En minutos me tengo que ir a
llevar a Pili y a sus amigas a una fiesta y en horas a buscarlas, o irá Luis.
Empieza a ir a esas fiestas del
colegio de los viernes a la noche.
Esas que solo les damos permiso
para ir cuando empiezan tercer año, y no a todas, a Vale, por ejemplo la
habíamos dejado ir a cinco y siempre y cuando tuviera todas las materias
arriba.
Terminó yendo a siete y llevándose
ídem cantidad de materias.
En una cuando la fui a buscar los
chicos estaban haciendo guerras de latitas de cerveza en medio de la Nueve de
Julio bajo la atenta mirada de la Metropolitana, en otra yendo al Deportivo
Español casi tengo que bajar en medio de Avenida Eva Perón a una parejita que
desapareció en la parte de atrás de la camioneta de Luis, en otra estaba el
SAME en la puerta...
Ahora Pili la tiene más fácil, no
tuvo que dar tanta vuelta para conseguir el permiso de los padres y encima un
muchachito de quinto le trajo las
entradas por delivery, el miércoles.
Estaba muerta de vergüenza, para
él soy una borrega decía a cada rato, no sabía si tenía que saludar al chico
con un beso, abrirle, hablarle, quería mandar a la hermana grande a recibirlo en la
puerta, dejá la tranquilicé me encargo yo.
Y me puse a ensayar qué tipo de
madre podía representar.
La primera posibilidad abrirle al
chico, hacerlo pasar e interrogarlo junto con Luis acerca de las
características de la fiesta, la composición de los asistentes y demás
elementos: los padres buena onda pero preocupados por los lugares dónde va su
hija.
La segunda posibilidad abrirle al
chico, retarlo por las características desenfrenadas de la fiesta, recordarle
que cuando uno tenía esa edad se divertía de manera mucho más sana: los padres
severos que impostan orden.
La tercera posibilidad abrirle al
chico, hacerle un chiste, pedirle también entradas para mí y el padre, "ay pero
deben ser fiestas divertidísimas, podemos ir nosotros también no?": los padres copados, amigos de sus hijos.
Creo que consideró que el mal
menor era abrirle ella, con beso y transpiración del jovencito que venía en bici
incluida, el delivery me salió diez pesos le dijo a la hermana, se comprará un
agua reflexionó la otra, porque en bici no necesita ni para la nafta ni para el
colectivo.
Así, los preparativos. Que vamos
con estos, con los otros, unos se encuentran en la puerta del colegio, otros van
a la casa de no sé quién y que otras vienen a dormir a casa. Le puse dos
condiciones: no salgas en bolas y no vuelvas con olor a alcohol, me jura que
no, que si se aburre me llama, que yo que sé, me río y me voy a dormir.
Es cierto que todas las novedades
ya pasaron y que los segundos hijos tienen la mitad del camino solucionada.
Me viene a la mente la llevada, traída,
mal o bien traducida frase del 18 Brumario, primero como tragedia y luego como
farsa, la miro a Dolores durmiendo en su cuna y sospecho que cuando le toque a ella ir a las
fiestas, ya no habrá géneros dramáticos para adjudicarle.
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