martes, 18 de marzo de 2014

Lunes

Y siguen las listas de materiales para comprar.
Envidio esas madres que en diciembre están en las librerías con las listas recibidas en octubre en sus híper buenísimos celulares o tabletas de no sé qué.
Nosotros tenemos que ir dos veces por día a la  librería de acá hasta fines de abril porque se olvidan de pedirnos la mitad de las cosas, cuadernos pentagramados, tacho de témpera magenta, cuadernos con espiral para las grandes y eso sin contar la cantidad de cosas que ahorramos porque nos las da el gremio (siempre en estos momentos me acuerdo de cuando Pili era chica, que yo no estaba afiliada y que todos sus compañeros llevaban las mochilas del suterh una vez me dijo mami tenés que ir a la obra social a buscar mi mochila).
He visto en las colas de los negocios listas raras, unas pedían un pen drive, otras auriculares. Lo nuestro es mucho más básico, pero más improvisado.
Así, en busca de no sé qué terminé en el supermercado a las ocho y media de la noche con un lindo grupo: Maite, Sonsi, Octi y Estani y Tótal. Encontré todo, en seguida.
Vamos a las cajas rápidas, algo no pasaba por el scanner, Octi y Estani tenían la boca llena de bon o bon. Por suerte las cajas rápidas estaban cerca de los juguetes, Estani a los gritos pidiendo que le comprara un camión gigante, reclamo al que se sumó el hermano también a los gritos, Maite seguía tratando de pasarle el scanner a algo, corrí el carrito porque estaba estorbando el paso de la gente que curiosamente eran señoras con bastón, mujeres embarazadas, padres con criaturas recién nacidas. En uno de esos movimientos Octi se golpeó un poco la boca con lo que a los gritos de “quiero un auto” se sumó el estremecedor de “me lastimaste, me lastimaste”.

Despacio disuadí a Maite del tema scanner y nos fuimos a las cajas normales en donde cada persona tenía mínimo tres carritos pero por lo menos estaban lejos de los juguetes. Entre Maite y Sonsi y los bon o bon se llevaron a los hermanos al auto pero se les escaparon y empezaron a correr por la rampa, los veía de lejos pero estaba más atenta a ver qué hacían los guardias de seguridad que por suerte no hicieron nada.

Yo con Tótal en la caja que había sumado al club bon o bon unas galletitas de chocolate esperé un rato más mientras seguía escuchando los gritos de los otros.

No sé si fue casualidad o qué que justo quedé al lado de los Prime.

Y obviamente se me ocurrió que si yo no era yo y estaba en esa cola detrás de mí viendo el desempeño de mis niños, me llevaba todo el stock de formas, colores y gustos.

Pero se me ocurrió también pensar en el fin de semana que pasó en el que Vale de los tres días durmió en casa solo uno, de Pili que estuvo yendo, viniendo y contando cosas medio terribles de esa fiesta, terribles sobre todo porque significa que creció, de fotos que ví en estos días que de tan tristes me hicieron llorar, de que pronto cumplimos años Luis y yo y que a pesar de tantas buenas compañías ya estamos un poco más solos. 


Y creo que aunque compraría los prime, no cambio por nada esa agradabilísima hora pasada en jumbo.

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