miércoles, 10 de septiembre de 2014

Lava


La semana pasada, en este empecinamiento que tengo con seguir dando de mamar, alguna de mis criaturas más pequeñas me mordió.
Me hizo una grieta que no parecía ser nada, que se fue agrandando, que empezó a sangrar y que después, así como se abrió, se cerró.
Pero, en ese intervalo algo entró por la herida y el domingo pasado,dos días después de que se me cerrara la cascarita la teta era una pelota colorada, dura, doliente. Y yo temblando de frio y de fiebre no me podía dormir.
El lunes me quedé en la cama todo el día, hasta la hora de ir a dar clase. Me clavé unos ibuprofenos y hablé sin parar dos horas de las Soledades. Entre Góngora, la mastitis y la fiebre creo que la clase resultó más ininteligible y confusa que de costumbre. Volví a casa otra vez muerta de frío. Bajo la ducha llevé adelante el protocolo que ya me sé de memoria para estos casos, apretarme la teta, desde atrás hacia adelante, una suerte de ordeñe para destapar los conductos.
Así, de a poco, entre el agua de la ducha, el dolor y la leche empezó a brotar, inconfundible, espeso, verde mezclado con amarillo, silencioso como la lava de un volcán, el pus.
El martes entonces después de dejar los chicos en el cole me fui con Luis a la liga de la leche.
Una vez, cuando Pili tenía casi dos meses me agarró también una mastitis feroz, todo un fin de semana con cuarenta grados y el líquido amarillo que yo todavía no sabía qué era. El lunes a la mañana me fui a la liga de la leche, me destaparon con una bomba sacaleche que traían con unas rueditas, que parecía de Fritz Lang y me avisaron que ese líquido amarillo era pus, vieron cómo se prendía mi bebita a ver si la teta se tapaba porque estaba comiendo mal, me recetaron descanso y me mandaron de vuelta a casa.
Desde esa vez cada vez que se me tapa la teta vuelvo ahí, en estos últimos años se mudaron a un lugar mucho más luminoso y las bombas se modernizaron bastante.
Vuelvo siempre, solo no fui con Consu. Consu bebita me agarró otra mastitis espantosa, pus, sangre, dolor, todo me salía por la teta. Pero en ese momento y aconsejada como siempre por Fabiana, decidimos mamadera, decidimos no hacer tanto esfuerzo en un momento en que ya era un esfuerzo ponerme de pie cada mañana y Consu creció bien y las heridas se me fueron cerrando.

El martes llegamos y creo, no sé si la fiebre me había alterado la percepción, que una maqueta gigante de la vicejefa de gobierno estaba puesta en la puerta, como que el gobierno de la ciudad estimula la lactancia, colabora con el lugar, destapa los conductos, no entendi muy bien.
En la sala de espera había un bebito diminuto con su mamá y con su abuela, el bebito quería tomar la teta, la mamá golpeó la puerta donde estaban atendiendo, tiene hambre les dijo, salió la puericultora, bueno, pasá.
Nos miró a nosotros: ¿vos viniste sin bebé? Sí, sí le dije, considerando lo que hubiera significado estar ahí con no uno sino dos y no bebés sino niños de veintidos meses aun no destetados.
Seguimos esperando, la abuela del bebito que había entrado nos miró y nos dijo, están molidos, los veo a ustedes y veo a mi hija y a mi yerno, se ve que no duermen.Hace ya veinte años que no dormimos tendríamos que haberle respondido pero le sonreimos, Luis siguió jugando al candy crush y yo me volví a desparramar en el sillón sintiendo cómo de a poco me subía la fiebre.

Llegó una pareja, con otro bebé diminuto, perdí la noción de los tamaños de los recién nacidos, me parecían todos más chiquitos que Estani, por ejemplo, que cuando nació pesaba un kilo seiscientos. La mamá con una panza gigante, la abuela del bebito que había entrado claramente quería conversar, ¿de cuánto estás? - le preguntó, parí hace cuatro días le respondió la otra con una simpatía envidiable.
De a poco la sala de espera se iba llenando, otros más ahora una bebita recién nacida, la mamá caminaba toda torcida, pensé que en el parto se le había roto una vértebra o una costilla o algo así, me duelen los puntos explicó.
Eran todas parejas que del sanatorio habían ido directamente ahí a que le enseñen a dar la teta a los niños.
Me tocó el turno, entré. Pañitos calientes, sacaleches, masajes y pus, mucho pus. Me hacen la ficha, respondo todas las preguntas. Cuando llego al tema once niños amamantados la mamá del bebito que había entrado escuchó y me dijo, ay y nosotras con uno y estos problemas, pensarás que somos unas boludas. No, no- la tranquilicé- cuando llegué con mi primera beba a casa lloraba ella y lloraba yo a la par.
Pregunto si puedo seguir dando la teta a pesar de la mordida, sí contesta la puericultora, hasta que vos quieras. Claro, le digo lo que pasa es que para mí es medio difícil dejar porque estuve mucho tiempo dando la teta, casi veinte años ininteumpidos y no sé si fue la fiebre o tanto bebito recién nacido dando vueltas que hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas.
Hablalo con alguien me contestó la mujer.
Empezó a sugerirme intelocutores: con tu psicólogo, no tengo pensé y si tuviera creo que hay una lista de veinte cosas más importantes para hablar antes, con tu hermana, no tengo volví a pensar tengo muy muy buenas amigas pero no sé si da internarlas con esto, con tu mamá, ahi ya se complicó, si fuera por mi madre los niños deberían dejar de tomar la teta a los cinco meses.
Hablalo con alguien, volvió a la carga la mujer.
Pensé, pobre Fabi, tiene todas las fichas.
No tenía mucho más por hacer, solo quería que me confirmaran que lo verde era pus, lo pusimos en una gasa, no se reabsorbió entonces era pus, no leche vieja.
Había ahí unas chicas, parecían practicantes o residentes, me renovaron mis deseos de abandonar todo para estudiar puericultura.
Pagué el bono contribución y nos fuimos, la vicejefa de gobierno seguía ahí parada en la puerta alentando la lactancia.
Así pasé toda la semana, con fiebre y antibióticos. Nunca pensé que podía salirme tanto pus.


Me voy a proponer escribir más seguido, un post por día, para que no me queden cosas afuera.
Por ejemplo, la visita a nuestro vigésimo negocio de camas de niños, ahora frente a una mujer que tardó dos horas en dibujarnos cama por cama, que no nos preguntó por nuestra vida sino que nos contó la emoción que tuvo al conocer en un pueblo de Navarra la casa natal de su madre y la escalera que llevaba al sótano donde su madre había recibido no sé qué lección y mientras nos entraban los wa de Vale avisando que Octavio había roto el mármol de la mesa del living, mármol que habíamos puesto en reemplazo del vidrio que había roto también Octavio hace unos años, que consideramos que iba a ser irrompible y que podría ser materia de otro post.
O la emoción del viernes a la noche cuando tocó Maite en la orquesta
O el fin de semana entre el chocolate, el club y el cumple de Enru.

O cómo después la lava, no el pus, se llevó puesto todo.





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