sábado, 1 de noviembre de 2014

Baños


Mañana es la fiesta de cumple de Octi y Estani.
Mónica, la mujer que limpia decidió tomarse todos estos días por algún motivo que ignoramos. De todas formas la pobre viene solo dos veces por semana, una presencia casi testimonial.
La casa dura limpia alrededor de quince minutos.
El piso verde de la cocina recibe inmediatamente yogurth, jugo o galletitas de chocolate bien pisoteadas.
El living se llena de mochilas, bolsas de plástica, instrumentos musicales, sin ser músicos tenemos en casa dos guitarras, un violín -porque el otro se lo robaron los ladrones, flautas dulces, tocs tocs, un acordeón de juguete que está siempre fuera de su lugar y una caja del altiplano y todo eso en el living.
El patio que lleva al lavadero no tiene declive, por poco que llueva queda inundado, así el piso del lavadero en el que Tótal da vuelta las piedras de Tati o le tira el plato de la comida se transforma en una masa grasosa que mezcla todas esas porquerías y otras de procedencia desconocida.
Capítulo aparte, los baños: el de abajo que teóricamente es para las visitas es el elegido por Octi que, las pocas veces que el depósito funciona, olvida apretar el botón.
En la planta alta Valen y Pili conservan su baño en un estado digno, solo porque impiden la entrada para hacer una inspección, hasta el momento en que abren la ducha y la bañera empieza a llenarse de lo tapada que está. Ahí tiene que ir el padre con una percha a sacar bolas de pelos mezclados con cremas de enjuagues mal enjuagadas, esto era así hasta que decidieron dejar de usar esa ducha porque tenía poca presión de agua y se trasladaron al baño de sus hermanos.
Es decir, al baño de los más pequeños que soporta estoicamente la presencia de seis criaturas de entre 3 y 10 años que consideran que el concepto de limpieza es bañarse cada una alrededor de tres veces por día dejando toallas, bombachas, zapatillas todo en un mismo bollo en medio de un piso casi inundado o peor aún adentro de un bidet que muchas veces algunas de estas mismas criaturas confunden con el inodoro.
El otro día, a la tarde, mientras intentaba concentrarme en elaborar por lo menos una idea coherente sobre Lope de Vega para la clase de la noche, tocó el timbre una vecina desesperada por una mancha de humedad que avanzaba en su cocina proveniente de nuestra medianera. Resultado, el baño de los pequeños clausurado.
Y todos al nuestro, al que en un principio era para Luis y para mí, al que desde que nacieron compartimos con Loli y Tótal lleno de patos, juguetes para la bañera y dos aros que quedaron ahí llenos de polvo que nadie usó, usa ni usará.
Ahora, entonces, doce personas para un baño.
Cantidad inversamente proporcional, por ejemplo, a la cantidad de computadoras que hay en la casa, entre las sarmiento, las conectar igualdad y las verdaderas, hay casi una computadora por persona.

Otros detalles pintorescos de la planta alta: la persiana de Pili quedó trabada en un inútil punto medio entre estar levantada y estar baja, de día el cuarto está oscuro, de noche iluminado. La de Valen pierde una tabla por día y queda colgando de un gancho solo. Nuestro cuarto está lleno de plumas que pierde el acolchado y de corazones de manzanas debajo de la cama.

Este es el panorama. Mañana además de comprar las cosas para el cumple hay que limpiar, no podemos recibir a los niños en semejante mugre.
Y proveer un balde con agua para el toilette, por las dudas sea necesario.
O armar turnos para que suban las criaturas a nuestro baño.

O aventurarse en el quinto baño de la casa, de uso exclusivo de la tortuga, el del cuartito del fondo del jardín, que siempre es una sorpresa y más, claro, después de la noche de las brujas.



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