Esta semana abandoné la
bici, casi que se me empezó a oxidar como algunas cosas que tenemos
en el jardín y que no las movemos cuando llueve, las sillas para
tomar sol, por ejemplo, se secan, se descascaran y terminan
quebrándose.
Algo así me pasó con la bici.
Fue una semana
larguísima, de mucho trabajo, de un poco de mal humor, de algunas
reuniones interminables, de empezarla con un sábado inaugurando en
agosto la temporada de pileta para estar dos días después tratando
de no volarme con un viento helado que tiraba ramas al paso del auto
y que, de haber acertado alguna, hubiera sido la excusa perfecta para
mi nuevo auto azul eléctrico.
Semana que termino con la
teta coloradísima, tapada, volando de fiebre y pensando en la
necesidad de que una persona mayor que se ha pasado la vida
amamantando lo siga haciendo considerando que los niños tienen
veinte meses y que comen cualquier cosa con la que se encuentren por
el camino
Semana que termina
también con una lindísima noticia que es casi secreta y que
compartiremos sólo con aquellos que nos entiendan y se alegren a la
par nuestra.
Semana complicada.
Más complicada también
a causa de las noches, desde el martes o miércoles que no podemos
dormir casi nada. Primero se despierta Loli, hay que pasarla a la
cama nuestra, logramos dormirla, se despierta Tótal, pasamos otra
vez a Loli a su cuna, viene Tótal a la nuestra, lo dormimos y así
es un movimiento que realizamos cinco o seis veces por noche hasta
que los que nos dormimos somos nosotros y quedan los dos chicos
dueños de nuestra cama.
La peor noche fue la del
jueves, empezó a las diez con Sonsi llorando a mares porque no habia
fruta, salí corriendo con Octi a los chinos a comprar algo.Octi
tiene compulsión por los tomates y las frutillas, capaz que mientras
compramos él le saca al verdulero un kilo de cada cosa. Así que lo
agarré fuerte de la mano, no tenía mucha plata como para pagar los
cherrys y -como le explico siempre a Octi, que se ve que no me
entiende- el pobre verdulero no es Jumbo
En un momento quedé en
una lucha cuerpo a cuerpo con el chico que todavía no había logrado
agarrarse ni una frutilla,me tropecé y pisé a un hombre que estaba
parado atrás. Le pedí perdón mientras seguía tratando de domar a
Octi. El hombre estaba pálido. Qué raro pensé está bien que me
explotaron unos jeans que usaba hacía seis años, que me puse un
buzo de Luis y me entró bien y que la otra mañana los que te pegan
papeles de propaganda en las puertas dejaron en todas las casas una
publicidad de un delivery de picadas y a mí me dejaron uno de un
salón de belleza que hacían masaje de cráneo, pero al hombre
también se lo veía bastante robusto.
Insistí con mi pedido de
perdón, sí, sí me contestó no te preocupes, lo que pasa que se me
acaba de salir una uña y justo mi amigo y me señala a otro que
andaba por ahí y que convenientemente se había alejado, me decía
que como no soy muy tolerante al dolor, que trate de olvidarme, pero
ahora imaginate, me volví a acordar,
Agarré al chico de los
pelos y me fui de los chinos retándolo por afanarse los tomates, por
no obedecer, por hacerme pisar al hombre sin uña.
La noche siguió con
Dolores que no habia forma de que se quedara dormida, lloraba, se
movía, se dormía, se despertaba, lloraba y empezaba todo de nuevo.
Todo en nuestra cama, a la quinta vez que vino a acostarse entre
nosotros, se me ocurrió la genial frase: antes, en esta cama, se
cogía. Luis no pareció apreciarla del todo. A las cuatro de la
mañana Loli se había quedado dormida por un lapso mayor a media
hora. Suena el teléfono, una voz como de Valen, que no dormía en
casa, llorando, papi, no sabés lo que me pasó, no puedo hablar
mucho, papi ayudame. Luis, medio dormido, se dio cuenta en seguida de
que la voz en cuestión no era la de su hija, los puteó y cortó el
teléfono. Yo me quedé preocupada, en ningún momento pensé que la
podían haber secuestrado o algo sino que estaba convencida de que se
había peleado con Kp y que necesitaba que la fuéramos a buscar. La
llamé, la desperté, le pregunté quinientas veces si estaba bien,
sí, sí estoy bien pero dormida. Me fui a dormir yo, ya eran casi
las seis de la mañana y Tótal, tranquilísimo en su cuna, se
preparaba para la noche del viernes que fue él quien no nos dejó
dormir.
De sábado al domingo
dormimos mejor, hasta pude soñar. Soñé que estaba en Australia, no
sé cómo sabía que era Australia, pero era Australia A menudo sueño
que estoy en ciudades y que tengo que subirme al avión para volver a
casa, generalmente son Madrid, México D.F y útimamente Montevideo.
Son pesadillas. Las de Montevideo son mejores porque antes de
despertarme razono que puedo volver en Buquebus, entonces quedo
tranquila.
Como fuere, estaba en
Australia. Veía la ciudad, ignoro cuál, desde la ventana altísima
de un hotel, debajo se veían plazas con toboganes construidos con
crayones donde los chicos se tiraban y dibujaban, había unos
colectivos multicolores que en vez de paradas entraban a lugares como
de trenes fantasmas. Se veía que era como un disney pero en
Australia, una ciudad de los niños en Australia.
No sé si yo estaba sola
o con los chicos, pero no podia salir del hotel a pasear porque tenía
que escribir un trabajo para un congreso que era la razón por la que
estaba en Australia.
Y lo único que hacía
era mirar por la ventana y pensar en lo contentas que estarían ahí
mis criaturas, en el paper para el que no se me caían dos ideas y en
el avión que me tenía que tomar de vuelta.
Yo quedé en Freud, a
veces entiendo algo de Lacan, sobre todo cuando escucho a Enru.
Pero pienso que si el
poco tiempo que puedo dormir tengo estos sueños, más algunas
conversaciones que tuve en la semana con Patricio y también con
Coni, más la teta tapada, la fiebre y todo eso debe ser que el golpe
de timón está más cerca de lo que creo.
Y el abandono no es para
la bici.
de regalo mi sevillana preferida, ya vuelvo a bailarla
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