miércoles, 23 de septiembre de 2015

Mar del Plata



Hoy tendríamos que estar con Luis en Mar del Plata.
En la fábrica de Antares degustando cerveza tras cerveza. O metidos en la habitación de un hotel viendo la lluvia o probando esos forros flúo de la propaganda del día de la primavera para los adolescentes. O caminando por el borde del mar. Y mañana deberíamos recorrer el Museo de Arte Moderno porque me parece que los miércoles está cerrado; por eso el año pasado fuimos con Xime y Patricia un martes, como lo prueban las trecientas cincuenta fotos con el lobo marino de papeles metalizados de alfajores que nos sacamos con la tablet de Patricia que por cada vez que apretás el botón saca cuarenta y cinco fotos.
Y a la noche hubiéramos ido a cenar al restaurant del borde del mar al que voy siempre después de los congresos, en el que hace mucho tiempo Camila le preguntó a Meneca si leía lucha armada y en el que el año pasado Meneca nos contó cómo la hicieron cristinista sin serlo.

Hace como cinco meses que estábamos con Luis buscando dos o tres días en nuestros afiebrados calendarios llenos de actos escolares, reuniones de trabajo, partidos para perder por goleadas o conciertos de nuestras niñas para este posible viaje. Y este miércoles y este jueves parecían ser los más adecuados.
Pero la lluvia y otras cuestiones más íntimas desarmaron nuestros planes, que eran obvio que iban a desarmarse de todas formas. La casa iba a quedar a cargo de Valen para quien en estos últimos tiempos, el calificativo de stalinista resulta suave. Valen les iba a cocinar, iba a subir a los ocho al colectivo para llevarlos y traerlos de la escuela, los iba a transformar de criaturas malcriadas en niñas y niños autosuficientes. Como el pobre oso que cuida a esta Lolita rusa que pongo al final.
Pero nada de eso ocurrió. Mar del Plata, la cervecería, el museo, la noche frente al mar, la primera salida a más de doscientos kilómetros de los dos solos desde que nos casamos; es decir la primera salida solos en casi veintiun años quedó reemplazada por una serie de actividades de miércoles de lluvia como ser:
Ruli que desde las nueve de la mañana se empezó a preparar para irse a cortar el pelo a un Prana que abrieron a la vuelta de casa hasta que Pili, que ayer acompañó a un muchachito (no a X, a otro) a otro Prana para que el muchachito se tiñera el pelo de azul, le avisó que las Prana abrían a las doce, con lo cual Ruli cambió el llanto de querer ir a cortarse el pelo por el lamento de “a la tarde no me vas a llevar, siempre me prometés y nunca me llevás”
Sonsi que arruinó las invitaciones de su comunión que hoy tenía que repartir entre sus amigos y amigas con lo cual también se pasó toda la mañana llorando. Y que volvió a la tarde de la escuela acompañada por dos o tres amigas para que la consolaran.
Octi que se despertó con dolor de panza, vomitó mocos en el medio del playroom y asustó a Valen que antes de irse a dar un parcial dictaminó que el chico seguro que tenía apendicitis. Lo que después desmintió su pediatra.
La heladera que se volvió a romper, las cosas que había adentro que las tuvimos que trasladar a la heladera del lavadero, el patio de paso al lavadero que está lleno de agua y la puerta del lavadero que queda abierta y se golpea a cada rato con el viento poniéndole sonido a unas poesías latinas del siglo IV que tengo que leer.
Consu que protesta porque su carpeta de plástica quedó en mi auto que está en el chapista poniéndose a punto para su venta y la futura compra del March.
Durante todo el día el “obvio que no se iban a ir” fue TT, parece que sobre todo por mi culpa porque no me animo a dejar a mis niñas y niños solas y solos, o al cuidado de Valen. Lo mejor fue la propuesta de Luis, “que si vos quisieras y nos fuéramos más tiempo podríamos ir a Mendoza”. No sé si fue en serio o en chiste, si no encontramos dos días para Mar del Plata ni me imagino Mendoza, solo le faltó decirme “cuando tengas el March, para probarlo”

Igual, casi mejor que no nos fuimos.
La última vez que salimos de viaje solos nació Valen a los nueve meses y si bien teníamos veinte años menos quiero creer que todavía todo es posible aunque no lo verifiquemos.
Pero podria ser así: dos días a Mar del Plata, mellizos de vuelta y Mendoza una semana los temidos trillizos.

Y ahí no hay Valen, oso ruso o lavarropas que lo soporte.



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