sábado, 20 de junio de 2015

Nardos



Hace unos meses que descubrí los nardos.
El perfume de sus flores blancas logra que la casa parezca estar un poco más arreglada y que la ropa que se apila en el comedor esperando la plancha de Luis no se note tanto.
El otro día pasé por el kiosco de flores de Belgrano R y no había
Hoy fuimos con Pili, Octi, Estani, Loli y Tótal a comprar el regalo del día del padre.
En el negocio me preguntaron si eran todos míos, falta la mitad les contesté.
Se sentaron los cuatro (Pili no) en el piso para no tocar la ropa, especialmente unas corbatas fosforescentes que estaban puestas ahí, a mano haciendo un círculo de corbatas fosforescentes.
El negocio es todo de madera, hay olor a nuestras camas nuevas dijo Estani y se rieron.
Eligieron los regalos, Octi, Estani y Tótal salieron cada uno con una bolsita.
Después les compré una caja de lápices de colores para que le hicieran un dibujo al padre.
En el camino pasé otra vez por el kiosco de flores y esta vez sí conseguí los nardos.

En estos días estuve inventando unas historias con unos nardos, además del perfume que tienen me parece que la palabra suena bien y me gusta verlos marchitarse de a poco sin perder del todo el brillo. En la historia me servían además para disimular el olor a zapatillas sucias del cuarto donde conviven las cinco niñas de bebés a preadolescentes.

En estos días también estuve recorriendo un poco mi infancia y mi adolescencia.
Me acordé que odiaba el colegio.
Que cuando estaba en quinto grado me fui a Europa y llegué recién en abril.
Que ese mismo año empecé a ir a teatro en el Zamorano los viernes a la noche.
Que en el descanso nos sentábamos todos los chicos alrededor de una mesa larga a comer sandwichs de salame y queso.
Que volvíamos a casa a cualquier hora con mi papá contando los autos rojos que encontrábamos por el camino.
Que el viernes se fue transformando en el mejor día de la semana.
Me acordé que, ya más grande, me encantaba ser arquera de hóckey.
Que había partidos en los que me comía muchos goles.
Que en un partido en el que me hicieron bastantes goles saqué uno increíble en un ángulo estirándome no sé cómo.
Que cuando terminó el partido, mi papá que siempre trataba de venir a verme me dice pero qué bien esa pelota que sacaste en el ángulo.
Y yo, desanimada, me puse contenta por mi mejor hincha.

En estos días también me da pena, vacío o rabia tener que preocuparme solo por el regalo de Luis para el día del padre.
Pero compro los nardos, perfumo la casa.
Y en algún lado cantamos como tantas veces en el día del padre, en nochebuena, en el zamorano.

Marchitándose pero con brillo. 
Los nardos.




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