viernes, 27 de junio de 2014

Parciales

Después de varios días comiendo sobras variadas como polenta recalentada, fideos de la semana pasada o contentando a diez personas con dos churrascos y una costillita de cerdo, después de varios días sin encontrar el momento logramos la mañana del miércoles hacernos un rato para ir al supermercado.
Claro que los miércoles en Jumbo hay descuento para jubilados y justo ese miércoles se vencían unos jumbocheks de algún fin de semana y justo a la una jugaba Argentina con lo cual ese miércoles a la mañana en Jumbo estaba media ciudad de Buenos Aires haciendo sus compras o para todo el mes o para las megachoriceadas del mediodía patriota y messista de las fábricas de Villa Ortúzar y La Paternal.
Y obviamente solo dos cajas abiertas.

Previendo un poco esto decidimos ir temprano, temprano para nosotros son las 10 de la mañana, luego de preparar mamaderas para los cuatro miembros de la familia que aún la toman, vestir a la gente que no se sabe vestir por su cuenta, hacer las camas, la nuestra y las cunas y recién ahí poder salir.
Pero Loli y Tótal seguían durmiendo, con lo cual optamos por no despertarlos, como duermen en nuestro cuarto ni siquiera levantamos la persiana, ni hicimos la cama, ni nada.
Dejamos a Maite, que era la más grande que estaba despierta, con instrucciones precisas: si se levantan los bebés les dan las mamaderas que ya están preparadas, le cambian los pañales y los visten.
Maite asintió entendiendo todo y con cara de hermana mayor.

Y así pudimos empezar las compras antes de las 10 y media. No tardamos tanto, a las once hacíamos la cola en las cajas, otra vez flanqueadas por los PRIME
Ahí me acordé, lo miré a Luis, él me miró también y me preguntó “¿vos tiraste a la basura el coso usado de anoche de arriba de mi mesita de luz?”
Y no, le contesté, siempre lo tira él pero yo siempre me fijo. Hoy, con el apuro y la oscuridad, el coso quedó ahí.
Me imaginé miles de escenarios posibles, como juguete de Tótal o de Loli, o de Octi, o de Estani, Sonsi llevándoselo a las hermanas mayores preguntando qué era, Consu pegándolo en su álbum del mundial con sus figuritas, todo podía ocurrir.
Ni van a entrar al cuarto tranquilicé a Luis, ni van a subir la persiana, ni van a ir a ver a los bebés. Vamos a llegar y va a estar todo como lo dejamos, nos convencimos, pagamos, cargamos el auto y volvimos a casa.

Llegamos, guardamos el auto en el garage. Iban apareciendo todos, uno a uno.
Todos despiertos, los bebés vestidos, los pañales cambiados.
Valen y Pili en la cocina. Empezaron a vaciar las bolsas y a guardar las cosas.
Valen estaba con fiebre, 37.5. En estos días solo quedó Pili sin enfermarse y tenemos tres tomando distintos antibióticos.
Valen pobre se sentía mal, había tenido un parcial el día anterior y a la tarde tenía otro.
Nos explica que va a averiguar para dar la semana que viene en fecha de recuperatorio, la reto, tenés que ser más responsable le digo, siempre al final del cuatrimestre se te van a superponer los parciales, tenés que saber manejar mejor tu tiempo de estudio, no sé cómo vas a conseguir un certificado y termino con la muletilla de siempre que la entiendo como triunfal: igual hacé lo que quieras, ya tenés veinte años casi.

Valen seguía guardando, no llegué a leer todo se me enoja, porque me siento mal pero porque tuve que cambiar a los bebés, vestirlos, darles la mamadera y añade, rara, lo único que no hice fue la cama de ustedes.
De costado ví a Pili, que estaba tratando de no reirse. Y entonces me empecé a reir yo, no podía parar, estallada de risa hasta las lágrimas.
Valen siguió con su razonamiento, cuando se enoja habla muy rápido, no me parece nada gracioso, dejar las cosas en la mesita de luz, lo podría haber agarrado cualquiera, y después la irresponsable soy yo que tengo 38 grados de fiebre y no puedo moverme para ir a dar un parcial y no ustedes que no se fijan lo que dejan ahí arriba, al alcance de cualquiera.
Luis estaba poniendo a hervir unas papas, no se le alteró la cara, una piedra. Yo que no podía más de risa y Pili que estaba entre la sonrisa y la vergüenza.
Esto va al blog les avisé a los tres, no, me dijeron, no nos parece.

