miércoles, 31 de diciembre de 2014

Fiestas

Reflexiones desde un 2014 que se escapa pisando crepúsculos en un día en el que ya Sonsi se abrió la cabeza con la punta de la ventana por ir rápido a atender el teléfono, en el que Loli comió pimienta y Ruli cayó rodando por la escalera por culpa de una gotera que la hizo resbalar, en el que les dije que no a cinco de mis criaturas en Júpiter cuando me pidieron un volcán de 160 pesos delante de un hombre que se llevaba una caja del tamaño de dos split con una leyenda que decía cinco minutos de luces y que en proporción con las cajitas de 1000 pesos que llevaba el resto de los clientes saldría alrededor de 50.000.

Reflexiones sobre las mejores fiestas de 2014.

La de mi cumple, que comimos cordero. Que bailamos aunque no había alquilado luces, ni máquina de humo, la del cumple de Consu, la del cumple de Sonsi y Ruli, la del cumple de Octi y Estani. Con todos los amigos, los amigos de las hermanas, los de los hermanos, las madrinas, los padrinos, el inflable, el tejo, el pool, el metegol, la reja llena de globos de colores.
La del cumple de tres años de Martín que ya es el acontecimiento de fin del verano, o de principio de las clases.
La de esa mañana en Ezeiza, con Lidia, que una de las chicas se había planchado el pelo y nos trajo una torta, fue mi cumple y vino mi novio de visita nos explicó.
La fiesta de 40 de Soledad. Las historias de su tía andaluza.
La del cumple de Eze, en San Justo, con once chicos por la general Paz.
La mega fiesta que no hicimos pero deberíamos haber hecho el día que le ganamos a los chinos, al ministerio y a los idiotas de turno. Con Sofi, con Ceci, con Jorgelina, con Amalie, con todos los que nos acompañaron, con todas las que me dijeron Flor si no cambian nada los ayudamos llevandónos y trayendo chicas.
La de fin de año del Zamorano que bailamos sevillanas y el meneaito.
La de cumple de Santiago y todo el cariño.
El día del brindis del instituto. El abrazo previo con Vero y con Eva en el medio de Alsina celebrando a More y a la vida, el abrazo siguiente con Paola después de tanto tiempo.

No fiestas, pero comidas, la que Patricia encontró a Góngora en el baño, la que nos quedamos hasta que cerraron el restaurant al borde del mar con Xime y Meneca, las dos que hicimos en la casa de Ceci recordando las lecciones sobre la tundra, la de marzo en contigo Perú, la de las vacaciones de invierno en garbis.
La noche de Tecnópolis de Raíz, sola con Luis entre los relámpagos comiendo albóndiga de llama con quinoa y tomando vino mendocino.
La noche en Tancat después de ver Esto también pasará.
La noche que salió campeón River esperando a Vale y a Kp buscando a Consu en lo de Gaspi, tocando bocina por la calle.
Las noches de madrugada después de Homeland, The Strain, The last ship, House of cards, Helix, Broadchurch, Tyrant y todas las series de 2014.


Por un 2015 lleno de fiestas.
De bautismo, de cumples, de comidas, de teatro, de series, de madrugadas.
Por la suerte de que no se estila festejar los quince de los varones y no hay sal para la herida.

Por la que voy a hacer cuando La bici llegue a su entrada número 100, con todos los que aparecen, leen, acompañan. Con una caja del tamaño de dos split llena de pulpo. En el Zamorano.
Los que no comen que me vayan avisando así les hago pollo.


