viernes, 27 de junio de 2014

Parciales

Después de varios días comiendo sobras variadas como polenta recalentada, fideos de la semana pasada o contentando a diez personas con dos churrascos y una costillita de cerdo, después de varios días sin encontrar el momento logramos la mañana del miércoles hacernos un rato para ir al supermercado.
Claro que los miércoles en Jumbo hay descuento para jubilados y justo ese miércoles se vencían unos jumbocheks de algún fin de semana y justo a la una jugaba Argentina con lo cual ese miércoles a la mañana en Jumbo estaba media ciudad de Buenos Aires haciendo sus compras o para todo el mes o para las megachoriceadas del mediodía patriota y messista de las fábricas de Villa Ortúzar y La Paternal.
Y obviamente solo dos cajas abiertas.

Previendo un poco esto decidimos ir temprano, temprano para nosotros son las 10 de la mañana, luego de preparar mamaderas para los cuatro miembros de la familia que aún la toman, vestir a la gente que no se sabe vestir por su cuenta, hacer las camas, la nuestra y las cunas y recién ahí poder salir.
Pero Loli y Tótal seguían durmiendo, con lo cual optamos por no despertarlos, como duermen en nuestro cuarto ni siquiera levantamos la persiana, ni hicimos la cama, ni nada.
Dejamos a Maite, que era la más grande que estaba despierta, con instrucciones precisas: si se levantan los bebés les dan las mamaderas que ya están preparadas, le cambian los pañales y los visten.
Maite asintió entendiendo todo y con cara de hermana mayor.

Y así pudimos empezar las compras antes de las 10 y media. No tardamos tanto, a las once hacíamos la cola en las cajas, otra vez flanqueadas por los PRIME
Ahí me acordé, lo miré a Luis, él me miró también y me preguntó “¿vos tiraste a la basura el coso usado de anoche de arriba de mi mesita de luz?”
Y no, le contesté, siempre lo tira él pero yo siempre me fijo. Hoy, con el apuro y la oscuridad, el coso quedó ahí.
Me imaginé miles de escenarios posibles, como juguete de Tótal o de Loli, o de Octi, o de Estani, Sonsi llevándoselo a las hermanas mayores preguntando qué era, Consu pegándolo en su álbum del mundial con sus figuritas, todo podía ocurrir.
Ni van a entrar al cuarto tranquilicé a Luis, ni van a subir la persiana, ni van a ir a ver a los bebés. Vamos a llegar y va a estar todo como lo dejamos, nos convencimos, pagamos, cargamos el auto y volvimos a casa.

Llegamos, guardamos el auto en el garage. Iban apareciendo todos, uno a uno.
Todos despiertos, los bebés vestidos, los pañales cambiados.
Valen y Pili en la cocina. Empezaron a vaciar las bolsas y a guardar las cosas.
Valen estaba con fiebre, 37.5. En estos días solo quedó Pili sin enfermarse y tenemos tres tomando distintos antibióticos.
Valen pobre se sentía mal, había tenido un parcial el día anterior y a la tarde tenía otro.
Nos explica que va a averiguar para dar la semana que viene en fecha de recuperatorio, la reto, tenés que ser más responsable le digo, siempre al final del cuatrimestre se te van a superponer los parciales, tenés que saber manejar mejor tu tiempo de estudio, no sé cómo vas a conseguir un certificado y termino con la muletilla de siempre que la entiendo como triunfal: igual hacé lo que quieras, ya tenés veinte años casi.

Valen seguía guardando, no llegué a leer todo se me enoja, porque me siento mal pero porque tuve que cambiar a los bebés, vestirlos, darles la mamadera y añade, rara, lo único que no hice fue la cama de ustedes.
De costado ví a Pili, que estaba tratando de no reirse. Y entonces me empecé a reir yo, no podía parar, estallada de risa hasta las lágrimas.
Valen siguió con su razonamiento, cuando se enoja habla muy rápido, no me parece nada gracioso, dejar las cosas en la mesita de luz, lo podría haber agarrado cualquiera, y después la irresponsable soy yo que tengo 38 grados de fiebre y no puedo moverme para ir a dar un parcial y no ustedes que no se fijan lo que dejan ahí arriba, al alcance de cualquiera.
Luis estaba poniendo a hervir unas papas, no se le alteró la cara, una piedra. Yo que no podía más de risa y Pili que estaba entre la sonrisa y la vergüenza.
Esto va al blog les avisé a los tres, no, me dijeron, no nos parece.

Un poco dudé, pero después, a la noche, la ví a Julia que me prestó La hora violeta, la de El Jabalí y la empecé a leer y es mucho más terrible de lo que yo creía y mucho mejor escrita de lo que parecía en esas lecturas de la Feria.


Entonces decidí contar esta historia.

2 comentarios:

  1. Me morí de risa! Es muy lindo como escribís, dejás ver como por una ventana un poco de un mundo muy divertido. Hay algo raro, como si todos los demás se quedaran quietos mientras contás. Uno se imagina una casa con diez hijos un lugar en el que siempre hay alguno metiéndose algo en la boca, otro llorando, otro trepándose quién sabe adónde, otro con hambre y así... ¿dónde están todos los demás mientras las mayores vacían las bolsas del supermercado? Gracias por compartir! Ana

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    1. Sí, es un poco así. Siempre hay zonas de la casa que quedan como territorios liberados. Y llantos, gritos o ruidos de cosas que se rompen son los avisos de que algo pasa en esos lugares. De todas formas todo siempre se resuelve. Gracias por pasar!

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