serio la primavera me los voy a llevar por primera vez al Zoológico, a congelarlos en una foto.


viernes, 19 de septiembre de 2014

El torneo

Hace dos meses Sonsi anunció que iban a tener un torneo de educación física.
Lo anunció e inmediatamente se puso a practicar verticales y mediaslunas en el club, en el jardín, en el colchón que tiran en el piso del cuarto,en cualquier lado.
En esas prácticas Ro consideró que podía acompañar y terminó con frutillitas en las dos rodillas, que se sumaron a unas de los codos hechas una tarde que se cayó de un muro en el que estaba haciendo equilibrio con sus hermanos más chicos y que completó como una constelación las marcas de cicatrices en su pierna.

Después de semanas de prácticas, de posibles peinados, de buscar remeras blancas en las profundidades de placares en las que lo menos que acechaban eran basiliscos, finalmente, llegó el día del torneo. Encuentro de educación física de escuelas normales, el lugar me quedaba de paso para el Instituto, el horario era conveniente, hace dos años habíamos ido con Ceci a ver a Maite a un encuentro similar en el que ya se sentía el espíritu olímpico de Londres 2012, no tenía ninguna excusa para no estar presente. Así, a las 2 de la tarde me tomé el subte, me bajé en Pasteur, al igual que hace dos años caminé tres cuadras para el lado contrario, recordé mi equivocación anterior y la solucioné más rápido y llegué al lugar.

Delante de mí una madre dialogaba con el seguridad de la puerta: Apellido de su hija, colegio, grado, pase que adentro la guían. Repitió el mismo diálogo conmigo, le dije el nombre tres veces, no aparecía en la lista, sonsoles es el nombre y luján el apellido aclaré, por si buscaba al revés, ah sí, pase que adentro la guían. En el ascensor estaba la madre de adelante, era del normal 1. Comencé un trabajo de hormiga que entendí iba a tener éxito, así de la nada, las dos en un ascensor blindado la empecé a arengar a vos te parece, que el gobierno de la ciudad no tiene un lugar en algún colegio para hacer este torneo, que tenemos que venir a este lugar, que andá a saber lo que gasta en alquilarlo, que lo pagamos nosotros con nuestros impuestos. La pobre mujer me miraba sin entender demasiado a qué se debía semejante monserga, a mí me queda cerca me dijo y preferible que gaste los impuestos en nuestros hijos y no en otras cosas, impecable, me anuló toda dialéctica y todo envalentonamiento de masas que pensaba lograr. Bajamos del ascensor y entramos a un balcón que rodeaba un gimnasio con un piso de madera brillante alrededor del cual estaban dispuestos todos los niños de la mayoría de los normales de la ciudad.
La mujer quedó al lado mío observando las demostraciones de las criaturas. Llegué justísimo para ver a Sonsi, y para que Sonsi me viera, claro. La saludé y empezaron las mediaslunas, no hubo vertical sino conejito y otras destrezas. Cuando terminaron los chicos se abrazaban, saltaban, abrazaban a las profesoras, se volvían a abrazar, volvían a saltar, estaban contentísimos. Mi amiga del normal 1 saludaba a su hija que competía en otro rubro: gimnasia rítmica. Pasaban esquemas con sogas, con pañuelos, con cintas, con pelotas.
Hasta que llegaron unos que combinaban pelotas y cintas. No se puede hacer eso me explicó la del normal 1, los chicos pierden la atención en una cosa por la otra, se arma o con cintas o con pelotas, no con las dos cosas. Ah, comenté.
Yo sé, siguió mi amiga, porque fui a una escuela privada y en las escuelas privadas estas cosas son muy importantes, sí, sí- acompañaba yo su razonamiento. Nosotros estábamos por lo menos medio año ensayando, hacíamos hasta el cajón de cinco piques, para la fiesta de fin de curso, actuábamos todos: los que querían y los que no. Ahí no había fobia, ni ataque de pánico, ni discriminación, ni Inadi reflexionaba la mujer - cuya practicidad política ya me había sido adelantada en el ascensor- todos tenían que hacerlo. Y al acto venían de todas partes para vernos, saltábamos un aro al que le encendían un fuego con kerosen, ah como en el circo acoté mientras pensaba en el piso de madera brillante. Claro, hasta que – y se le perdieron los ojos en el relato- en un acto se quemó un chico, ahí se suspendió todo, no le pasó nada, se quemó el pantalón, pero podría haber sido un desastre. Qué horror le contesté, mientras pensaba que si no tuviera que pasar los días rellenando informes, leyendo artículos críticos sobre obras maestras escritas hace cuatro o cinco siglos e intentando que crezcan lúcidas y limpias diez personas que todavia dependen de nosotros, esa historia era un material imperdible para  un cuento, tal vez una novela. Será en otra vida, con más tiempo.
Abajo el normal 9 revoleaba unas boleadoras y unas sogas, esa duplicidad de objetos que a mi amiga no le parecía para nada pedagógica. Me tengo que ir, me saludó, un gusto haberte conocido, igualmente le contesté, casi que habíamos pasado una hora conversando.
Después, trajeron las copas, los trofeos y me quedé un rato viendo cómo abajo todos los chicos siguieron festejando, abrazándose y saltando hasta que subieron a sus colectivos rumbo a sus respectivos normales.
Ahí los dejé y me volví a tomar el subte, ahora hasta Florida.

Este post se iba a tratar de otra cosa, iba a describir una conversación que tuve el domingo a la noche con Pili, con Kp y con Valen en la que todos por separado, con argumentos más que convincentes y distintos cada uno de ellos, me decidieron a no hacer lo que pensaba llevar adelante de manera arrebatada el lunes a la mañana confiada en que era lo mejor.
Se iba a tratar también del recuerdo de una marcha de antorchas de hace casi 30 años y de un llamado de teléfono para recordarla con sus protagonistas.
Y de la infinita y proverbial capacidad quimérica de organización de los adolescentes.

No parece tener mucho que ver con el torneo de Sonsi.
O tal vez sí, los chicos todos juntos abrazándose, festejando, saltando y consolándose.
Los padres mirándolos desde arriba sin muchas posibilidades de intervención, aunque a veces los veamos hacer la vertical con las piernas flexionadas, cruzar con antorchas el aro de fuego, cortar el agua con cuchillos.

Sin muchas posibilidades de intervención aunque creamos la mayoría de las veces tener la solución para todo, para casi todo.

domingo, 14 de septiembre de 2014

La Fede

Hace unos díez días Luis me trajo de regalo un libro de 900 páginas de Jumbo.
Estaba barato, 45 pesos y te lo compré, me dijo.
Y en medio de las quinientas mil cosas que tengo lo empecé a leer.
Es una historia de la Fede, desde que se fundó, ya empieza con un conflicto por el año de la fundación, el revisionismo, la historiografía oficial y la otra, los archivos perdidos, las purgas y sigue así, con peleas, con idas, con vueltas.

Pero lo sigo leyendo y mientras lo leo me voy acordando de tantas cosas:

De mañanas de domingo al alba yendo al Cervantes a ver al Bolshoi.
De exposiciones de la industria de Checoeslovaquia, la RDA o Yugoslavia.
De una muñequita lindísima que me compré en una de esas exposiciones que ya más grande me llevaba de amuleto a las pruebas de latín.
De las Ferifiestas en los bosques de Palermo y en el Parque Sarmiento.
De los planes que hacia para que viniera Pugliese a mi casa a tocar Desde el alma el día de mi fiesta de quince.
Del dia que Pugliese fue al Zamorano.
De una noche, en el auto que justo por la radio, radio Belgrano, pasaron una canción de Violeta Parra a quien yo no conocía.
De la noche del Luna Park y de Santiago Feliú.
Del reloj del Kremlin que tocaba la Internacional.
De la bronquitis fuertísima que le agarró a mi papá en Kiev.
De los libritos que repartían en los aeropuertos sobre el ejército rojo.
Del día que mi papá no me dejó afiliar a la Fede.
De un acto en Callao que yo fui sola y lo llamé y le dije vení, que está buenísimo.
Y él que había pasado por mil actos vino, no tanto porque el acto estaba buenísimo, sino para acompañarme.
De un martes, cuando yo todavía daba prácticos a la tardecita, que lo alcancé al local de Acuña de Figueroa, no sé ni cómo lo alcancé, ni cómo dí la clase, porque al mediodía se había casado Galo y habíamos tomado muchísimo champagne.
De otro martes, que yo estaba embarazada de Felipe y volvía de Puan en un taxi y por ahí lo veo a mi papá manejando su auto, en mitad del camino porque justo venía de una reunión y entonces me trajo él a casa.
De cómo a veces tal vez se puede estar equivocado pero se puede ser coherente, y ser un ejemplo.