¡Feliz año para todos!

jueves, 25 de diciembre de 2014

Navidades

1)

Dos días de ir y venir comprando regalos para dar cuenta de objetos diversos escritos en cartas a Papa Noel a las que agarró la lluvia porque no tenemos árbol sino unas bochas que colgamos en la selva que crece imparable alrededor de la pileta puesta verde que finalmente logramos limpiar sin vaciar.
Cartas disparatadas como la de Consu: quiero la camiseta de Orion, la de Calleri y la de Chaves o la de Octi quiero tantas cosas del hombre araña o la de estani quiero una ambulancia peugeot y cosas de batman o la de Ruli la heladeria de violeta.
Así, mi empeño porque cada uno tenga dos regalos, hace que deba comprar, sumando a Luis, exactamente veintidos regalos. A Vale le había comprado una bikini hace unas semanas y a Pili le pagamos diez clases de química a un precio como si las hubiera tomado con Lavoisier, por lo que ambas tuvieron un solo regalo bajo la fronda navideña.
Dos días de ir y venir, también para hacer las compras para la comida. En una de esas idas y vueltas escucho en una esquina a dos mujeres que se despedian con la sabia reflexión de navidad solo sirve para endeudarse y para engordar.
Más la amenaza de un fin de semana largo, larguísimo, con la ciudad vacía, todos metidos en casa y todo cerrado, hasta los chinos de la vuelta.

2) Moni, la chica que viene dos veces por semana a casa viene justo martes y viernes.
El martes no pudo venir porque tenía que cocinar para una feria. El viernes es puente, no viene. El próximo martes volverá a haber una feria para la cual tendrá que cocinar y el viernes volverá a ser puente.
Resultado diez días con la casa sin un mínimo aseo. A una parte del jardín se le levantó todo el pasto, quedó como una tierra baldía, tierra que vuela y se vuelve polvo, tierra que vuela y se vuelve barro cuando salen de la pileta.
Y todos traemos el polvo y el barro adentro del living, de la cocina, del escritorio que se vuelven polvo y se vuelven barro.
En diez días, Pompeya. Un panorama inmejorable.

3) Menú de nochebuena.
Entrada Ceviche de pescado. Tostadas de salmón ahumado. Ensalada de mollejas con papines y cebolla colorada. Ensalada de espinaca con naranjas y castañas.
Plato principal Ojo de bife con puré de hinojo
Postre Cerezas con crema. Tarta de ciruelas
Y después de las 12
½ kilo de turrón de almendras que nos trajo Cynthia de Barcelona.

4) Estani se durmió temprano. Como dijo Octi me da pena Estani que se perdió la Navidad.
Octi recibio tantas cosas del hombre araña: un auto y un disfraz que le trajo su madrina. Se lo puso ni bien abrió el regalo y todavía no se lo sacó.
Ruli protestó porque Papa Noel no le había traido lo que ella había pedido sino algo parecido, no le pudimos explicar que entre ambos objetos había una diferencia de quinientos pesos.
Consu protestó porque no le gustaba el tamaño del escudo de la camiseta de Boca. Y porque no le habían traido juguetes.
Hicieron estrellitas, bengalas y estrellones. A cada rato informaban por dónde estaba Papá Noel al que seguian por google.
Vinieron los primos. Simona trajo margaritas para la mesa. Pedro hizo magia.
Se durmieron todos, incluidos los más pequeños, a las 3.
Se despertaron todos, comandados por Estani que se había dormido más temprano, a las 9. Estani encontró sus regalos, la ambulancia y cosas de batman. Entre ellas un disfraz que también todavía tiene puesto.
Todo el día de Navidad muertos de sueño. Más Pili de mal humor porque no le salen los ejercicios de matemática.

5) Lo mejor de estas Navidades.
El cariño de Adriana. La capacidad de cauterizar las cicatrices con palabras.
El sermón de Mariano reflexionando sobre dónde nacería Jesús en 2014. Contenta de que sea él quien vaya a bautizar a mis hijos.


Y en relación con esto mi película preferida sobre la Navidad


jueves, 18 de diciembre de 2014

El pulpo

Domingo. Hubiera cumplido años mi padre. Siempre lo festejaba con pulpo, en el Zamorano.
Estos años seguimos comiendo pulpo en casa.
Comemos pulpo el día del padre y el 14 de diciembre.
A veces también hacemos pulpo para mi cumple. Me parece la mejor manera de agasajar a los invitados, pero no es una comida que les guste a muchos. A Meneca por ejemplo no le gusta, siempre me cuenta que cuando hacían pulpo en su casa la madre le avisaba para que se fuera mientras el pulpo hervia, por el olor.
Hay varios trucos para que el pulpo quede bien.
Primero que sea pulpo español. Segundo lavarlo mucho, por lo menos una hora. Tercero cuando el agua hierve, antes de echarlo en la olla sumergirlo tres veces, que se enrulen los tentáculos y después tirarlo adentro y vigilarlo para que no se pase.
Algunos dicen que si lo ponés a hervir con una papa grande tarda en hacerse lo que tarda la papa. Otros que hay que ponerlo con un corcho, cuando el corcho flota el pulpo está listo. Nunca probamos ninguno de los dos métodos, pero la mayoria de las veces nos queda bien.
Y por supuesto un buen aceite de oliva y un mejor pimentón. 
El domingo estuve todo el día en el zamorano, a la noche ibamos a cocinar el pulpo pero estábamos medio cansados, compramos un pulpo precocido, asqueroso, solo por el olor se verificaba que pertenecía al océano, por el color parecia pollo y por la consistencia chicle masticado.
No importa, comimos pulpo y nos acordamos de Abelino.
Más tarde salió campeón Racing.

Lunes. Me levanté muy temprano, a las cuatro.
Llevé a Valen y a la abuela al aeroparque. Cuando subí al auto el viento tenia gusto a rio.
Volví a casa. Dormí hasta las once.
A la hora de la siesta acto de egresados de séptimo del colegio. Maite y Sonsi tenían que tocar la guitarra. Las acompaño. Egresaban chicos que conocemos desde chiquitos. Muchos son amigos de Maite, me acuerdo de un cumple que había invitado a algunos, cuando cumplía cuatro o cinco y ellos habían terminado preescolar, Rochi, Braian, otros que se cambiaron de cole como Joaquin o como Celeste, decían chinchin por preescolar, chinchin por las vacaciones y se tiraban coca y se reían y de a poco la alegria volvía a entrar en casa.
El lunes abracé fuerte a sus madres,y a las de otros, a Sole, a Ceci, a Susana y mientras los veía tan grandes, tan lindos, tan contentos pensaba brinden de vuelta, preciosos, por séptimo, por las vacaciones, por la vida.
Después volví al zamorano. Bailamos sevillanas para despedir el año.

Martes. Un 16 de diciembre hace veintiseis años fuimos con Luis al cine y a tomar un helado.
Yo tenía 17 y él 18. Me acompañó a casa y acá estamos.
El martes para festejar solo pudimos escaparnos quince minutos a tomar otro helado.
A la tarde Pili había aprobado francés. Primera valla.
Ahora le quedan dos, quimica y matemática
Y física la espera en marzo.
Toda una tradición familiar.

Miércoles. Acto de egresados de preescolar. “Se” egresa Ruli.
Entró a sala de dos llena de rulos, sale con el pelo lacio.
Les dan un diploma, lo levantan y se sacan fotos.
Les dan una medalla a cada uno. Se la cuelgan con una cinta azul francia.
Las hermanas y Sol las aplauden a los gritos a ella y a Hada. Ahora la medalla empezará a dar vueltas por la casa.
Bailan. Festejan. Toman helados y comen torta.
En el patio hace mucho calor, sueltan globos que se escapan altísimo.
Para el lado del viento. Del río.

Cuatro días. Cada uno valió por dos. Ocho.

Como los tentáculos. Del pulpo.



jueves, 11 de diciembre de 2014

Mellizos

Te acompaño me dijo Luis, la última vez que fuiste sola a una primer ecografía hiciste lío se rió recordando la primera ecografía de los gemelos, en la que fui sola y en la que me enteré que eran gemelos.
Entramos y la ecografista nos retó, cuando son dos tienen que avisar, así les damos dos turnos, esta vez el lío lo habíamos hecho juntos.
Me largué a llorar y no paré hasta llegar a casa, y eso que tuvimos que dar una vuelta larga, casi hasta el Zamorano.
No veo la diferencia entre nueve y diez nos despidió la ecografista, cerrando media hora de trato inmejorable.
Rápidos y tranquilos pasaron casi ocho meses, una vez me contó Vero que en Francia las mujeres para hacerse amigas se cuentan los partos, yo no me canso de repasarlos y a veces de contarlos.
Éste fue el último, técnicamente la última cesárea.
Llegamos temprano para hacer todos los trámites. Claudia, que me había llevado de la mano todo ese tiempo se había intoxicado el fin de semana con un helado, me llamó llorando de la fiebre, te va a atender otro médico, otra partera, a mí que siempre tuve el privilegio de elegir cómo, dónde y cuándo parir me esperarían unos extraños en la sala de partos.
Fabiana, que me había escuchado desde el principio, que me había visto llorar de miedo por un segundo parto doble, que me había aconsejado y me había convencido una vez más, ya había avisado a toda neonatología.

