Mañana es la fiesta de
cumple de Octi y Estani.
Mónica, la mujer que
limpia decidió tomarse todos estos días por algún motivo que
ignoramos. De todas formas la pobre viene solo dos veces por semana,
una presencia casi testimonial.
La casa dura limpia
alrededor de quince minutos.
El piso verde de la
cocina recibe inmediatamente yogurth, jugo o galletitas de chocolate
bien pisoteadas.
El living se llena de
mochilas, bolsas de plástica, instrumentos musicales, sin ser
músicos tenemos en casa dos guitarras, un violín -porque el otro se
lo robaron los ladrones, flautas dulces, tocs tocs, un acordeón de
juguete que está siempre fuera de su lugar y una caja del altiplano
y todo eso en el living.
El patio que lleva al
lavadero no tiene declive, por poco que llueva queda inundado, así
el piso del lavadero en el que Tótal da vuelta las piedras de Tati o
le tira el plato de la comida se transforma en una masa grasosa que
mezcla todas esas porquerías y otras de procedencia desconocida.
Capítulo aparte, los
baños: el de abajo que teóricamente es para las visitas es el
elegido por Octi que, las pocas veces que el depósito funciona,
olvida apretar el botón.
En la planta alta Valen y
Pili conservan su baño en un estado digno, solo porque impiden la
entrada para hacer una inspección, hasta el momento en que abren la
ducha y la bañera empieza a llenarse de lo tapada que está. Ahí
tiene que ir el padre con una percha a sacar bolas de pelos mezclados
con cremas de enjuagues mal enjuagadas, esto era así hasta que
decidieron dejar de usar esa ducha porque tenía poca presión de
agua y se trasladaron al baño de sus hermanos.
Es decir, al baño de los
más pequeños que soporta estoicamente la presencia de seis
criaturas de entre 3 y 10 años que consideran que el concepto de
limpieza es bañarse cada una alrededor de tres veces por día
dejando toallas, bombachas, zapatillas todo en un mismo bollo en
medio de un piso casi inundado o peor aún adentro de un bidet que
muchas veces algunas de estas mismas criaturas confunden con el
inodoro.
El otro día, a la tarde,
mientras intentaba concentrarme en elaborar por lo menos una idea
coherente sobre Lope de Vega para la clase de la noche, tocó el
timbre una vecina desesperada por una mancha de humedad que avanzaba
en su cocina proveniente de nuestra medianera. Resultado, el baño de
los pequeños clausurado.
Y todos al nuestro, al
que en un principio era para Luis y para mí, al que desde que
nacieron compartimos con Loli y Tótal lleno de patos, juguetes para
la bañera y dos aros que quedaron ahí llenos de polvo que nadie
usó, usa ni usará.
Ahora, entonces, doce
personas para un baño.
Cantidad inversamente
proporcional, por ejemplo, a la cantidad de computadoras que hay en
la casa, entre las sarmiento, las conectar igualdad y las verdaderas,
hay casi una computadora por persona.
Otros detalles
pintorescos de la planta alta: la persiana de Pili quedó trabada en
un inútil punto medio entre estar levantada y estar baja, de día el
cuarto está oscuro, de noche iluminado. La de Valen pierde una tabla
por día y queda colgando de un gancho solo. Nuestro cuarto está
lleno de plumas que pierde el acolchado y de corazones de manzanas
debajo de la cama.
Este es el panorama.
Mañana además de comprar las cosas para el cumple hay que limpiar,
no podemos recibir a los niños en semejante mugre.
Y proveer un balde con
agua para el toilette, por las dudas sea necesario.
O armar turnos para que
suban las criaturas a nuestro baño.
O aventurarse en el
quinto baño de la casa, de uso exclusivo de la tortuga, el del
cuartito del fondo del jardín, que siempre es una sorpresa y más,
claro, después de la noche de las brujas.
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