Y de mis formas de extrañarlo tanto en estos cinco años.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

Lava


La semana pasada, en este empecinamiento que tengo con seguir dando de mamar, alguna de mis criaturas más pequeñas me mordió.
Me hizo una grieta que no parecía ser nada, que se fue agrandando, que empezó a sangrar y que después, así como se abrió, se cerró.
Pero, en ese intervalo algo entró por la herida y el domingo pasado,dos días después de que se me cerrara la cascarita la teta era una pelota colorada, dura, doliente. Y yo temblando de frio y de fiebre no me podía dormir.
El lunes me quedé en la cama todo el día, hasta la hora de ir a dar clase. Me clavé unos ibuprofenos y hablé sin parar dos horas de las Soledades. Entre Góngora, la mastitis y la fiebre creo que la clase resultó más ininteligible y confusa que de costumbre. Volví a casa otra vez muerta de frío. Bajo la ducha llevé adelante el protocolo que ya me sé de memoria para estos casos, apretarme la teta, desde atrás hacia adelante, una suerte de ordeñe para destapar los conductos.
Así, de a poco, entre el agua de la ducha, el dolor y la leche empezó a brotar, inconfundible, espeso, verde mezclado con amarillo, silencioso como la lava de un volcán, el pus.
El martes entonces después de dejar los chicos en el cole me fui con Luis a la liga de la leche.
Una vez, cuando Pili tenía casi dos meses me agarró también una mastitis feroz, todo un fin de semana con cuarenta grados y el líquido amarillo que yo todavía no sabía qué era. El lunes a la mañana me fui a la liga de la leche, me destaparon con una bomba sacaleche que traían con unas rueditas, que parecía de Fritz Lang y me avisaron que ese líquido amarillo era pus, vieron cómo se prendía mi bebita a ver si la teta se tapaba porque estaba comiendo mal, me recetaron descanso y me mandaron de vuelta a casa.
Desde esa vez cada vez que se me tapa la teta vuelvo ahí, en estos últimos años se mudaron a un lugar mucho más luminoso y las bombas se modernizaron bastante.
Vuelvo siempre, solo no fui con Consu. Consu bebita me agarró otra mastitis espantosa, pus, sangre, dolor, todo me salía por la teta. Pero en ese momento y aconsejada como siempre por Fabiana, decidimos mamadera, decidimos no hacer tanto esfuerzo en un momento en que ya era un esfuerzo ponerme de pie cada mañana y Consu creció bien y las heridas se me fueron cerrando.

El martes llegamos y creo, no sé si la fiebre me había alterado la percepción, que una maqueta gigante de la vicejefa de gobierno estaba puesta en la puerta, como que el gobierno de la ciudad estimula la lactancia, colabora con el lugar, destapa los conductos, no entendi muy bien.
En la sala de espera había un bebito diminuto con su mamá y con su abuela, el bebito quería tomar la teta, la mamá golpeó la puerta donde estaban atendiendo, tiene hambre les dijo, salió la puericultora, bueno, pasá.
Nos miró a nosotros: ¿vos viniste sin bebé? Sí, sí le dije, considerando lo que hubiera significado estar ahí con no uno sino dos y no bebés sino niños de veintidos meses aun no destetados.
Seguimos esperando, la abuela del bebito que había entrado nos miró y nos dijo, están molidos, los veo a ustedes y veo a mi hija y a mi yerno, se ve que no duermen.Hace ya veinte años que no dormimos tendríamos que haberle respondido pero le sonreimos, Luis siguió jugando al candy crush y yo me volví a desparramar en el sillón sintiendo cómo de a poco me subía la fiebre.

