Envidio esas
madres que en diciembre están en las librerías con las listas recibidas en
octubre en sus híper buenísimos celulares o tabletas de no sé qué.
Nosotros tenemos
que ir dos veces por día a la librería
de acá hasta fines de abril porque se olvidan de pedirnos la mitad de las
cosas, cuadernos pentagramados, tacho de témpera magenta, cuadernos con espiral
para las grandes y eso sin contar la cantidad de cosas que ahorramos porque nos
las da el gremio (siempre en estos momentos me acuerdo de cuando Pili era
chica, que yo no estaba afiliada y que todos sus compañeros llevaban las
mochilas del suterh una vez me dijo mami tenés que ir a la obra social a buscar
mi mochila).
He visto en las
colas de los negocios listas raras, unas pedían un pen drive, otras
auriculares. Lo nuestro es mucho más básico, pero más improvisado.
Así, en busca de
no sé qué terminé en el supermercado a las ocho y media de la noche con un
lindo grupo: Maite, Sonsi, Octi y Estani y Tótal. Encontré todo, en seguida.
Vamos a las
cajas rápidas, algo no pasaba por el scanner, Octi y Estani tenían la boca
llena de bon o bon. Por suerte las cajas rápidas estaban cerca de los juguetes,
Estani a los gritos pidiendo que le comprara un camión gigante, reclamo al que
se sumó el hermano también a los gritos, Maite seguía tratando de pasarle el scanner
a algo, corrí el carrito porque estaba estorbando el paso de la gente que
curiosamente eran señoras con bastón, mujeres embarazadas, padres con criaturas
recién nacidas. En uno de esos movimientos Octi se golpeó un poco la boca con
lo que a los gritos de “quiero un auto” se sumó el estremecedor de “me
lastimaste, me lastimaste”.
Despacio disuadí
a Maite del tema scanner y nos fuimos a las cajas normales en donde cada
persona tenía mínimo tres carritos pero por lo menos estaban lejos de los
juguetes. Entre Maite y Sonsi y los bon o bon se llevaron a los hermanos al
auto pero se les escaparon y empezaron a correr por la rampa, los veía de lejos
pero estaba más atenta a ver qué hacían los guardias de seguridad que por suerte
no hicieron nada.
Yo con Tótal en
la caja que había sumado al club bon o bon unas galletitas de chocolate esperé
un rato más mientras seguía escuchando los gritos de los otros.
No sé si fue
casualidad o qué que justo quedé al lado de los Prime.
Y obviamente se
me ocurrió que si yo no era yo y estaba en esa cola detrás de mí viendo el
desempeño de mis niños, me llevaba todo el stock de formas, colores y gustos.
Pero se me
ocurrió también pensar en el fin de semana que pasó en el que Vale de los tres
días durmió en casa solo uno, de Pili que estuvo yendo, viniendo y contando
cosas medio terribles de esa fiesta, terribles sobre todo porque significa que
creció, de fotos que ví en estos días que de tan tristes me hicieron llorar, de
que pronto cumplimos años Luis y yo y que a pesar de tantas buenas compañías ya
estamos un poco más solos.
Y creo que
aunque compraría los prime, no cambio por nada esa agradabilísima hora pasada
en jumbo.
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