miércoles, 2 de septiembre de 2015

Entrada 100




Hace diez días que no subo ningún post para la bici.
Una semana medio arrebatada, llena de reuniones, de partidos, de clases.
De dar vueltas alrededor de Góngora y de Quevedo para seguir eligiendo al primero con motivos justificados: “en campos de zafiro pace estrellas” vs. “rumia luz en campos celestiales”.
Golazo de Góngora, golazo como el que me hicieron el domingo en el que la pelota, antes de entrar al arco a reventar la tabla, me dejó el brazo negro, verde, violeta. Golazo como el que, con todo el tiempo del mundo, levantaron la bocha y me la clavaron arriba en el ángulo izquierdo.Golazos todos que me recordaron, una vez más, que hace veinte años era buena arquera, y ahora no tanto.
Quince goles en tres partidos, a lo mejor hay algún premio especial a la valla más vencida.

Pienso algunas historias que hubiera podido contar en estos diez días:

El mercado. Un viernes a la mañana volvimos a un mercado atestado de camionetitas y de changarines. Amontonamiento que confirmó nuestra teoría de que después de las cinco de la mañana es imposible hacer rápido y de que adentro del mercado cualquier regla de circulación, tránsito o estacionamiento es absolutamente ociosa. Como le dijo un changarín a una mujer que estaba momificada en medio de un pasillo con un carro sin dejar pasar a nadie: “Doña, no entiendo qué hace ahí parada tanto tiempo. El mercado es para venir comprar y irse” Impecable. De todas formas tardamos menos de una hora; nos volvimos con cien kilos de fruta entre pomelos, mandarinas, manzanas rojas y verdes, frutillas y bananas y con algo más de material para la novela que en algún momento voy a escribir: la de los changarines futbolistas, asesinos y tal vez arqueros. Lo bueno que en invierno no hay tanto olor.

La mordida de Loli. Una tarde volvió Loli del jardín con la marca de un mordisco en la mejilla. La había ido a buscar Luis, le dieron las explicaciones y disculpas del caso y el hecho quedó ahí. A la mañana siguiente el colorado del mordisco había pasado a rojo oscuro y las hermanas mayores que me empezaron a dar manija, que no puede ser, que cómo la chica va a venir así mordida, que cuánto tiempo tuvieron que estar clavándole los dientes para que le quede de ese color. Papi porque es muy tranquilo pero si la hubieras ido a buscar vos seguro que le decías algo.
Apelaron a mi percepción de madre abandónica de mi séptima hija o a mi sensación constante de que a la pobre niña nadie le da bola.
Dos días después la llevé al jardín. Cuando la recibieron en la puerta, ensayé un “todo bien con que la hayan mordido, yo sé que a esta edad los niños se relacionan mordiendo, pero en veinte años es la primera vez que me pasa que me vuelve una criatura con semejante mordisco”; la pobre maestra se puso pálida, se volvió a deshacer en las explicaciones del caso. Sí, sí está bien le dije yo, pero es la primera vez que me pasa. Ni bien subí al auto ya estaba arrepentida, si yo sé que no es ni tan grave ni tan raro.
Al final,madre de séptima hija, por defecto, es peor que madre primeriza.

También podría haber contado: los peinados que Erika le hace a las chicas cada mañana, trenzas cocidas, mezcladas con vinchas, con colitas, las trencitas normales que le cuelgan a Maite a los costados.
O la primera visita a Tecnópolis de la temporada 2015 con Toto hablando con San Martín, Loli llorando porque la asustaban los dinosaurios y Octi y Estani explicándole que eran de mentira porque a los de verdad los había matado un meteorito
O la manera en que voy a extrañar las películas en el pen drive, la palabra homenaje como adjetivo y tantas otras cosas que compartimos con Patricio durante todo este tiempo.

Y a lo mejor (ya desterré el capaz que Ignacio me corrige cada vez que lo lee) también me demoré en escribir porque es la entrada 100.
Y me hubiera gustado escribir algo deslumbrante, bien escrito. Casi un “en campo de zafiro pace estrellas” pero de blog.
En realidad me hubiera gustado organizar un pulpo, ahora que Vero trajo los pimentones. No sé si Góngora tiene alguna perífrasis para pulpo, eso lo deben saber Patricia y Meneca. Pero Meneca no lee la bici.
Un pulpo para agradecer a todas y todos mis lectores y lectoras que hicieron el aguante en estas cien entradas. Para pedirles que me sigan siguiendo y acompañando. Para festejar que llegamos. Para después de unas cuantas cervezas cantar con mi queridísima Clarita Puro Teatro.



3 comentarios:

  1. Flor! Escribis tan lindo. Siempre espero alguna de tus anécdotas familiares, y tus historias acompañadas de algún lagrimon,
    Antes de que Pili se vaya a Tilcara organicemos una merienda! Te quiero ♥

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  2. Clari. La merienda!!! ya no nos queda días

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