Llegó una pareja, con otro bebé diminuto, perdí la noción de los tamaños de los recién nacidos, me parecían todos más chiquitos que Estani, por ejemplo, que cuando nació pesaba un kilo seiscientos. La mamá con una panza gigante, la abuela del bebito que había entrado claramente quería conversar, ¿de cuánto estás? - le preguntó, parí hace cuatro días le respondió la otra con una simpatía envidiable.
De a poco la sala de espera se iba llenando, otros más ahora una bebita recién nacida, la mamá caminaba toda torcida, pensé que en el parto se le había roto una vértebra o una costilla o algo así, me duelen los puntos explicó.
Eran todas parejas que del sanatorio habían ido directamente ahí a que le enseñen a dar la teta a los niños.
Me tocó el turno, entré. Pañitos calientes, sacaleches, masajes y pus, mucho pus. Me hacen la ficha, respondo todas las preguntas. Cuando llego al tema once niños amamantados la mamá del bebito que había entrado escuchó y me dijo, ay y nosotras con uno y estos problemas, pensarás que somos unas boludas. No, no- la tranquilicé- cuando llegué con mi primera beba a casa lloraba ella y lloraba yo a la par.
Pregunto si puedo seguir dando la teta a pesar de la mordida, sí contesta la puericultora, hasta que vos quieras. Claro, le digo lo que pasa es que para mí es medio difícil dejar porque estuve mucho tiempo dando la teta, casi veinte años ininteumpidos y no sé si fue la fiebre o tanto bebito recién nacido dando vueltas que hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas.
Hablalo con alguien me contestó la mujer.
Empezó a sugerirme intelocutores: con tu psicólogo, no tengo pensé y si tuviera creo que hay una lista de veinte cosas más importantes para hablar antes, con tu hermana, no tengo volví a pensar tengo muy muy buenas amigas pero no sé si da internarlas con esto, con tu mamá, ahi ya se complicó, si fuera por mi madre los niños deberían dejar de tomar la teta a los cinco meses.
Hablalo con alguien, volvió a la carga la mujer.
Pensé, pobre Fabi, tiene todas las fichas.
No tenía mucho más por hacer, solo quería que me confirmaran que lo verde era pus, lo pusimos en una gasa, no se reabsorbió entonces era pus, no leche vieja.
Había ahí unas chicas, parecían practicantes o residentes, me renovaron mis deseos de abandonar todo para estudiar puericultura.
Pagué el bono contribución y nos fuimos, la vicejefa de gobierno seguía ahí parada en la puerta alentando la lactancia.
Así pasé toda la semana, con fiebre y antibióticos. Nunca pensé que podía salirme tanto pus.


Me voy a proponer escribir más seguido, un post por día, para que no me queden cosas afuera.
Por ejemplo, la visita a nuestro vigésimo negocio de camas de niños, ahora frente a una mujer que tardó dos horas en dibujarnos cama por cama, que no nos preguntó por nuestra vida sino que nos contó la emoción que tuvo al conocer en un pueblo de Navarra la casa natal de su madre y la escalera que llevaba al sótano donde su madre había recibido no sé qué lección y mientras nos entraban los wa de Vale avisando que Octavio había roto el mármol de la mesa del living, mármol que habíamos puesto en reemplazo del vidrio que había roto también Octavio hace unos años, que consideramos que iba a ser irrompible y que podría ser materia de otro post.
O la emoción del viernes a la noche cuando tocó Maite en la orquesta
O el fin de semana entre el chocolate, el club y el cumple de Enru.

O cómo después la lava, no el pus, se llevó puesto todo.





lunes, 1 de septiembre de 2014

Abandono


Esta semana abandoné la bici, casi que se me empezó a oxidar como algunas cosas que tenemos en el jardín y que no las movemos cuando llueve, las sillas para tomar sol, por ejemplo, se secan, se descascaran y terminan quebrándose.
Algo así me pasó con la bici.
Fue una semana larguísima, de mucho trabajo, de un poco de mal humor, de algunas reuniones interminables, de empezarla con un sábado inaugurando en agosto la temporada de pileta para estar dos días después tratando de no volarme con un viento helado que tiraba ramas al paso del auto y que, de haber acertado alguna, hubiera sido la excusa perfecta para mi nuevo auto azul eléctrico.
Semana que termino con la teta coloradísima, tapada, volando de fiebre y pensando en la necesidad de que una persona mayor que se ha pasado la vida amamantando lo siga haciendo considerando que los niños tienen veinte meses y que comen cualquier cosa con la que se encuentren por el camino
Semana que termina también con una lindísima noticia que es casi secreta y que compartiremos sólo con aquellos que nos entiendan y se alegren a la par nuestra.
Semana complicada.

Más complicada también a causa de las noches, desde el martes o miércoles que no podemos dormir casi nada. Primero se despierta Loli, hay que pasarla a la cama nuestra, logramos dormirla, se despierta Tótal, pasamos otra vez a Loli a su cuna, viene Tótal a la nuestra, lo dormimos y así es un movimiento que realizamos cinco o seis veces por noche hasta que los que nos dormimos somos nosotros y quedan los dos chicos dueños de nuestra cama.