Me dieron la peridural y la presión me bajó a dos. Cuando entró Luis ya me había subido de vuelta. Tajo y llanto, primero el varón, nombre, es el último le recordé a Luis casi pidiéndole por favor, quiero que un hijo mio se llame Cristóbal.
Otro llanto y la beba cuyo nombre ya teníamos decidido del día anterior: Dolores.
Dos bebés preciosos, diminutos.
Después, las placentas, el olor a quemado de la cauterización, la descripción de las paredes muy finas del útero, que no se te ocurra tener otro más, las enfermeras yendo y viniendo, la habitación.
A la tarde trajeron un ratito a Dolores, a ver si se prendía a la teta.
No hubo caso, todavía no tenía succión, el hermano menos. Se quedan en neo.
Me imagino otro mes ahí, como con los gemelos.
A los dos días me fui yo, a los tres ellos.

Ahora Cristóbal y Dolores son Loli y Tótal.
Loli es una muñequita. Tótal es igual a Octi pero ve las fotos de Felipe y dice mí.
Cumplen dos años,siguen tomando la teta y siguen durmiendo con los padres.
Son nuestros bebés.
La mayoría de las veces no hay nada.
Pero algunas veces hay milagros, hay revanchas, hay goleadas.



Miércoles


Hace bastante tiempo que tenemos un libro en prensa. La mejor excusa para un asado de verano entre todos los autores.
El otro día nos llamaron de la imprenta para avisarnos que podíamos pasar a buscar las pruebas. Nos repartimos tareas y la imprenta, que queda en Florida, me tocó a mí.
Ayer miércoles me parecía un buen día para dirigirme al conurbano, no hacía demasiado calor y a la tarde no había ni reuniones de padres, ni clases abiertas de música, ni conciertos, ni nada.
Por el contrario los días que quedaban de la semana estaban altamente complicados destacándose el viernes la producción estelar de La Bella y la Bestia y el segundo cumpleaños de Loli y Tótal.

Así organizada, sabía que no podía volver muy tarde porque Valen se iba a la cancha bastante temprano, por el tema ese de las gordas que ponen las banderas y ocupan todas las plateas, sabía también que la corrección de las pruebas no me iba a demandar más de media hora, tengo siempre en mi cabeza esa definición de Meneca que una vez me dijo que yo era lo más opuesto a una persona obsesiva. Acompañé a Luis a llevar a los chicos al jardín y me ofreció, muy amablemente, a transportarme a la imprenta, le repetí las conjeturas temporales, a las tres podemos estar de vuelta.
Vamos por Balbín desde donde empieza hasta donde termina, cruzando Avenida Parque el auto hizo un ruido raro, se paró. Lo encendió y seguimos adelante, se le empezó a prender una luz naranja, no auguraba nada bueno. Doblamos por el Parque Sarmiento, volvió a hacer ruido, dejá me tomo el 41, vos mejor volvete a casa. Paramos en una esquina, le pregunto a una señora mayor si ahí paran el 41 y el 93, el 41. Me bajo. Luis engancha una rotonda para retomar y se le vuelve a parar el auto, definitivamente. Imposible cruzar para ayudarlo, lo veo empujar la camioneta hasta el cordón. Cuando puedo cruzar el auto estaba envuelto en humo, compro un agua mineral en unos chinos, vuelvo a perder diez minutos para atravesar la avenida. Le ponemos el agua que se cae toda al asfalto, más caliente que el auto. Llamamos al auxilio, va a tardar tres horas. Vuelvo a cruzar a la parada del 41, la señora ya se había ido, espero el colectivo quince minutos, no viene ninguno. Me doy cuenta de que la imprenta se está transformando en una misión imposible. Tengo dos horas para corregir las pruebas, volver a casa en colectivo, buscar el auto, cruzar una Belgrano llena de máquinas asfaltadoras y de árboles caidos. No llego. Vuelvo a donde está Luis después de esperar diez minutos que algún auto respete las cebras, me voy a tomar el 93 le aviso.
Pasan, después de veinte minutos siete 41. Me tomo el 93.

Llego a casa justo para agarrar mi auto e ir a buscar a los del jardín. Dejo la imprenta para otro día. Me avisa Luis que ya está con su auto en el taller, ahí quedará por un tiempo, no sé que desastre le ocurrió de nombre complicado y de presupuesto más complicado todavía.
Nos aventuramos otra vez en un Belgrano caótico, potenciado ahora por la final de la Sudamericana.
Valen que ya se fue temprano, Consu que finalmente puede ver el partido con Gaspi, Maite que quiere ir a la peluquería, Pili que está aburrida estudiando, más la heladera vacía, internet rota y toda otra serie de cuestiones cotidianas.
En la peluquería la peluquera me reta porque la chica tiene un poco de pediculosis, qué raro le digo, se hizo vinagre hace poco. Igual le corta el pelo que le queda precioso.
A la noche vemos el partido, tenemos que buscar a Consu a lo de Gaspi que vive a cinco cuadras de la cancha. Ideal.
Cuando faltan diez minutos le digo a Luis, mejor vamos a buscarla ahora, silencio. Se había quedado dormido, supongo que de la bronca.
Por última vez en el día vuelvo a Belgrano, presiento hordas eufóricas cortando las calles. Me llevo a Pili de apoyo. Las calles desiertas, poca gente caminando todos con camisetas.
Subimos a Consu que, férrea hincha de Boca, quiere gritar por la ventana Viva el fútbol Pisculichi.
Los autos empiezan a tocar bocina, tocamos un poco también nosotras.
Todavía los festejos más bulliciosos están en la cancha. Desde lo de Gaspi se escuchan los fuegos artificiales.
Nos manda wa Valen, no me esperen, tenemos que ver cuando les dan la copa.
Seguimos viaje, Cabildo es una fiesta.
Me acuerdo una vez que yo era muy chiquita y River había salido campeón, pasamos en auto cerca de la cancha. Yo tenía una pollera roja y una remera blanca, de casualidad. Me acuerdo de mi papá que dijo te saco por la ventana así festejamos, me acuerdo que me causó gracia.
Tocamos bocina más fuerte. 
Para el jueves me quedarían la imprenta, el vestuario de La Bella y la Bestia y otra serie de clases abiertas.

Por hoy miércoles suficiente, viva el fútbol.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Vidrios