Un poco dudé, pero después, a la noche, la ví a Julia que me prestó La hora violeta, la de El Jabalí y la empecé a leer y es mucho más terrible de lo que yo creía y mucho mejor escrita de lo que parecía en esas lecturas de la Feria.


Entonces decidí contar esta historia.

lunes, 23 de junio de 2014

Invierno

Previsible, lento, húmedo, el invierno.
Nos dimos cuenta con Lidia el jueves, todo blanco en el borde del camino, la escarcha de la madrugada.
En casa el mueble de la entrada se cuelga de abrigos de todos los tamaños, materias y colores. Cada habitante que llega deja allí sus tapados, sus camperas, sus bufandas o lo que considere que debe sacarse para estar adentro.
Y cuando vuelve a salir lo hace con otro abrigo, no con el que dejó colgado, resultando de ello una suerte de elefante compacto bajo el cual, por ejemplo, perdí hace tres días las llaves del auto.
Como no lo sé cerrar con la llave de repuesto lo dejo abierto porque si no, suena la alarma. El otro día por ejemplo, en el penal, lo tuve que dejar abierto, no fuera que cuando volviéramos de la clase y lo abriese empezara a sonar la alarma, bastante con que casi nos pierden los documentos.

Le dimos la bienvenida al invierno el sábado a la noche con un cordero al malbec compartido con Xime, Guille y Lu.
Y el domingo con esos cositos riquísimos de limón que hace Enru.
Lo recibimos además con anginas, bronquitis, otitis. Sonsi y Tótal con antibióticos y muy posiblemente pronto se complete el equipo con Consu y Ro que empezaron la nueva estación con sostenidos 39 grados de fiebre.
Llegan también las falsas vacaciones, la caza de lugares donde ir gratis, el descanso mentiroso.
El año en julio es como una ola que retrocede y vuelve después con mucha más furia.

En invierno cumplen años Sonsi y Ro. Y cumple mucha gente querida.
En invierno cumplen años mis preciosos amiguitos More, Juli y Manu.
Cande no, nos avisa con su cumple que el invierno se acaba.

El día más frío del invierno de 1994, hace veinte años nos casamos.
Y nadie hubiera podido predecir cuánta vida nos iba a pasar en este tiempo.
Ahora, estamos planeando una mega fiesta para esa noche pero como capaz hace frío no vamos a poder usar el jardín para bailar, como en mi cumple, que siempre viene mucha gente y terminamos bailando los mismos cinco.
O como para el cumple de Sonsi que hay que poner el inflable en el garage.
Así que me parece que nos quedamos sin mega fiesta. Eso por habernos casado en invierno.

Gracias al invierno Tótal se está salvando del viaje a la peluquería y tiene un casquito lindísimo, una mezcla entre Zamba y  el técnico de Alemania
Loli no tiene nada porque no le crece el pelo. Nunca se lo cortamos, ni siquiera cuando nació.
El invierno además estorba ideas extraviadas que en el verano aparecerían como perfectamente realizables, una que anda dando vueltas en estos días por el hogar: subirnos todos a los dos autos, como cuando nos vamos a Quequén o alquilar una van, cerrar todo sin pensarlo demasiado e irnos a Brasil, a respirar mundial.
Un plan que Ceci tenía con Vale, Pili y Felipe pero para las Olimpíadas de Río.
Y ahora me doy cuenta de que en invierno también cumplía Felipe.

Me gustaría saber escribir bien; poder, con las palabras, describir el invierno, evaporar la escarcha, encontrar las llaves del auto.


martes, 17 de junio de 2014

La firma

Las nenas del medio van las cuatro a una escuela de música, hacemos malabares – más Luis que yo- todas las tardes, menos los miércoles, después que salen del cole para llevarlas.
Hay días que tienen clase hasta a las 8 y media de la noche, cada una toca su instrumento, Maite además está en la orquesta, otras van a coro, Ro está con los más chiquitos.
Hace ya diez años, antes era Pili que tocaba la guitarra, también iba Felipe.
Hoy, mientras las llevaba escuchando por la radio el partido de Brasil me acordé de 2006 en el que también iba escuchando un partido por la radio y también los llevaba y jugaba Italia, y ya hacía un año que iban.
Así que hace diez años o tres mundiales.
Igual no conozco a nadie, ni profesores, ni padres, ni madres, ni nadie.
La espera a la salida siempre es divertida, madres y padres que ya decidieron que sus niños de cinco años van a ir al Esnaola en la secundaria, madres y padres dando consejos a otras madres y padres sobre el ingreso al Buenos Aires o sobre la situación del Buenos Aires o contando sobre sus hijos grandes en el Buenos Aires.
Lo que sí hago mientras espero afuera es mirar las carteleras de la escuela que funciona en doble turno, en el mismo edificio. Estoy convencida de que no mando a mis hijos al colegio para que aprendan contenidos, con todo lo que tienen al alcance del dedo con solo apretar un botón reponen un año o dos de contenidos, al cole se va para otras cosas por lo cual no me interesa demasiado comparar ofertas educativas.
Sin embargo, en ese colegio, siempre me llamaron la atención las carteleras, por lo bien hechas que están, lo ingeniosas, lo coloridas y por los nombres de los chicos. Dylans, Priscillas, Richards y Jennifers se entrecruzan con Osvaldos, Josés o Rosas. Una vez, leyendo un poco más, me enteré que la mayoría baja del tren temprano, muy temprano, que viven lejos, que vienen de lejos, que nacieron lejos, que algunos están con sus abuelos o con sus tíos, que los de sexto una vez se fueron de campamento, que para más de la mitad fue lo mejor que les pasó en sus vidas, que se hicieron todos mucho más amigos, que conocieron lugares, que se van a extrañar cuando terminen.

El otro día la espera fue distinta, unas personas pasaban con una carta para firmar.
Y explicaban, que muy pronto, no se sabía exactamente cuándo pero era inminente iban a comenzar a funcionar ahí unas actividades para que los alumnos de esa escuela de doble jornada tuvieran luego un apoyo escolar en extensión horaria y el sentido común predominaba, no hay lugar, no hay aulas, no sabemos quién va a entrar y salir, quién va a vigilar a los que van a entrar y salir, con quiénes se van a juntar nuestros hijos, se le pedía en la nota muy bien redactada a los supervisores y las personas encargadas de solucionar esto que frente a esta invasión tomaran medidas en el asunto.
Como una asamblea pero organizada, acción directa, civilización, escribamos en muros de funcionarios decían unos, así logramos el portero que nos mandaron hace unos meses.

Firmo de inmediato, es lógica pura. En el cole de los chicos, cuando iban Vale y Pili, cuando compartíamos grados de hijos con Magdalena hacíamos notas a cada rato, para que abran la sala de 3, para que se vaya la seguridad privada de adentro de la escuela, para que la policía no esté en la puerta, para tantas cosas, ¿cómo no voy a firmar esto? Después de firmar me ofrezco para seguir pasando la nota en otros horarios, aviso que también va a firmar Luis, total son cuatro las que vienen acá, podemos firmar cuatro veces. Nos podemos mantener informados por la página de padres autoconvocados, por el fb de padres autoconvocados, por el twitter de padres autoconvocados, por el wa de padres autoconvocados, no pasarán.

Llegué a casa y le expliqué a Luis la situación, lo mandé a firmar, a hacer circular la hoja. 
Entonces, llegó Pilar, bajó de su cuarto, en el que parece que está encerrada con su escafandra y su celular, bajó corriendo. Se paró ahí y nos dijo me parece pésimo que estén firmando algo para que los pobres chicos que vienen de José León Suárez no puedan tener el apoyo escolar en su colegio para que los que pueden cambiarse de lugar, estudiar en otro lado, hasta pagar para aprender los instrumentos sigan cómodos con sus cosas. Silencio, hay veces, casi todas, que con Pili es mejor no discutir.

Ayer la nota seguía circulando, rebosante de firmas.
Nada parecía indicar que el comienzo del apoyo escolar fuera inminente, forzado, invasivo.
Salieron los chicos, entregados a nosotros, padres políticamente correctos, por el portero sordomudo, que mandó algún funcionario desde su muro. Más de la mitad de esas criaturas con uniformes de colegios caros, carísimos de Belgrano observados desde la cartelera por los dibujitos de las Brisas y los Johnatans.

Le mandé wa a Luis “esto es ponerse viejo: firmar una nota para que nuestros niños de clase media alta no vean amenazadas sus clases de violín, cello y saxo por una horda de criaturas semianalfabetas que solamente quiere quedarse un rato extra en su colegio para aprender un poco más”
Me acordé de Pili y de su reflexión. 
Y me enojó un poco, ¿por qué si sigue pensando, tiene seis materias abajo? Casi que lo podría haber consultado en la rueda de padres con hijos grandes en el Buenos Aires.

viernes, 13 de junio de 2014

91 años

El domingo pasado festejamos el aniversario del Zamorano. 91 años.
Es un ritual que repetimos año a año y que nos avisa, de a poco, que se acerca, tranquilo, el invierno, porque es la primera fiesta de la que nos vamos de noche cuando recién son las seis de la tarde.
Yo me acuerdo de estos almuerzos por lo menos desde hace cuarenta años.
Cantamos el himno argentino, escuchamos el himno español, comemos paella, brindamos con sidra.
El mejor, cuando tenía nueve años, me gané un skate (antes se llamaban patinetas) como verde esmeralda apagado. Me puse a andar ahí mismo, entre las parejas que bailaban pasodoble, estaba todo pisoteado porque era un día muy húmedo y la gente traía el agua de las veredas en los zapatos, afuera oscurecía y adentro se ponía el piso negro, lleno de una espuma roñosa, para mí era una pista de patinar, fue uno de los mejores aniversarios. Todavía en la casa de la abuela está en algún lado esa patineta esmeralda, a casa nunca lo trajimos, ya tenemos dos: uno todo descascarado que era de Felipe y otro precioso que le regaló Xime a Consu.

El domingo pasado decidimos ponernos los trajes típicos, ya lo habíamos hecho en 2013, para los 90 años . Ahí se vistieron Sonsi y Consu, esta vez ellas dos tenían el cumpleaños de su amiga Viole, no podían venir. Convencí a Maite y Ro se convenció sola. Para ellas hay unos trajes más o menos nuevos, hechos no hace tanto.
Yo tengo la ropa de mi abuela, la que usaba para ir al campo, lejísimo en el espacio y en el tiempo, hace alrededor de ciento veinte años. Y entre la antigüedad y las condiciones de guardado que puede tener esa ropa en casa, sumado a que una vez se inundó un poco, cuando me la quiero poner (claramente solo en estas ocasiones) tengo que sacarla por lo menos quince días antes al jardín para que tome aire, por el olor a humedad. Dos polleras de paño pesadísimo, una blusa de lino bordada a mano en los puños y en el cuello, una cosa como un camisón también de lino, también bordada, algo que se cruza sobre los hombros que tiene distintos nombres, cuatro o cinco delantales, muchos pañuelos floreados para la cabeza, todo con un poco de hongos salió al sol del jardín algunos días antes del evento.

El domingo a la mañana nos despertamos temprano, Maite se había ido.
Mientras la esperaba la fui vistiendo a Ro, medias, peinado, zapatos. No aceptó ponerse nada en la cabeza. Maite no llegaba así que me empecé a vestir yo, la ropa ya no olía tanto.
La pollera no me cerraba, la blusa parecía el corpiño de una bikini, me ví en el espejo, estaba medio en bolas, no podía ir así. Me agarré el delantal con dos alfileres de gancho a la pollera para que se cerrara, encontré un chaleco, no de mi abuela sino de mi abuelo, lo abroché como pude. Me puse una media blanca de un par y otra de otro, se notaba que eran distintas, terminé con unas medias de Sonsi de educación física.
Ya era tardísimo, llegó Maite. Hizo un bollo con la ropa para vestirse en el auto, se vistió en los semáforos, se había confundido y se llevó unas medias de Ro, no le entraron, quedó sin medias.
Llegamos bien, a horario, encontramos amigos viejos y nuevos. Néstor me dijo que me pintara, Angel me contó que los botones eran tan duros para abrochar porque eran garbanzos, Paula me prestó rimmel, Cynthia y Daniela estaban con unos trajes brillantes que al lado de los nuestros parecían nuevos. Marcos y Julia nos sacaron fotos , bailamos pasodoble con Alfredo.
Después cantamos el himno argentino, escuchamos el himno español, comimos paella, brindamos con sidra, seguimos bailando.
Se hizo de noche y nos fuimos contentas. Guardé la ropa, la que mis abuelos llevaban al campo, en bolsas nuevas, en el placard hasta el año que viene. Ahí sí o sí los visto a Octi y Estani, de piratas zamoranos esta vez no los pude convencer.
A veces comparto Góngora, a veces Lou Reed y ahora esto , todo vale.

Ojalá que para los cien años podamos hacer un festejo así.

viernes, 6 de junio de 2014

Español


Miércoles al mediodía, mañana complicada, de esas que estoy sola, de esas que se comen o fideos, o polenta o patitas o sobras de dias anteriores.
Igual, no me importó, hice el esfuerzo, hice las camas, vesti niños, preparé unas tartas de espinaca y todo con una sonrisa, tenia claro mi objetivo.
Bastante a tiempo dejé a los chicos en el jardin, a las nenas en la puerta del cole y emprendí la travesia hacia la cancha de Español. Primer partido por el ascenso a la B Metropolitana, Defensores de Cambaceres. El domingo habia ido Luis solo a la cancha y el equipo había ganado, me sorprendió estar creyendo firmemente que la mala suerte la traía yo, dudé en ir .

Hacía frío, me había olvidado de ponerme medias pero no me importó, si pasaba por casa me quedaba, me quedaba a ver el partido con Luis calentita, en la compu, por una internet de a ratos.
Así que sin pensar agarré Monroe derecho, Nazca, San Pedrito, cruzando infinitas barreras y esquivando infinitos camiones. En Beiró se me puso adelante un Honda civic con un señor mayor manejando, que cambiaba de carril constantemente y a quien no pude pasar por más que aceleraba, en una de esas logré dejarlo atrás, a las tres cuadras sin saber cómo lo tenía adelante otra vez.

Cruzo Gaona. Dejo de prestar atención al hombre del Honda y me apuro, en diez minutos empieza el partido, me quedan más de veinte cuadras, el bajo flores además tiene otra geografía, otra cuadrícula, capaz me pierdo.
Llego y cinco. Estaciono donde puedo y bajo corriendo, muestro el carnet, hay una policía jugando con su celular, no me cachea, sigue jugando, igual no tengo nada pienso.
Entro al lado de unos chicos, chiquitos, del barrio, en la reja nos dividimos, todos a la popular y yo a la platea, uno quiere entrar conmigo, no lo dejan.

De a ratos llovía, de a ratos salía el sol. Me acuerdo del  Bajo Flores, de hace veinte años, de los diluvios, de las veces que me trepé al alambrado, de un partido de la copa Conmebol, contra Olimpia de Paraguay, que también fui sola, me acuerdo que íbamos con Luis en 114 todos los domingos, ahí vimos jugar a Vélez, a Independiente, a Central.

Descascarada y oxidada en sus asientos que alguna vez fueron rojos, la platea cobijaba muchachitos coreanos de pelos y tablets multicolores, jugadores de las inferiores enfundados en sus camperas reglamentarias y viejos hinchas del deportivo.
La cancha desaparecía bajo una mezcla de arena y pasto mojado en la que los jugadores dejaban clavados sus botines fosforescentes. Tardé un minuto y medio en darme cuenta de que Español habia cambiado su camiseta, que esta vez los rojos eran los otros, que cuando casi aplaudo porque atacaban era que se estaban defendiendo. Un primer tiempo aburrido, trabado, embarrado, cantábamos, aplaudíamos pero el equipo todavía no se dejaba ver. Luis que me whatsapeaba los comentarios de los que transmitían y yo que le whatsapeaba los míos, el 10 está jugando bárbaro pero es muy morfón, Franco Romero hoy no me gusta, el 7 no arranca y otras apreciaciones tácticas.
Llega alguien al asiento de al lado, giro la cabeza, era el hombre del Honda que no me podía sacar de encima en Nazca, lo saludé.

En el entretiempo encontré amigos y conocidos arriba de los charcos, a todos les avisaba que si Español hacía un gol me iba, traigo mala suerte les informaba a gente a la que esto no parecía importarle en lo más mínimo. Me acordé los cuatro meses en cama en el embarazo de Octi y Estani, en 2010, los sábados una de las actividades era ver por tele el partido de Español, en ese momento se estaba yendo a la C.

