Previsible, lento, húmedo, el
invierno.
Nos dimos cuenta con
Lidia el jueves, todo blanco en el borde del camino, la escarcha de
la madrugada.
En casa el mueble de la
entrada se cuelga de abrigos de todos los tamaños, materias y
colores. Cada habitante que llega deja allí sus tapados, sus
camperas, sus bufandas o lo que considere que debe sacarse para estar
adentro.
Y cuando vuelve a salir
lo hace con otro abrigo, no con el que dejó colgado, resultando de
ello una suerte de elefante compacto bajo el cual, por ejemplo, perdí
hace tres días las llaves del auto.
Como no lo sé cerrar con
la llave de repuesto lo dejo abierto porque si no, suena la alarma.
El otro día por ejemplo, en el penal, lo tuve que dejar abierto, no
fuera que cuando volviéramos de la clase y lo abriese empezara a
sonar la alarma, bastante con que casi nos pierden los documentos.
Le dimos la bienvenida al
invierno el sábado a la noche con un cordero al malbec compartido
con Xime, Guille y Lu.
Y el domingo con esos
cositos riquísimos de limón que hace Enru.
Lo recibimos además con
anginas, bronquitis, otitis. Sonsi y Tótal con antibióticos y muy
posiblemente pronto se complete el equipo con Consu y Ro que
empezaron la nueva estación con sostenidos 39 grados de fiebre.
Llegan también las
falsas vacaciones, la caza de lugares donde ir gratis, el descanso
mentiroso.
El año en julio es como
una ola que retrocede y vuelve después con mucha más furia.
En invierno cumplen años
Sonsi y Ro. Y cumple mucha gente querida.
En invierno cumplen años
mis preciosos amiguitos More, Juli y Manu.
Cande no, nos avisa con
su cumple que el invierno se acaba.
El día más frío del
invierno de 1994, hace veinte años nos casamos.
Y nadie hubiera podido
predecir cuánta vida nos iba a pasar en este tiempo.
Ahora, estamos planeando
una mega fiesta para esa noche pero como capaz hace frío no vamos a
poder usar el jardín para bailar, como en mi cumple, que siempre
viene mucha gente y terminamos bailando los mismos cinco.
O como para el cumple de
Sonsi que hay que poner el inflable en el garage.
Así que me parece que
nos quedamos sin mega fiesta. Eso por habernos casado en invierno.
Gracias al invierno Tótal
se está salvando del viaje a la peluquería y tiene un casquito
lindísimo, una mezcla entre Zamba y el técnico de Alemania.
Loli no tiene nada porque no le crece el pelo. Nunca se lo cortamos, ni siquiera cuando nació.
El invierno además
estorba ideas extraviadas que en el verano aparecerían como
perfectamente realizables, una que anda dando vueltas en estos días
por el hogar: subirnos todos a los dos autos, como cuando nos vamos a
Quequén o alquilar una van, cerrar todo sin pensarlo demasiado e
irnos a Brasil, a respirar mundial.
Un plan que Ceci tenía
con Vale, Pili y Felipe pero para las Olimpíadas de Río.
Y ahora me doy cuenta de
que en invierno también cumplía Felipe.
Me gustaría saber
escribir bien; poder, con las palabras, describir el invierno,
evaporar la escarcha, encontrar las llaves del auto.
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