miércoles, 9 de septiembre de 2015

Quinto Elemento





Los cuatro poderosos elementos
contra la flaca nave conjurados


Aire.
El que ya empieza a venir lleno de polen y de porquerías primaverales. Que todavía no hizo estragos en Luis pero sí en Sonsi. Así el atardecer de septiembre se coló entre las verticales, las medialunas y las escondidas del domingo en el borde de la pileta donde estábamos festejando el cumple de Enru. Y el aire del crepúsculo devino en un precioso broncoespasmo que la dejó a Sonsi con sus características ojeras y su batería de puffs y gotitas anunciando la cercanía de la estación de las alergias.

Fuego.
El que en el medio de Cabildo empezó a salir del capot del auto de Luis, a la mejor hora de la tarde, cuando salen todos los colectivos y todas las criaturas de los colegios y todos los taxis y, por supuesto, todos los autos. La mejor hora de la tarde que en Belgrano siempre implica una calle cortada con su correspondiente desvío colapsado. Que nos dejó frente al posible incendio y frente a la seductora posibilidad de quedar con el auto lleno de niños y niñas prendiéndose fuego y complicando aun más, si eso fuera posible, el tránsito.

Agua
La que, una vez estacionado el auto de Luis en un costado gracias a que los colectiveros lo dejaron pasar al ver como el humo salía cada vez más alto del auto, compró en un supermercado Día. Dos botellas de litro y medio de agua mineral que del mismo modo que entraron al recipiente en el cual deben ir para que el auto no se caliente, salieron para formar un arroyo que corrió hacia el cordón de la vereda. La causa: una manguera que convenientemente se había roto en medio de un Belgrano atestado de autos, de un auto atestado de niños cuando faltaban tan solo diez minutos para tener que hacer nuevamente el mismo camino para buscar al resto de las criaturas que todavía no habían salido de la escuela.

Tierra
La del jardín de casa a la que logramos finalmente llegar luego de que Luis consiguiera una cinta adhesiva para envolver la manguera rota, comprara otra botella de agua y se la cargara al auto. Así, en esas condiciones precarias me dejó en casa con los cuatro más pequeños, se llevó el auto al mecánico y después se tomó el colectivo para volver a cruzar Belgrano en busca de las cuatro niñas del medio. Y los cuatro más pequeños, encandilados aun por la aventura de que casi se prende fuego el auto de papi, decidieron recrear su propio incendio pero con tierra en su auto de juguete. Toda la tierra del jardín, en donde el pasto ya no crece más, entró así al autito de juguete como si fuera el humo del fuego. Entró también a la casa, pero ya en forma de barro, cuando decidieron lavarse las manos y la ropa en la cocina, el baño y el lavadero.

Aceite
Hace dos días una amenazante mancha de aceite en el garage. “Es tu auto” me dijo Luis, “No, es el tuyo” le contesté. Ayer caí rendida a la evidencia cuando detrás del auto en la vereda y en la calle iba quedando un clarísimo surco de aceite. Entre las poquísimas nociones que tengo de mecánica sé que si usás un auto que pierde aceite se puede fundir el motor. Y sé también que con mi auto fundido desaparece cualquier tipo de posibilidad y color de mi futuro Nissan Note o Nissan March. Hoy a la mañana el auto al taller.
Aceite: el quinto elemento o las delicias de tener los dos autos en el mecánico.



Entre tanto elemento Agua y Rosas



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