Empezó el segundo tiempo, me quedo parada en la baranda, puedo escuchar respirar a los jugadores, ver cómo les cae la transpiración de la frente, cómo escupen. Franco Romero, ese que hoy no me gustaba la agarra solo en el área, un pibe que está atrás mío dice vamos que lo grito y a los dos segundos estábamos todos gritando el gol. No sé cómo ni por qué me emocioné bastante, bastante que casi me pongo a llorar, la gente se abrazaba, la 55 bailaba. El que hizo el gol viene a gritármelo a mí, me da pena, mucho no puedo hacer más que gritar y aplaudir.
Le mando otro wa a Luis ¿me voy? No, me contesta. Entonces me doy cuenta de que cambié de lugar y cambió la suerte y me quedo pero ahí, en el borde.
El partido mejora, Español pierde goles, el técnico mete buenos cambios, el árbitro no tiene grandes errores, el sol sale y se va. El cartelito que no brilla mucho marca tres, tres minutos que se hacen ciento cincuenta. 1 a 0. Por fin, el partido termina.
La gente estalla cautelosa, el año pasado se escapó el ascenso en el último partido, el lunes hay que ir a Ensenada, corre el rumor de que será en la cancha de Gimnasia, capaz en el Estadio único.
Me voy rápido, exultante, si no hay muchos autos puedo llegar antes de que vuelvan los chicos del jardín.
A la noche juega Argentina.

Una canción.  Y otra. Obvias

Sí, sí buenísimo, perfecto. A lo mejor me faltó una cosa, el “Che, pa, ¿sabés cómo salió Español?”

martes, 3 de junio de 2014

Boletines

Ayer nos entregaron el boletín de la última niña de primaria que faltaba.
Antes era toda una ceremonia, yo me ponía nerviosa, me encantaba recibir los boletines, sabía que en el primer bimestre no vienen Sobresalientes pero me ponía contenta lo mismo.
Ahora ya está todo un poco más relajado.
Pero ellas siguen esperando, impacientes, sus boletines.
Y se fijan los S, ya la tradición normalista está un poco alicaída y algunos S en el primer bimestre hay. Los cuentan a ver quién tiene más, no sé si está bien eso o está mal, no pelean, solo los cuentan.
También cuentan las B, no les gustan nada.

Siempre pienso sobre cuándo es el momento bisagra, ese instante mágicamente triste en el que deja de importarles la escuela, sus ritualidades, las S y las B. Dejan de contarse los S para pasar a festejar otras cosas, no sé muy bien cuáles.
En el caso de Vale fue en silencio y creo que no nos dimos cuenta. Una tarde de octubre, Vale estaba en segundo año, yo estaba yendo al rectorado en el auto a entregar unos papeles y me suena el celular, una preceptora que muy amablemente me explica que va a tener que sancionar a la chica que hace un mes tendría que haber devuelto el boletín del segundo trimestre firmado por sus padres, que obviamente sus padres nunca habían visto, que vaya a notificarme de la sanción.
El rectorado queda ahí, como mucho a diez cuadras del colegio pero lo llamé al padre para que fuera él. Cuando llegó a buscarla y a ver el boletín, alrededor de siete materias abajo, Vale estaba rodeada por un grupo de preceptores que no querían dársela al padre y que le habían preguntado si no había mostrado el boletín porque en la casa le pegaban, no, les hubieras contestado- me acuerdo que le dije- no me pegan, lo que pasa es que soy hija única y por eso no les gusta que traiga bajas notas.
En Pili ese momento está llegando, se acerca el boletín del primer trimestre y viene asi, con las marcas de la despreocupación por el estudio. Por lo menos en latín le fue más o menos bien, pero con el carpe diem hizo agua en literatura, o teoría literaria o no sé cómo se llama. Y empiezan mis amenazas que no vas a Mendoza, que te vas al peor colegio que haya cerca de casa, que no mantengo vagos.
Amenazas absolutamente ineficaces y extremistas. Ya las experimenté con Vale y no surtieron efecto, en un mes estudiaba lo que no estudiaba en un año, aprobaba todo y pasaba tranquila al año siguiente.
Y los que vienen después, qué se yo.

Un dato pintoresco de la reunión de ayer, era a la hora que salen los tres del jardín. Yo fui a la reunión y Luis los fue a buscar, después aparecieron en la reunión llena de chicos que también venían del jardín a buscar el boletín de los hermanos.
Además de la entrega de boletines el orden del día de la reunión incluía el aviso de pediculosis. Ah, ¿hay piojitos? Preguntó una mamá de una nena rubia, preciosa, prolijísima. Sí, sí estamos viendo que algunos tienen contestó la maestra, y se me representaron los animales caminando en la cabeza de todas mis hijas y las maestras mirando esas cabezas, puse cara de qué barbaridad.
Me doy vuelta y al lado mío estaba Luis concentradísimo sacándole piojos a Estani bajo la atenta mirada de otra madre.

Algo de ventajas hay, cuando crecen, por lo menos, se les van los piojos.