La peor noche fue la del jueves, empezó a las diez con Sonsi llorando a mares porque no habia fruta, salí corriendo con Octi a los chinos a comprar algo.Octi tiene compulsión por los tomates y las frutillas, capaz que mientras compramos él le saca al verdulero un kilo de cada cosa. Así que lo agarré fuerte de la mano, no tenía mucha plata como para pagar los cherrys y -como le explico siempre a Octi, que se ve que no me entiende- el pobre verdulero no es Jumbo
En un momento quedé en una lucha cuerpo a cuerpo con el chico que todavía no había logrado agarrarse ni una frutilla,me tropecé y pisé a un hombre que estaba parado atrás. Le pedí perdón mientras seguía tratando de domar a Octi. El hombre estaba pálido. Qué raro pensé está bien que me explotaron unos jeans que usaba hacía seis años, que me puse un buzo de Luis y me entró bien y que la otra mañana los que te pegan papeles de propaganda en las puertas dejaron en todas las casas una publicidad de un delivery de picadas y a mí me dejaron uno de un salón de belleza que hacían masaje de cráneo, pero al hombre también se lo veía bastante robusto.
Insistí con mi pedido de perdón, sí, sí me contestó no te preocupes, lo que pasa que se me acaba de salir una uña y justo mi amigo y me señala a otro que andaba por ahí y que convenientemente se había alejado, me decía que como no soy muy tolerante al dolor, que trate de olvidarme, pero ahora imaginate, me volví a acordar,
Agarré al chico de los pelos y me fui de los chinos retándolo por afanarse los tomates, por no obedecer, por hacerme pisar al hombre sin uña.
La noche siguió con Dolores que no habia forma de que se quedara dormida, lloraba, se movía, se dormía, se despertaba, lloraba y empezaba todo de nuevo. Todo en nuestra cama, a la quinta vez que vino a acostarse entre nosotros, se me ocurrió la genial frase: antes, en esta cama, se cogía. Luis no pareció apreciarla del todo. A las cuatro de la mañana Loli se había quedado dormida por un lapso mayor a media hora. Suena el teléfono, una voz como de Valen, que no dormía en casa, llorando, papi, no sabés lo que me pasó, no puedo hablar mucho, papi ayudame. Luis, medio dormido, se dio cuenta en seguida de que la voz en cuestión no era la de su hija, los puteó y cortó el teléfono. Yo me quedé preocupada, en ningún momento pensé que la podían haber secuestrado o algo sino que estaba convencida de que se había peleado con Kp y que necesitaba que la fuéramos a buscar. La llamé, la desperté, le pregunté quinientas veces si estaba bien, sí, sí estoy bien pero dormida. Me fui a dormir yo, ya eran casi las seis de la mañana y Tótal, tranquilísimo en su cuna, se preparaba para la noche del viernes que fue él quien no nos dejó dormir.

De sábado al domingo dormimos mejor, hasta pude soñar. Soñé que estaba en Australia, no sé cómo sabía que era Australia, pero era Australia A menudo sueño que estoy en ciudades y que tengo que subirme al avión para volver a casa, generalmente son Madrid, México D.F y útimamente Montevideo. Son pesadillas. Las de Montevideo son mejores porque antes de despertarme razono que puedo volver en Buquebus, entonces quedo tranquila.
Como fuere, estaba en Australia. Veía la ciudad, ignoro cuál, desde la ventana altísima de un hotel, debajo se veían plazas con toboganes construidos con crayones donde los chicos se tiraban y dibujaban, había unos colectivos multicolores que en vez de paradas entraban a lugares como de trenes fantasmas. Se veía que era como un disney pero en Australia, una ciudad de los niños en Australia.
No sé si yo estaba sola o con los chicos, pero no podia salir del hotel a pasear porque tenía que escribir un trabajo para un congreso que era la razón por la que estaba en Australia.
Y lo único que hacía era mirar por la ventana y pensar en lo contentas que estarían ahí mis criaturas, en el paper para el que no se me caían dos ideas y en el avión que me tenía que tomar de vuelta.

Yo quedé en Freud, a veces entiendo algo de Lacan, sobre todo cuando escucho a Enru.
Pero pienso que si el poco tiempo que puedo dormir tengo estos sueños, más algunas conversaciones que tuve en la semana con Patricio y también con Coni, más la teta tapada, la fiebre y todo eso debe ser que el golpe de timón está más cerca de lo que creo.


Y el abandono no es para la bici.


de regalo mi sevillana preferida, ya vuelvo a bailarla