sábado, 15 de marzo de 2014

Fiestas


En minutos me tengo que ir a llevar a Pili y a sus amigas a una fiesta y en horas a buscarlas, o irá Luis.
Empieza a ir a esas fiestas del colegio de los viernes a la noche.
Esas que solo les damos permiso para ir cuando empiezan tercer año, y no a todas, a Vale, por ejemplo la habíamos dejado ir a cinco y siempre y cuando tuviera todas las materias arriba.
Terminó yendo a siete y llevándose ídem cantidad de materias.
En una cuando la fui a buscar los chicos estaban haciendo guerras de latitas de cerveza en medio de la Nueve de Julio bajo la atenta mirada de la Metropolitana, en otra yendo al Deportivo Español casi tengo que bajar en medio de Avenida Eva Perón a una parejita que desapareció en la parte de atrás de la camioneta de Luis, en otra estaba el SAME en la puerta...

Ahora Pili la tiene más fácil, no tuvo que dar tanta vuelta para conseguir el permiso de los padres y encima un muchachito de quinto  le trajo las entradas por delivery, el miércoles.
Estaba muerta de vergüenza, para él soy una borrega decía a cada rato, no sabía si tenía que saludar al chico con un beso, abrirle, hablarle, quería mandar a la hermana grande a recibirlo en la puerta, dejá la tranquilicé me encargo yo.
Y me puse a ensayar qué tipo de madre podía representar.
La primera posibilidad abrirle al chico, hacerlo pasar e interrogarlo junto con Luis acerca de las características de la fiesta, la composición de los asistentes y demás elementos: los padres buena onda pero preocupados por los lugares dónde va su hija.
La segunda posibilidad abrirle al chico, retarlo por las características desenfrenadas de la fiesta, recordarle que cuando uno tenía esa edad se divertía de manera mucho más sana: los padres severos que impostan orden.
La tercera posibilidad abrirle al chico, hacerle un chiste, pedirle también entradas para mí y el padre, "ay pero deben ser fiestas divertidísimas, podemos ir nosotros también no?": los padres copados, amigos de sus hijos.
Creo que consideró que el mal menor era abrirle ella, con beso y transpiración del jovencito que venía en bici incluida, el delivery me salió diez pesos le dijo a la hermana, se comprará un agua reflexionó la otra, porque en bici no necesita ni para la nafta ni para el colectivo.

Así, los preparativos. Que vamos con estos, con los otros, unos se encuentran en la puerta del colegio, otros van a la casa de no sé quién y que otras vienen a dormir a casa. Le puse dos condiciones: no salgas en bolas y no vuelvas con olor a alcohol, me jura que no, que si se aburre me llama, que yo que sé, me río y me voy a dormir.
Es cierto que todas las novedades ya pasaron y que los segundos hijos tienen la mitad del camino solucionada.

Me viene a la mente la llevada, traída, mal o bien traducida frase del 18 Brumario, primero como tragedia y luego como farsa, la miro a Dolores durmiendo en su cuna  y sospecho  que cuando le toque a ella ir a las fiestas, ya no habrá géneros dramáticos para adjudicarle.

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