El otro día a Ro se le despegó un poco la zapatilla.
Esfuerzos vanos ya mencionados aquí de sus padrinos por calzarla.
Al día siguiente salió del jardín con la zapatilla partida en dos partes.
Quedamos que a la mañana le compraba zapatillas. Ni bien se despertó empezó a preguntar cuándo íbamos a comprarlas. Tengo que contestar doscientos cuarenta y ocho mails le dije, sabiendo que solo tenía que mandar dos mails que, con todo el grupo de chicos dándome vueltas alrededor, es como ese número y más también.
Cuanto más me molestes más voy a tardar. Un enunciado que repetimos desde que Valen era chiquita y cuya eficacia pragmática es inversamente proporcional a su significado. Nunca logra que dejen de molestar, por el contrario.
Intento aunque sea responder dos de los mails más urgentes, sobre una transferencia de dinero a una imprenta para que salga un libro luego de tres años de esperar y otro sobre a nombre de quién tenía que estar la factura que debía confeccionar esa imprenta.
Se despertaron sus hermanas grandes y se fueron a la cocina a desayunar.
Ruli se fue a la cocina a desayunar con ellas.
Estos días, en casa, están todo el tiempo las hermanas grandes. Pili estudiando y Valen descansando.Y ejerciendo además ambas una función correctiva importante sobre sus hermanos y hermanas menores, dejando entrever que la disciplina que sus padres ejercían con ellas en otros tiempos ya se relajó, y que las cosas no son como eran antes.
Así Valen comenzó a descargar una monserga sobre su hermana acerca de las zapatillas, los sacrificios y la conveniencia de que revisara entre las zapatillas que ya no le quedaban bien a las medianas a ver si alguna de ellas le entraba.
No sé cuál de las dos fue la que consideró correcto además informarle a la chica que veía difícil que la madre abandonara las tareas matinales para ir a comprarle zapatillas.
En el escritorio Luis escribía y yo trataba de entrar el cbu de la cuenta de la imprenta.
Valen en la cocina se iba enojando, Ruli respondía hasta que no pudo sostener el juego dialéctico y, según nos contaron después las hermanas presentes en la discusión, empezó a patear, pateó la mesa y lastimó a Maite, pateó el piso y pateó la silla alta de alguno de sus hermanos, en la cocina tenemos tres sillas altas que a la noche son sorteadas cómodamente por las babosas que a partir de las once de la noche comienzan a invadir la casa y que cada vez son más y más grandes.
En el escritorio se oyó un estremecedor ruido de vidrios rotos. Y en la cocina gritos de las hermanas. Corrimos esperando ver a alguien cortado, pero no.
La silla alta había pegado contra la puerta vidriada que se partió en dos dejando unos temibles filos al descubierto.
Ro lloraba a los gritos, Valen seguía retándola, Maite lloraba porque la primera patada de la chica la había lastimado.
Si en vez de ponerme a contestar esos mails y a hacer esas operaciones bancarias hubiera empezado el día llevando a Ro a comprarse zapatillas nada de esto hubiera pasado.
Quedó castigada, no va a ningún lado ni viene Hada a jugar hasta fin de año. Pero no podía seguir con esas zapatillas, ella misma se las pegó con Uhu y las puso abajo del escritorio de Luis para que el peso las pegara mejor. Pero no hubo caso.

A la mañana siguiente nos despertamos temprano y escapándonos del castigo stalinista demandado por las hermanas, que siga con esas zapatillas hasta que empiece primer grado, nos fuimos a comprar unas preciosas zapatillas, unas converse verde fosforescente, de oferta, en Loyola.
De paso busqué a Pili que pasó de Puig a aprender a pronunciar La cantatrice chauve y la ví a Vero con su nuevo peinado, que una vez más nos llevó al verano inconsciente de Miramar hace casi treinta años.
A la tarde vinieron unos chicos a arreglar el vidrio, que salió como cuatro pares de zapatillas sin descuentos.
Valen estaba en la pileta, yo estaba en la pileta a la que finalmente le cambiamos el agua.
Valen no quería ir a abrirles, fui yo.
Por las dudas me envolví en una toalla y cuando les abrí les pedí perdón, estaba en la pileta les dije, los jovencitos no registraron mi vestuario, tampoco registraron que la toalla con la que me había envuelto, me dí cuenta cuando se fueron, tenía un agujero gigante atrás, lo que equivalía a no tener nada puesto sobre la bikini.
Pero los vidrieritos ni se inmutaron, cambiaron el vidrio prolijamente en veinte minutos.
Se llevaron los vidrios rotos y me cortaron y le sacaron el filo al pedazo que había quedado.
Así, en menos de veinticuatro horas quedó todo solucionado. Vidrio y zapatillas.


Después, a lo largo de la semana, habría más vidrios: uno que se me clavó en la goma a la que le dimos aire con Xime y con Patricia camino a Mar del Plata, otro que envolvía la cerveza con maníes que nos teníamos que tomar con Luis en la tarde de Villa Urquiza hace como cinco años.


Y otro, terrible, con el que afilé sin saberlo los colmillos del jabalí, ese que de vez en cuando vuelve a arrasar todo con su furia esmeralda.