Hoy tendríamos que estar
con Luis en Mar del Plata.
En la fábrica de Antares
degustando cerveza tras cerveza. O metidos en la habitación de un
hotel viendo la lluvia o probando esos forros flúo de la propaganda del día de la primavera para los adolescentes. O caminando por el borde del mar. Y mañana
deberíamos recorrer el Museo de Arte Moderno porque me parece que
los miércoles está cerrado; por eso el año pasado fuimos con Xime
y Patricia un martes, como lo prueban las trecientas cincuenta fotos
con el lobo marino de papeles metalizados de alfajores que nos
sacamos con la tablet de Patricia que por cada vez que apretás el
botón saca cuarenta y cinco fotos.
Y a la noche hubiéramos
ido a cenar al restaurant del borde del mar al que voy siempre
después de los congresos, en el que hace mucho tiempo Camila le
preguntó a Meneca si leía lucha armada y en el que el año pasado
Meneca nos contó cómo la hicieron cristinista sin serlo.
Hace como cinco meses que
estábamos con Luis buscando dos o tres días en nuestros afiebrados
calendarios llenos de actos escolares, reuniones de trabajo, partidos
para perder por goleadas o conciertos de nuestras niñas para este
posible viaje. Y este miércoles y este jueves parecían ser los más
adecuados.
Pero la lluvia y otras
cuestiones más íntimas desarmaron nuestros planes, que eran obvio
que iban a desarmarse de todas formas. La casa iba a quedar a cargo
de Valen para quien en estos últimos tiempos, el calificativo de
stalinista resulta suave. Valen les iba a cocinar, iba a subir a los
ocho al colectivo para llevarlos y traerlos de la escuela, los iba a
transformar de criaturas malcriadas en niñas y niños
autosuficientes. Como el pobre oso que cuida a esta Lolita rusa que pongo al final.
Pero nada de eso ocurrió.
Mar del Plata, la cervecería, el museo, la noche frente al mar, la
primera salida a más de doscientos kilómetros de los dos solos
desde que nos casamos; es decir la primera salida solos en casi
veintiun años quedó reemplazada por una serie de actividades de
miércoles de lluvia como ser:
Ruli que desde las nueve
de la mañana se empezó a preparar para irse a cortar el pelo a un
Prana que abrieron a la vuelta de casa hasta que Pili, que ayer
acompañó a un muchachito (no a X, a otro) a otro Prana para que el
muchachito se tiñera el pelo de azul, le avisó que las Prana abrían
a las doce, con lo cual Ruli cambió el llanto de querer ir a
cortarse el pelo por el lamento de “a la tarde no me vas a llevar,
siempre me prometés y nunca me llevás”
Sonsi que arruinó las
invitaciones de su comunión que hoy tenía que repartir entre sus
amigos y amigas con lo cual también se pasó toda la mañana
llorando. Y que volvió a la tarde de la escuela acompañada por dos
o tres amigas para que la consolaran.
Octi que se despertó con
dolor de panza, vomitó mocos en el medio del playroom y asustó a
Valen que antes de irse a dar un parcial dictaminó que el chico
seguro que tenía apendicitis. Lo que después desmintió su
pediatra.
La heladera que se volvió
a romper, las cosas que había adentro que las tuvimos que trasladar
a la heladera del lavadero, el patio de paso al lavadero que está
lleno de agua y la puerta del lavadero que queda abierta y se golpea
a cada rato con el viento poniéndole sonido a unas poesías latinas
del siglo IV que tengo que leer.
Consu que protesta porque
su carpeta de plástica quedó en mi auto que está en el chapista
poniéndose a punto para su venta y la futura compra del March.
Durante todo el día el
“obvio que no se iban a ir” fue TT, parece que sobre todo por mi
culpa porque no me animo a dejar a mis niñas y niños solas y solos,
o al cuidado de Valen. Lo mejor fue la propuesta de Luis, “que si
vos quisieras y nos fuéramos más tiempo podríamos ir a Mendoza”.
No sé si fue en serio o en chiste, si no encontramos dos días para
Mar del Plata ni me imagino Mendoza, solo le faltó decirme “cuando
tengas el March, para probarlo”
Igual, casi mejor que no
nos fuimos.
La última vez que
salimos de viaje solos nació Valen a los nueve meses y si bien
teníamos veinte años menos quiero creer que todavía todo es
posible aunque no lo verifiquemos.
Pero podria ser así: dos
días a Mar del Plata, mellizos de vuelta y Mendoza una semana los
temidos trillizos.
Y ahí no hay Valen, oso ruso o lavarropas que lo soporte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario